El Senador

Capítulo 7

—Taylor tiene una cena, programada para mañana, te envió la invitación, no puedes faltar— Dice mi madre, mirándome. 


—No pienso ir—Respondo. 


—Irás— responde mientras extiende su mano para darme un café negro, bien cargado que acaba de traerme mi secretaria.  


—Juliana contigo, no tengo ganas de pelear— Digo sin mirarla.  


—¿Tú sabes para que servimos las madres? — Pregunta, levantando un poco la voz, haciendo que mi padre y yo la miremos, fijamente.  


—¿Para cuidar a sus hijos?—Dice mi padre, a  manera de respuesta.  


—Si, pero no— Responde ella. 


—Ilumínanos, madre— Digo, acomodando mi espalda en el cómodo sofá, para poder observarla mejor.  


—Servimos de estorbo, cariño— Dice risueña. 


—¿De estorbo? — Decimos mi padre y yo al unísono.  


—Sí, de estorbo— Servimos de estorbo para que nuestros hijos tercos y cabezas huecas, no continúen metiendo la pata, somos estorbo para que no tiren su vida por la borda o su carrera, somos estorbo para que no tomen malas decisiones, eso somos hasta el día que morimos, ya cuando eso sucede en nuestro reemplazo quedan las esposas, las buenas esposas por supuesto, si fuimos buen estorbo, escogieron la indicada, así que mi niño lindo y precioso lamento decirte, que este hermoso estorbo, no permitirá que sigas haciendo estupideces, así que vas a una tienda, te compras un esmoquin nuevo, vas donde tu estilista, te arreglas la barba y el cabello y  vuelves a ser el hombre espectacular que me costo once  horas de trabajo en labor y parto, para poder traerlo al mundo— Ah y ni se te ocurra llevarme, la contraria, porque te juro que te arrepentirás, Farid— termina diciendo mi madre, antes de salir de mi oficina, dejándonos a mi padre y a mi con la boca abierta. 


—Creo que se volvió loca— Dice mi padre, en un tono bajo. 


—Siempre lo ha estado, solo que no había dado, evidencias tan claras de ello— Digo también en tono bajo. 


Mi padre y yo nos reímos, mientras decido ir junto a él, a hacer lo que doña Jualiana Scott Harper, ordenó, prefiero tenerla contenta, mi madre enojada es todo un engorro.

 
Salgo junto con mi padre de mi oficina y subo a mi auto, que ya mi chofer tenía estacionado frente a la entrada, del edificio donde están mis oficinas.  


—¿Qué sabes de Alana? — Pregunta papá. 


—Esta bien— Respondo, intentando no demostrar, lo mucho que me afecta, hablar de mi muñeca. 


—¿Volverá? — Pregunta intrigado. 


—Espero que no— Digo parco. 


—Su vida y su carrera, están aquí Farid, no pretenderás que se regrese a Colombia, solo porque ya no es tu mujer— Responde mi padre. 


—Puede iniciar una carreta allá, no le conviene estar aquí — Digo serio. 


—¿Por qué no le conviene Farid? — Pregunta mi progenitor.  


—Porque no, acá hay más competencia y la política es sucia y desleal, tal vez en Colombia todo sea mejor, para ella—Digo con una mueca de molestia. 


—Pues yo creo que esa mujer, pronto estará de regreso, si no es que ya viene en camino— Espeta mi padre divertido.  


Su comentario me pone de mal humor, que Alana esté lejos me hace daño, pero por lo menos me ayuda a sentirme tranquilo, al saber que no está al alcance de quienes quieren lastimarla.  


                                        ******* 


—¿Todo listo, princesa? — Dice mi padre, dándome un beso en la mejilla. 


—Si, papá—Respondo, mientras lo abrazo. 


—Todo estará bien, mi niña, ninguna tormenta dura para siempre—Hasta el diluvio universal, tuvo su final a los cuarenta días— Dice mi padre. 


—Si papá, pero ese diluvio arrasó con todo— Digo intentando no llorar. 


—Con casi todo Alana, con casi todo— Dice mi sabio padre. 


Subimos las maletas al auto de papá y en compañía de mis progenitores, voy camino al aeropuerto. No puedo negar que siento algo de temor, pero toca. Como bien dijo mi madre, ella no crió a ninguna cobarde.  


Seis horas después estoy arribando al aeropuerto Jhon F. Kennedy de la ciudad de New York,  tal como lo prometió Taylor, personas bajo sus órdenes están esperándome. Por lo que le pido al chofer, que me lleve a mi apartamento, ese que tenía antes de casarme con Farid y que afortunadamente, conservé, después de casarnos. 

Para mañana Taylor, organizó una cena a la que estoy invitada y a la que por supuesto voy a asistir, si voy a regresar a trabajar en la política New Yorkina, que todo el mundo lo sepa.   


Tomo un relajante baño, con sales en mi bañera y me preparó mentalmente para volver a ver a Farid, porque es obvio que Taylor no perderá la oportunidad de fastidiarle la vida, así que de seguro es parte de la lista de invitados. Volveremos a vernos las caras querido, solo que esta vez lo haremos como ex esposos y en bandos contrarios. 


Luego de media hora, salgo de la bañera y tomo mi teléfono para llamar a Maya, es un poco tarde pero estoy segura que contestará. 


—Hola belleza— Dice mi loca e incondicional amiga, que es también mi diseñadora— Te llamé como mil veces ¿Cómo estás, amore? — Aquí tengo dos hombros para llorar y mucho licor para embriagarnos, Alana— Responde antes de siquiera dejarme saludar. 


—Estoy mejor y ya lloré— Pero ahora quiero venganza y tú me vas a ayudar, amiga— Digo en tono serio. 


—Cuente conmigo para las que sean amore—¿A quién vamos a matar? — Pregunta mi amiga. 


—A Farid Harper, pero lo mataremos del disgusto y para hacer eso, esta belleza colombiana debe lucir espectacular mañana en la noche y tú, mi querida Maya te encargarás  de eso.  


—Perfecto— amiguita, cuenta con eso, aunque si quieres que muera rápido y de forma dolorosa, también me ofrezco par ayudarte— Replica Maya, algo enojada.  


—Estoy en mi apartamento Maya, te espero mañana a las cinco de la tarde y trae por favor el más sexy y provocativo de tus diseños que sea de mi talla, incluye zapatos y accesorios, amiguita ahh y que el vestido sea de color rojo.  




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