Nunca entiendo su pregunta, así que me quedo en silencio mirando a la misma nada pensando en lo desagradable e inútil que soy. El tigre, aparentemente, lee mis pensamientos ya que luego, me vuelve a hablar con su voz tan extraña.
– Tú no encajas aquí, solo fíjate bien. Eres un tipo que vive encerrado en su mundo, que no comparte, no vive, no disfruta como otro ser humano. Tú eres diferente a los demás, por lo tanto, no debes de estar aquí.
El ser escalofriante también me dice lo mismo, pero de manera más dura, provocando que me odie y lo odie a él cada vez más.
Sin embargo, ambos me dicen lo mismo de manera diferente. No encajo aquí, no debo estar aquí; pero ¿qué debo hacer? ¿irme lejos? ¿ir a ese lugar que solo mis pensamientos me pueden dar y no salir nunca más de ahí?
El tigre, luego de quedarse unos minutos – u horas – esperando mi respuesta, se levanta y comienza a caminar hacia el muro, bajo mi mirada para centrarme – nuevamente – en mis pensamientos y así me quedo, por horas y horas, hasta que otro ser o animal, aparece para hacerme compañía o para destruirme más.
Una noche – como cada noche – ese maldito ser llega a mi habitación, con su misma sonrisa de burla y con sus mismos ojos penetrantes. Se sienta en mi cama, mientras yo estoy acostado de lado, me acomodo quedando de frente a él. Estoy asustado y él lo puede sentir porque su sonrisa crece, sin embargo, no dejo que me intimide y con voz fría le hablo por primera vez.
– ¿Qué quieres de mí?
El ser me mira sorprendido por unos segundos.