La claridad de la mañana se cuela por la ventana de la habitación. Puedo sentirla aun sin abrir los ojos, incluso parece que me lastima con solo rozarme. Jaime, mi esposo, da vuelta en su lado de la cama y posa su brazo sobre mi abdomen en un intento de abrazo que no concluye porque el sueño lo vence de nuevo. Yo no quiero ni abrir los ojos. Sé perfectamente que hacerlo será enfrentarme con la realidad. Y es que mi noche ha sido terrible: no dormí, y cuando pensé que lo hacía, era solamente el sopor del sueño que me mantenía en un trance de desesperación y dolor, que, a pesar del tiempo, sigo sin saber cómo controlar.
Mis pupilas dolerán y no querré que nadie se acerque, me toque o me vea. Lo sé y no puedo evitarlo. Sin embargo, no digo nada, ni aparto a Jaime por el temor de herir sus sentimientos, que ya de por sí piensa que lo hago a un lado para sumergirme en una depresión que ni siquiera hace el intento de entender.
Trato, con cuidado, apartar su mano, ya que me oprime dolorosamente y siento la rigidez de mi brazo, protestando por el movimiento. Será un día difícil. Lo compruebo cuando en vez de lograr que me suelte, el brazo de mi esposo se aferra más, rodeando mi cintura, sin tener conciencia de la ráfaga de malestar que eso provoca.
Quiero gritar, pero me contengo. Trato de respirar intentando sosegarme un poco, pero incluso eso duele, mas ya no intento nada y menos cuando viene a mi mente la discusión que tuvimos anoche, cuando no pude hacer el amor y desfogué mi impotencia en un grito furioso que arruinó el momento y rompió un poco más nuestra relación.
Jaime piensa que he cambiado, que no lo amo como antes, que todo ha cambiado entre nosotros, que nada es igual.
¡Claro que lo amo! Es tan frustrante que no entienda, que no me entienda. Quiero zarandearlo cada vez que me pregunta: “¿Que tienes, Valeria?, ¿estás enojada?”. Me quedo callada y solo niego, porque lo que quisiera es gritarle: “¡estoy adolorida, no enojada!”.
Entonces llega la culpa, ya que él también ha tenido que cargar con esto sin ninguna necesidad y lo he privado de la esposa cariñosa y atenta que solía ser y que tampoco sé dónde quedó. Hay veces en las que siento tanta impotencia por no entenderme, por no encontrarme, por no ser como era. Ha sido tanto tiempo que he estado sin mí y tanto los deseos de volver a estar en control de mi cuerpo.
Mi rutina es dolor, enojo, desesperanza. Y no es siempre, debo admitir. Hay días no tan malos en los que doy una mejor cara al mundo, a pesar de que siga perdida; o que literalmente me pierdo, cuando llegan esas nubes de amnesia que ni siquiera me dejan ubicar qué es lo que estaba haciendo.
Es tan desesperante, lo sé, lo vi en Jaime cuando las crisis se fueron acentuando con el pasar del tiempo, y ahora solo se aparta sin saber qué hacer, y se frustra, porque quizá pensaba que esto se quitaría en una semana como cualquier gripe.
Sé que existo aún, solo que no puedo fluir desde dentro, ya que estoy atrapada en un padecimiento invisible para los demás, pero tan catastrófico para mí. Tengo “fibromialgia”, una enfermedad crónica y compleja que causa dolores generalizados y un agotamiento profundo. Muchas veces es tanto el malestar que no quiero saber nada. También hay días en los que sonrío a pesar de que lo que en realidad quiero es llorar; o me levanto y doy el primer paso del día, tratando de que la fatiga no me domine. Como, aunque me duela tragar los alimentos; me peino aún si el cabello me duele y trato de vivir, pese a que me cueste respirar. Solo por intentar ser yo, a pesar de todo, haciendo un sobreesfuerzo para que el tiempo no se escape y me quede atrás, para que no se vaya sin mi.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Hola!!!
Esta fue una tarea que hice para un curso de novela. La verdad, fue una experiencia diferente, puesto que tuve que documentarme sobre este padecimiento y escuchar testimonios.
Agradezco mucho a mi amiga (agapi) Paola Alejandra, quien fue fundamental para este relato y que ahora comprendo lo que batalla día a día para que esa sonrisa bella aflore en su rostro. Te admiro y ti amu mucho más, gracias por enseñarme esta parte en tí que sorteas día a día y es un reflejo de tu enorme fortaleza.
Espero les guste.
Abrazos con amor jarocho.