Después de escuchar la respuesta de la mujer, a Juan Méndez le corrió un escalofrío por la espalda. A su todavía incredulidad por la muerte de Berta se le sumaba que Regules estaba buscando una secretaria. Mientras miraba un punto fijo e intentaba ordenar sus ideas, la mujer le hablaba sin parar. Él la miraba sin ver y sin escuchar una sola palabra de lo que le decía. Solo observaba el movimiento de sus manos y los gestos faciales. Una vez que volvió a la conversación se dio cuenta de que debía saber más de la presencia de ella en esa oficina.
- ¿Y cómo acordó la entrevista?
- En realidad no acordamos ninguna entrevista, vine por el aviso del diario – mostrándome el aviso –
Méndez tomó le diario y leyó el aviso "Se busca secretaria bilingüe, buena presencia. Conocimientos de paquete Microsoft office. Presentarse a partir de las 09:00 hs en..." O sea que Regules había solicitado la publicación del aviso cuando Berta aún estaba viva. Ahora sí que Juan no entendía nada de lo que había ocurrido ni nada de lo que estaba aconteciendo en ese día. Parecía una pesadilla, pero era la pura verdad.
- Bueno, Mónica, yo tengo que hacer un par de trabajos pendientes, pero quedate acá esperando al señor Regules. Cualquier cosa que necesites avísame.
- Muchas gracias, Méndez.
Méndez se sentó en su posición dispuesto a culminar sus tareas pendientes. En un momento la mujer comenzó a hablarle nuevamente. Hablaba demasiado para su gusto.
- ¿Y qué tal es el clima en la oficina? Veo poca gente.
- Si, lo que pasa es que están todos en el velorio de la secretaria, la que vos vas a reemplazar.
- ¡Qué pena! Es esa de la foto- señaló un portarretrato que estaba sobre el escritorio de Berta –
- Si, es ella.
- Tan jovencita y tan bonita. Pobrecita. ¿Qué le pasó?
- Muerte natural aparentemente. Veremos después que dicen los resultados de la autopsia.
- Claro...¿Puedo fumar?
- ¡Claro que sí! – Le contestó con entusiasmo Méndez, mientras le convidaba uno de sus cigarrillos –
- No, gracias. Esos son muy fuertes. Voy a fumar de los míos.
Méndez se acercó un poco más y le encendió el cigarrillo. Luego se encendió uno él y se quedó mirándole los labios a Mónica. Tenía unos labios muy sensuales y aparte se los había pintado de un rojo furioso que los hacía ver más gruesos y a la vez resaltaban la blancura de su piel.
- ¿Estás casada? – Le preguntó Méndez, atrevidamente –
- No. Estoy sola. Sin novio. Muy ocupada. Estudio derecho y no tengo mucho tiempo para salir. No sé, tal vez sea una excusa. ¿ Y vos?
- Yo solo también. Vivo a unas pocas cuadras de acá. Solo y tranquilo.
- Bueno ya nos llegará el amor a ambos en algún momento, no hay que perder las esperanzas. Somos jóvenes.
- Si, eso es verdad.
Mientras seguían charlando amenamente, llegó Regules. Apenas entró a la oficina se quejó por el olor a cigarrillo, pero una vez que vio a Mónica se olvidó de todo. Y hasta le pidió disculpas por su queja con respecto al cigarrillo ya que ella estaba fumando.
- No se preocupe señor, ya lo apago.
- No, señorita, faltaba más. Vamos a mi oficina. Adelante.
- Ok. Permiso – dijo Mónica mirando hacia el lugar donde estaba Méndez –
- Adelante. Y suerte.
- Gracias.
Mónica ingresó a la oficina de Regules y este detrás. Méndez pudo observar con claridad el buen culo que tenía ella. Se quedó pensando un poco que lindo sería hacer el amor con ella y luego se sentó nuevamente en su posición. Al rato volvieron los "trillizos" de la oficina: González, Nocee y Pellman. Se dirigió a este último quien era el enacargado de redactar los avisos de ofrecimiento de empleos que luego serían publicados en los diarios.
- Che, Pellman. ¿Vos ayer pediste un aviso buscando una secretaria?
- ¿Qué? Vos estás loco, Méndez.
- No...si...bueno...dejá...Si tenés razón, estoy loco.
Después de casi una hora de entrevista, se abrió la puerta de la oficina de Regules, este salió junto a Mónica.
- Bueno, muchachos, les presento a una nueva compañerita: Mónica Craco. Es la nueva secretaria.
Todos se miraron incrédulos. No podían creer con la rapidez que Regules había encontrado reemplazo de Berta. González la miró con desdén. Los otros dos solo le miraban las tetas. Regules estaba exultante con su nueva adquisición.
- Bueno, espero que sea bienvenida por todos ustedes y que colaboren con ella. Sobre todo al principio. Espero contar con la colaboración de todos.
- Ok. Regules. Cuente con eso. Y cuando pueda, me gustaría hablar con usted.
- Venga ahora, Méndez.
Entraron a la oficina.
- ¿Qué es todo esto, Regules?
- ¿De qué hablas?
- En el velorio de Berta me dijo "que bien que cogía" ¿Usted que sabe? ¿Nos seguía? ¿La llamó anoche?