“…Y está bien, está bien no lograr todo lo que uno quiere, porque se tiene la oportunidad de ser feliz con mil cosas más. La vida no se te acaba y los sueños no mueren, eclosionan”.
¿Saben qué me caga la vida? Que me digan que tengo que hacer algo para conservar un derecho, como los absurdos impuestos o consumir más en una cafetería para continuar ocupando una mesa. ¡Me caga la vida!
Estoy seguro que el mesero sabe percibir mi disgusto por ello aunque no se lo diga, tal vz sea mi mirada de perro bravo o el gesto que hago al pedirle unas empanadas de carne. Pero, como Freddy me enseñó, colecto mi negatividad, la visualizo en una esfera, cojo una almádana y hago trizas la esfera mental con una brutalidad potente hasta que no quede nada. Y regreso a mi estado zen.
—No funciona.
—Es que no lo estás haciendo bien. —La sesión de meditación al centro de la salita no estaba saliendo como Freddy esperaba. Un par de minutos y siento que necesito levantarme y destrozar el equipo de sonido que escupe las mantras como sonidos del infierno—. Vamos a intentar algo más.
—Inténtenlo ustedes, yo voy a fumar, ¿vienes? —Katerina ni siquiera sale de su trance con nuestra discusión, eso es lo de ella: Esoterismo, chacras, mantras, horóscopos… Es su paraíso de supersticiones y encontró en Freddy el compañero ideal para explorarlo. Para mí los dos están locos, pero yo lo estoy más por conservarlos a mi lado.
—Bro, quédate, por favor, necesito que encuentres tu estado zen.
—Que lo encuentre Kate, ella parece más cerca de encontrarlo, y que me mande la dirección en tiempo real.
—¡Vamos, bro! Intentemos un ejercicio más, sólo uno.
Entrecerré mis ojos hacia él, “ommm” decía la voz en el equipo de sonido.
—Estás muy raro, ¿por qué insistes en mantenerme calmado?
Los pómulos de Freddy delataron sus intenciones al imponerle un color rojizo. Crucé mis brazos esperando su explicación. Los mantras se detuvieron y Katerina se acercaba a nosotros, más bien a Freddy, apoyándolo. Algo estaba pasando y yo no sabía nada.
—¡Bah!, te digo de una vez: Tengo una oferta de publicación para mis dos libros. En España.
Uno se da cuenta de que se es mal amigo cuando, en lugar de alegrarse por el éxito de tu amigo, se preocupa de quedarse solo. Sí me sentí bien mierda, y por un momento, casi creí estar dándole los cien a Mauro, otra vez. Pero no, ésta vez, no lo mataría al darle algo de mí, sino que le haría libre. Es lo que hay que hacer cuando se ama, es lo más difícil también: Dejar ir.
—Bro, di algo.
Me petrifiqué con la noticia. ¡Vamos!, que luego de casi dos años viviendo juntos era casi como tener una relación formal.
—Qué pendejo soy. Felicidades, Freddy. ¡Felicidades, amigo!
Lo abracé por varios minutos, despidiéndome de mi mejor amigo y único hermano, despidiéndome de un chico que, estando más roto que yo, me ayudó a limpiar la mierda que había en mi vida.
—¿No estás molesto? —Aún sobre mi hombro. Me aparté, asombrado—. Es que lucías bastante preocupado, temía qué…
—Éste era el plan, ¿recuerdas? —interrumpí—. No ser más uno hijos de puta asalariados, y aunque ésta oportunidad viene de una mentira —Katerina me sonrió—, y el valor para intentarlo de una borrachera, el destino lo está haciendo posible. No te detengas por nada ni por nadie.
—Pero tú te quedas.
Lo tomé de las mejillas.
—No te detengas por nada, por nadie. Está bien dejar ir, está bien que de pronto las personas que deseabas a tu lado ya no puedan seguirte el paso, no hay problema al descubrir que debes hacer algo inesperado para alcanzar esa meta, de eso se trata la vida: Caminar. Yo caminé una parte del camino a tu lado, es tu turno de continuar solo.
Freddy lloraba, era como un niño grande. Lo abracé otra vez y lo besé. En los labios. Uno sabe, en el fondo, lo que é y lo que no es; cuando eso se tiene claro se puede hacer y deshacer. Salimos a tomarnos unas copas esa noche, luego parpadeé, y Freddy se había ido junto a las tormentas de primavera.
Así que así se siente, cuando eres el que se queda, al que dejan, el que no puede seguir el ritmo del tambor, era como una sensación de vacío, sin emociones ni tiempo. Me encontré sintiéndome tan solo como cuando regresé a casa y recordé que mi viejo se había muerto.
—No sé a quién le da más tristeza: Si a ti, quedarte sin Freddy; o a mí, verte deprimido sin él. ¡Qué necesidad tienes de cuidar de los otros, eh!¡Qué manía de querer solucionar la vida de los demás! Deberías visitar un chamán para que te haga una limpia, te daré mi contacto, me ayudó con mis exámenes finales.
—Que me limpie los huevos, yo no estoy yendo a ningún loco, loca.
Charla de almohada. Humo y respiraciones aceleradas, tabado y placidez acompañada de confesiones. La miré, le gustaba estar desnuda, en cuerpo y alma; le gustaba el esoterismo y hacer dietas que duraban una semana, le gustaban los bares populares y la cerveza ligera, le gustaba que cuidara de ella y que la nalgueara en la cama.