“Hay un problema con las personas que demasiado, y es que cuando el objetivo de su entrega se marcha, se quedan solos y sin amor propio. Y yo, que me creía el todopoderoso del pundonor y autoestima, yo que juraba no rendirme al bajo mundo de pensar en los demás antes que en mí, me enamoré, y bien cabrón”.
Tras una eternidad de espera, la puerta principal de la cafetería se abre, la campanilla que anuncia al nuevo cliente se sacude y mi gitano amigo lleva a nuestra cita. ¡Joder!, está más fornido, seguro se ha apuntado para algún gimnasio; camina con el talante de un hombre seguro de lo que hace y su presencia se convierte en el centro de las miradas femeninas. Si me gustaran los hombres, Freddy sería mi tipo.
Nos fundimos en un abrazo longevo, macizo y cálido, nos besamos las mejillas y se sienta frente a mí en silencio, sonriendo ambos; no puedo creer que por fin lo tenga de cerca, luego de tantos años, luego de su éxito masivo y éste cambio de vida que ambos hemos dado.
—¿Le sirvo algo al caballero? —La mesera interrumpe nuestras sonrisas silenciosas, es la perra de Andrea, que dejó ignorado a mi mesero.
—Otro café, gracias. —¡Joder!, y con esa voz profunda y varonil hasta yo comienzo a dudar de mi heterosexualidad. La chica mojó sus bragas también, por la forma en que muerde sus labios y se sonroja. Lástima, tengo más probabilidades yo que ella.
—Así que aquí estamos.
—Estamos aquí —respondo. La chica trae la taza, brindamos con el café—. Por no ser dos hijos de puta asalariados.
—Carajo, estás tan cambiado —le digo al beber tras el brindis.
—Y tú estás tan igual.
—Créeme, no soy el mismo.
Debe ver en mis ojos la tristeza, porque su sonrisa se diluye. Indaga en el asunto y en pocas palabras le resumo mi relación con Kate y su fin.
—Bro, te lo digo yo que los conocí —algunas cosas nunca cambian—, esa relación fue un puente para ambos: A ella para enseñarle a amar sin entregar algo de sí, y a ti para dar al amar. Tú eras muy egoísta y frío, ella demasiado dadivosa y abnegada, juntos aprendieron qué se siente estar del otro lado y, espero, a mantener un balance.
—¿Tú crees?
—Estoy seguro —responde, sorbiendo su humeante y azucarada taza de café—. Ahora, dime, ¿cómo va el proyecto ese de arte?
—Casi lo olvido. —Saqué una carta de mi chaqueta y se la entregué, ya estaba abierta, la había leído unas veinte veces para asegurarme de que estuviese pasando—. La recibí dos días luego de que Katerina se fuera.
—¿Se fuera?
—Sí, le dije esa noche que volvería por mis cosas pero cuando lo hice ella y todas sus cosas ya no estaban. Supongo que se fue a vivir sola, o con él. La carta llegó y no he respondido las llamadas —explico, mientras él analiza lo que allí había escrito—, tengo la sensación de que es mentira, como un sueño que se terminará en un chasquido. Creo que tengo miedo, no sé.
—No puedo creerlo —murmura, intercambiando miradas entre a carta y mi rostro—. Ésta es la oportunidad de tu vida, ¡y lo estás dudando!
—Tengo miedo —repito.
—En Siria tienen miedo de morir bombardeados en la noche, tú lo que tienes es un bloqueo, así que haré lo que tú hiciste por mí hace años.
»Escúchame, cabrón. —Con toda la seriedad del hombre en que se ha convertido, se sienta a mi lado y posa su mano en mi hombro, con autoridad—. Perdiste a tu madre y a tu viejo, dejaste al amor de tu vida y la chica que te ayudó a salir del agujero sentimental te dejó por otro porque te convertiste en un sumiso. —Vaya, casi lo olvido. Creo que Freddy no ha cambiado mucho—. ¿Qué más carajos tienes que perder? ¿Ya eres un fracaso a los ojos de los demás: Sin empleo, sin título universitario —bueno, tengo un diplomado en administración—, sin oficio, viviendo en un agujero de mierda y pobre. ¡No tienes nada que perder!
—¿Y si no lo logro?
—¡Lo vuelves a intentar! SI esto es algo que de verdad deseas, si es algo con lo que creer que no puedes vivir sin, entonces lo intentarás una y otra vez sin parar. Porque esto es parte de ti, y uno no renuncia a sí mismo, uno se proclama, uno se conquista y se libera. ¿Entiendes?
—Vale, entendí. Llamaré mañana.
—¡No! No mañana: Hoy, porque hoy es el único día que tienes y lo único que siempre tendrás.
—¿Acaso me estás recitando parte de tu libro para motivarme?
—¿Funcionó? —ríe.
—Algo así —respondo, sacando mi celular para marcar al director de la galería y aceptar su propuesta de consigna.
Cosas pasan en la vida, cosas que uno no puede saber a ciencia cierta si son casualidad o causalidad, como el reencontrarse con su mejor amigo y el amor de su vida la misma noche. En el fondo no creo que importe el “cómo”, sino lo que hacemos con el “para qué”.