Estaba de pie junto a la ventana, cuyo cristal, como un espejo, reflejaba su figura, pero no le permitía ver lo que se escondía detrás de ellos. El jeque Rashid no la dejó mirar al mundo debido a las características del palacio. Verbalmente, detrás de cada velo se escondía no sólo el paisaje desértico, sino también la libertad de ella, que le había arrebatado en cuanto cruzó el umbral de aquel exquisito pero frío lugar.
Podía sentir que los muros del castillo se estrechaban a su alrededor, como si él estuviera vivo, respirando, vigilando partes de ella. Cada paso que daba le recordaba que allí no era más que una invitada, una prisionera. Sus palabras y miradas eran recuerdos ominosos de su impotencia. En este lugar, incluso el aire estaba saturado de energía.
Sheikh Rashid siempre estaba allí, como una sombra, e incluso cuando él no estaba, ella sentía su presencia. Pero hoy llegó antes de lo habitual.
Lily podía oír sus pasos, resonando por el largo pasillo. En ese momento, todo dentro de ella se tensó. Ya sabía que algo inevitable seguiría a este paso.
Cuando entró en la habitación, su mirada era fría e impenetrable. Su rostro estaba oculto tras una máscara de indiferencia, pero ella sabía que no era más que un engaño. Todo en él estaba impregnado de tensión, y podía sentir su presencia penetrando en el espacio a su alrededor. Sus palabras fueron como bloques de piedra cayendo sobre sus hombros.
—¿Sigues pensando que tu libertad es de tu propiedad? Su voz era baja y autoritaria, como siempre, pero había en ella una amenaza abierta. Él se acercó y ella sintió que el aire entre ellos se volvía espeso y pesado.
Lily no respondió de inmediato, tratando de contener la tormenta de emociones que rugía en su pecho. En ese momento, de pie frente a él, se dio cuenta de que su libertad era solo una ilusión, al igual que su antigua vida. Todo lo que sabía sobre su independencia había desaparecido. Aquí, en su palacio, todo estaba bajo su control.
—Estás jugando conmigo —susurró ella, con la voz temblorosa por la ira y la desesperación—. "¿Te has llevado todo lo que tenía y todavía te atreves a hablarme de la libertad?"
Sus ojos brillaron y algo que parecía una sonrisa apareció en su rostro, pero había algo diferente en ello, inefable y peligroso.
"Te equivocas. No te voy a quitar nada. Decidiste venir aquí tú mismo. Aceptaste ser parte de mi juego.
No podía ocultar su irritación. Siempre es hábil para cambiar sus palabras, al igual que cambia sus pensamientos. Sintió que su paciencia se agotaba, pero ¿qué hizo? Era como un viento que se lleva todo lo que no puede echar raíces. Los sentimientos luchaban dentro de ella, pero una cosa estaba clara: no podía deshacerse de la maldita atracción que la atraía hacia él.
Rashid se acercó tanto a ella que podía sentir el calor de su cuerpo, pero su tacto era tan frío como el acero.
—No eres libre —dijo, levantando la barbilla—. "Serás mía". Y esto no es una ilusión. Esta es la realidad.
Tenía razón. No pudo escapar. No podía escapar de sus deseos naturales. Ella ya estaba en su red, e incluso si estaba protegida, su influencia sobre ella era demasiado significativa.
—Siempre estarás aquí —dijo—, y me pertenecerás, aunque quieras negarlo.
Lily se quedó de pie, congelada, sintiendo que su mundo se desmoronaba en sus brazos. Ella era una prisionera, y su palacio fue el lugar donde su libertad se desvaneció para siempre.