Se sentó en las sombras, con los ojos aún ardientes, aunque su rostro estaba tranquilo. Se paró frente a ella, tan arrogante y dominante como siempre. Pero hoy había incomprensión, casi irritación en sus ojos. No estaba acostumbrado a que alguien no obedeciera. Y no solo se negó a seguir sus instrucciones, sino que lo llamó, abierta y audazmente, en el momento en que los demás ya estaban de rodillas.
—Eres demasiado orgulloso —dijo, en voz baja pero amenazadora—. "Sabes que no puedes vencerme.
Lily levantó la cabeza y lo miró a los ojos. No había miedo en sus ojos, solo firmeza, como si cada mirada fuera un recordatorio de su fuerza. No se iba a rendir. Su alma no podía ser esclavizada.
—No voy a obedecer —dijo ella con firmeza—. "No puedes obligarme a ser tu juguete.
El jeque levantó una ceja ligeramente, su rostro permanecía impenetrable, pero había una chispa de curiosidad en su mirada. Se acercó lentamente, paseando por la habitación como si esperara algo.
"¿Crees que no puedo romperte?" Sus pasos eran seguros, se tomó su tiempo, disfrutando el momento en que su desafío detuvo su juego. "No sabes con quién estás tratando. Tomaré todo lo que necesito y no podrás detenerlo.
Se puso de pie y dio un paso atrás, pero no retrocedió. Por el contrario, su mirada se volvió aún más decidida.
"No entiendes que no soy como todos los demás. No necesito tu poder. No quiero estar en tus manos como tu juguete.
Algo brilló en sus ojos que ella no pudo entender de inmediato. Tal vez fue una sorpresa, tal vez un interés, o tal vez un desafío. No solo era el que dictaba las reglas, sino también el que le gustaba romperlas.
Él se acercó aún más, y ella sintió que su presencia se volvía más intensa, como el fuego que puede quemar o calentar.
—No puedes irte —dijo él, como si dijera que ella estaba tratando de escapar de su destino—, es solo una ilusión. "Tus palabras no importan. Estás aquí. Y no puedes alejarte de mí.
Su respiración se aceleró y los pensamientos pasaron por su mente sobre lo difícil que era contenerse. Todo dentro de ella explotó como una tormenta. Sí, ella se resistió, pero no podía negar que sus palabras y su mirada la afectaban tan fuertemente que cada uno de sus movimientos se volvía cada vez menos seguro. Él era el único que podía borrar todos sus límites.
Pero no se iba a rendir. Su orgullo era demasiado grande para permitirle ganar sin luchar.
—Puedo irme —dijo, pero ahora su voz era más tranquila—. "Y lucharé por mi libertad, a pesar de tu estatus.
Rashid estaba de pie frente a ella, con una mirada intensa y, a pesar de su confianza, él también podía sentir que este momento cambiaba. No estaba dispuesto a dejarla ir. Pero, ¿realmente podría liberarlo? ¿O no era más que un nuevo juego para él, en el que él mismo estaba al borde de la destrucción?
—No lo entiendes —dijo, con voz ahora suave pero peligrosa—. "Puedes irte, pero ya te has convertido en parte de mi mundo. E incluso si sales por estas puertas, todavía permaneces en mis manos.
Se detuvo. Estas palabras le exprimieron el corazón. No era solo una amenaza, era una promesa. Había pensado en encontrar un camino de regreso, pero ahora ni siquiera estaba segura de que existiera. No la iba a dejar ir. Y lo más importante, no podía ganar este desafío, no podía irse sin intentar ganar.
—Lucharé —susurró casi para sí misma—. "Incluso si no me dejas ir".
El amo del desierto la miró con la misma expresión con la que decía que estaba dispuesto a aceptar cualquier regla que ella le propusiera. Había arrogancia en sus ojos y deseos de apoyo, como si ella solo estuviera confirmando la sentencia.
Y así, no hubo más palabras entre ellos. Solo había una lucha que acababa de comenzar.