El sol siempre regresa

MERY

Sí, como ya les he contado antes. Mi mamá está muerta. Fue muy triste para mí que ella se fuera, porque me dejaba sola. «Cabe aclarar que no estaría del todo sola porque también tengo un papá, al que adoró demasiado, es el mejor» Pero tengo que admitir que con quien más tiempo pasaba era con ella.

Todo empezó de esta manera…

Estaba sentada, mirando a través del cristal del auto. Después de haber llovido hasta con truenos en el cielo, durante un largo tiempo. Todavía sigue oscuro y las pistas están llenas de agua, son tan solo las tres de la tarde, pero las luces de los postes acaban de prenderse.

 «Parece como si fuera las 6 p.m. ¡Este día se está haciendo demasiado largo!» Pensé en ese momento. Las horas pasan tan despacio que hasta me desespera. En otro momento hubiera querido que los minutos sean eternos, pero hoy no, ni tampoco ayer, ni tampoco mañana. Al estar observando las calles, vi a muchos niños felices, saltando en los charcos y correteando mientras llovía, aprovechando esas pocas gotitas que aún se sentían.

Cuando los miraba, no podía evitar recordar a mi mamá. Ella era increíble y tan buena, cuando llovía solíamos salir bien abrigadas y con una hermosa, pero gigante sombrilla color rosa. Justo en ese momento íbamos a realizar las compras al supermercado, comprábamos chocolate, algunas galletas, fruta fresca, verduras, yogur y si había algo que me llamara la atención como adornitos para el cabello o peluches pequeños, también lo comprábamos.

Sí, como no olvidarlo. Regresábamos con las bolsas llenas a casa y encontrábamos a papá sentado frente al sofá viendo una película antigua en la televisión, siempre al hacer eso, nos entrábamos un poco mojadas porque también aprovechábamos para pasar por el parque y jugar un poco. Pero… desde hace tres días… ya nada era lo mismo…

 Mamá ya no estaba, papá se encontraba conduciendo la camioneta, nos estamos mudando. «Todos los recuerdos se quedarán ahí» Se repetía una y otra vez esa idea en mi cabeza. Y de ahora en adelante seremos solo nosotros dos, todavía me asustaba pensarlo, pero teníamos que empezar de cero. Me encogí en el asiento, al sentir que una lágrima resbalaba por mi mejilla. Esos días yo me preguntaba a todas horas. ¿Mamá no puede volver, aunque sea por un segundo?

—Mer, princesita tranquila, ya estamos llegando… Podremos ver la película que tanto querías, ¿Cómo se llama? ¿Valiente?… no ya sé ¿Enredados? —preguntó mi papá tratando de cambiar de tema, con una pequeña sonrisa en su rostro triste.

Vi que papá se distrajo un momento al verme sonreír y sin querer derribó un tacho de basura que se encontraba al costado de una plaza, pero fuera de la vereda. Tal vez estaban barriendo esta zona, no sabía que se había celebrado por aquí, hay mucha serpentina, botellas y bolsas plásticas, aunque era bastante temprano, yo creí que lo hacían en las noches.

—¿Qué pasó, papá? ¿Algo se cayó?

Inmediatamente, papá estacionó su vehículo frente a la plaza, cerca de una pollería, abrió la puerta del carro, se quitó el cinturón de seguridad y se dispuso a bajar.

—Espérame un momento pequeña, tengo que arreglar eso y ahorita regreso —dijo señalando al tacho y dirigiéndose en su dirección rápidamente.

En ese tiempo observé, a través de la ventana, como papá recogía todo lo que había derribado, no había nadie cerca, así que pudo hacerlo tranquilamente. Recordé que casi siempre era bastante torpe y se distraía muy rápido, a veces me causaba mucha gracia, también tenía una inmensa paciencia que ciertas veces me molestaba, ya que para llevarme al colegio demoraba más de lo debido, yo me encontraba lista con el uniforme ya puesto y bien recogido, mientras que él, recién empezaba a cepillarse los dientes.

Igual lo quería un montón, era muy engreidor conmigo y en poco tiempo, ya había tomado en serio su papel de mamá y papá, pues se había aprendido mis gustos en películas, dulces, ropa y colores. Después de un rato entró al auto, pero inmediatamente se dio cuenta de que estábamos al frente de una pollería, me miró y me di cuenta de su ingeniosa idea, ya que digamos que en la cocina no era muy malo, pero tampoco es que se sepa un menú tan variado.

—Princesa, ¿te parece si hoy celebramos nuestra mudanza y compramos aquí la comida para ahorrarnos el tiempo?

 Al escuchar esa pregunta, hizo que me alegrará un poco y respondiera.

—Sí, papito, ¡quiero muchas papas fritas y más tarde quiero comer helado de chocolate! —vi que él sonrió con la respuesta y se alegró al instante.

Cuando vi esa expresión. Me quedé en silencio un momento. Porque no lo había visto tan tranquilo desde hace un mes cuando todo esto empezó, y mamá cayó gravemente enferma en el hospital, la internaron, yo dejé de verla, él la visitaba frecuentemente hasta que un día llamaron y nos dijeron que no se pudo hacer más.




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