CAPÍTULO TREINTA
Cristopher
Un suspiro abandono mi boca, nada salió como lo esperaba, pero es que fui un tonto, ella tenía razón; después de todo el daño que le cause, ¿creía que me recibiría con los brazos abiertos y una sonrisa en su rostro? ¡¡Claro que no lo haría!!
— Yo sabía que estaba aquí, pero jamás creí que ella sería la que vendría — murmuro mi hermana, sentándose a mi lado, provocando que frunza el ceño
— ¿La viste?
— Su hermano también se casó hace unas semanas... Yo no la había reconocido, pero uno de sus otros hermanos la llamó por su nombre
— ¿Por qué no me lo habías dicho?
— No sé — susurra, y yo suspiro nuevamente
— Ella me odia... ¿Crees que sea correcto aceptar la propuesta del libro?
— Tal vez a ella no le afecta, porque si lo hubiera hecho, desde el principio cuando se enteró que tú eras el autor, pudo haberse ido y no decirte nada; pero no lo hizo y aún después de hablar contigo, te aseguró que vendría un trabajador para que hablará contigo
— Solo quiero dejar de lastimarla...
— De verdad quiero ayudarte hermano, pero no sé cómo hacerlo...
Pasaron casi seis años, en todo este tiempo no supe nada de ella; y realmente cambió, ya no es la Alexandra que yo conocí...
Cuando me enteré de que se había ido a México, en cierto modo, sentí que todo se terminaba, pero también entendí que era lo mejor para que nadie la lastimara. Pero como siempre pasa...
Intentamos proteger a las personas que más queremos sin darnos cuenta de que somos nosotros mismos, los que más daño les causamos
Jamás me terminaré de perdonar todo lo que la hice sufrir y por más perdón que le pida, nada recompensará todo el dolor que le causé. Y también sé que debo de dejar de justificarme con esa absurda excusa de lo hice para protegerte ¡por favor! ¡¡La protegía de todos menos de mí!!
Se que ahora muchos de ustedes me deben de estar odiando y yo también lo hago, porque ella era la persona más hermosa de este mundo, pero jamás la cuidé como se merecía, ella me dio su corazón y yo decidía lo que tenía que hacer con él. Pero en vez de cuidarlo como la cosa más débil de este mundo, solamente la dejé caer, haciendo que se convirtiera en pedazos; y ella, sola, sin ayuda de nadie, junto cada pedazo e intentó repararlo, pero como ella misma lo dijo: “Me dijiste que te alejabas de mi para que no saliera lastimada y después de que todo sanó, ¡¿intentas llegar nuevamente para convertirnos en mejores amigos?!" Yo solamente llego a destruir todo lo que ella ya había reconstruido nuevamente...
También te sufrí Alexandra, también te lloré; pero cuando me di cuenta de que jamás podría volver a estar contigo, aunque me doliera en el alma, tenía que seguir adelante para dejarte atrás, y sin darme cuenta, me terminé enamorando de Mariana; ella en ningún momento me abandonó, siempre me intento animar y estuvo cuando caí en un pozo sin fondo, tampoco me di cuenta cómo llegó el amor entre nosotros dos, pero ahora, siento lo mismo que alguna vez también llegue a sentir por ti...
—Cris — escucho la voz de mi ahora esposa, llegando a mi lado, haciendo que le sonría; se ve preciosa con ese vestido blanco, es una princesa... —. Necesito hablar contigo
— No llevamos ni veinticuatro horas casados y ya me dio miedo esa frase — confieso, provocando que ría
— No será algo malo, pero si es necesario que hablemos — habla esta vez un poco más seria
— ¿Qué pasa?
— Hable con ella — susurra y yo la miro —. Le conté todo. Sé que no era yo quien debió habérselo dicho, pero ella me preguntó y yo no pude negarme. Pasaron cinco años, Cristopher; ella tenía el derecho de saberlo
— ¿Qué fue lo que te dijo? — pregunto mirando el piso
— Nada, solo se dio la vuelta y se fue...— esto no debe de estar pasando
— ¿Crees que deba preocuparme? — pregunto, provocando que ella me mire un poco nerviosa
— No lo sé. Tal vez ella aún te interesa, por eso te lo digo, si quieres ir a buscarla, ve yo...
— Mariana — la llamo y me giro para verla y luego tomar sus manos con las mías —. No me voy a ir a ningún lado, hoy es nuestra boda; por nada del mundo me voy a separar de ti, esposa mía — le aseguro, para después darle un corto beso en los labios
— Te amo, esposo
— Y yo a usted esposa — murmuro, para después abrazarla con una sonrisa en los labios
Alexandra ya no es una niña pequeña; ella debe saber cuidarse, aunque suene duro, yo ya no tengo porque preocuparme por ella...
Alexandra
Horas después
— ¿Tú quién eres? — me pregunta molesto, mientras que yo lo miro con desprecio
— ¿Acaso te importa?
— Me trajiste aquí a la fuerza. Quiero saber quién fue la persona que me trajo a este lugar, y veo que tuve suerte, eres realmente preciosa
— Y tú eres un ser miserable — espeto, haciendo que el apriete su mandíbula — ¿Qué pasa? ¿Te duele tanto que te digan la verdad?
— No sabes con quién te estás metiendo, niña
— No. El que no sabe con quién se metió fuiste tu — digo molesta —, arruinaste su vida dos veces; pero te aseguro que no habrá una tercera vez, Luis
— Ni siquiera sé quién eres... Pero tampoco me interesa; según tú, ¿a quién le ocasione daño?
— A quién no, le causaste daño, querrás decir - lo corrijo, mientras me siento frente a él, para después cruzarme de piernas —. Pero bien te diré; a la señora Victoria, a Valentina, a Cristopher...