– ¿Qué quieres de mí? – repito.
– Quiero que te vayas de aquí – responde.
– ¿Para qué?
– Porque eres inútil y no mereces estar aquí, todos te odian.
Lo miro con llamas en mis ojos, no tiene que repetirme siempre lo mismo, no me gusta, no quiero sentirme más así.
– Vete – digo.
– Jamás, te perseguiré días y noches hasta que te vayas de aquí.
– Vete – repito cada vez más furioso.
– Nunca – responde con sorna sonriendo con burla.
Me levanto de la cama de golpe y tomo rápidamente una lámpara que está reposando en el velador de mi habitación. Me dispongo a lanzársela al ser, pero este, al darse cuenta de mi intención, se levanta y corre hacia el baño. Sin pensarlo y con furia lo sigo dispuesto a acabar con él.
Lo veo que está en el espejo mirándome asustado, primera vez que está así – o que me demuestra su miedo – eso me hace sonreír como sádico, al fin soy yo quien lo intimida. Me acerco con lentitud disfrutando su miedo, sintiéndome un ser poderoso, intimidante, precoz y líder.
Me pongo frente al espejo, lo miro al ser con mis ojos hechos furia, pero luego quedo impactado y congelado.
El ser escalofriante soy yo, soy yo hecho pedazos, soy yo muerto.
Niego con la cabeza volviéndome loco y riendo sin parar, suelto sin querer la lámpara y esta cae haciéndose pedazos al chocar con el piso. Me tomo la cabeza desesperado y corro de mi reflejo hecho pedazos volviendo a mi oscura habitación.