La jornada laboral siguió sin sobresaltos. Lo único que alteraba aquella tensa calma era la presencia de Mónica. Nocce se la había pasado haciéndose el galán con ella y eso a Méndez le molestaba. Y no sabía cuál era la razón por la cual le jodía que ese pobre diablo cortejara a Mónica. Seguramente sería porque él siempre quería que las mujeres solo le prestaran atención solo a él, y en eso competía (y Méndez lo sabía aunque no lo reconociera) con el vanidoso Regules. Méndez casi lo le dirigió la palabra a Mónica en todo ese largo día que había comenzado con el velorio de Berta. Llegaron las cinco de la tarde y Méndez salió de la oficina raudamente. No era raro en él, los viernes salía siempre de esa manera para comenzar a disfrutar el fin de semana. Saludó a todos con un "buen fin de semana" y salió de la oficina. Al llegar a la calle solo pensó en ir a algún lugar a tomar una cerveza helada. Era pleno verano y el calor apretaba fuerte y sobre todo ahí en pleno centro donde las moles de cemento y acero se recalentaban con los rayos del sol y no llegaban a enfriarse en las cálidas noches porteñas. Caminó unas pocas cuadras y se metió en una pequeña callejuela, divisó un pub inglés y se metió. Por suerte tenía el aire acondicionado bien fuerte. Méndez se sacó el saco y se desanudo la corbata. Se sentó en la barra y se pidió un chop bien helado. El barman se lo sirvió rápidamente junto con un plato con maní. Méndez seguía aún transpirando aunque el calor de su cuerpo ya iba amainado un poco. Bebió rápidamente el chop y se pidió otro. Comenzó a sentir el efecto del alcohol en su cuerpo y sobre todo en su cabeza. Estaba relajado y alegre. Era viernes, estaba tomando cerveza helada y el lugar se iba poniendo cada vez mejor ya que había entrado un par de mujeres que él había observado con devota excitación. Terminó su segunda cerveza y se fue al baño, se estaba haciendo pis cuando había salido de la oficina y ahora con dos cervezas encima no daba más. Fue al baño, se descargó y volvió a la barra. Ya estaba un poco colocado, no borracho pero sí bien. Sentía la necesidad de hablar con alguna de las mujeres que tenía alrededor sentadas en las mesas del pub. Le llamó la atención de que la mayoría de los parroquianos fueran mujeres, y casi todas lindas. Se dio vuelta dando la espalda a la barra para ver todo el local con mayor comodidad. Observó todo el salón y empezó a sonreír y a saludar con un leve movimiento de cabeza, ninguna les devolvía ni la sonrisa ni el saludo. Se sintió frustrado. Se dio vuelta para mirar hacia la barra y se pidió otra cerveza, pero esta vez con un sándwich tostado de jamón y queso para no seguir con el estómago vacío y poder seguir tomando sin ponerse en pedo. EL barman no tardó mucho en servirle su pedido. Devoró con ganas el sándwich y se bebió la cerveza en un fondo blanco casi chaplinesco. Ya estaba lo suficientemente entonado, tal vez un poco pasado. Nuevamente se dio vuelta dando la espalda a la barra. Esta vez sentía que estaba dispuesto a todo. A lo lejos cerca de la puerta vio a una morocha de tez blanca que lo encandilo con su belleza. Se acercó y cuando ella estaba de perfil comenzó a hablarle, cuando la mujer lo miró lo reconoció, en realidad, se reconocieron mutuamente.
- Mónica ¡Qué sorpresa!
- ¡Je! Es verdad. ¿Cómo andas, Juan?
- Bien. Bueno. Un poco tomado.
- Está perfecto. Es viernes. Relajate.
- Sí, es verdad. ¿Me puedo sentar?
Antes de que Mónica pueda contestarle, Méndez sintió una mano que le tocaba el hombro, más que tocar se lo apretaba con fuerza, como con bronca.
- Méndez. Juan Méndez. ¿Qué anda haciendo por acá?
Era Regules. Juan le sonrió con simulada amabilidad mientras por dentro era un fuego con ganas de putearlo e irse con la bella Mónica a otra parte.
- Vine a tomar unas cervezas, jefe. Justo estaba en la barra y la vi a Mónica y vine a saludarla y por suerte también lo veo a usted. ¡Qué bueno!
Regules notó que el nivel de alcohol que tenía encima Méndez lo hacía hablar boludeces y que estaba extremadamente más amable que de costumbre. Con todo su cinismo le siguió el juego.
- Sí, Juancito. Es muy bueno encontrarnos acá. Usted sabe que somos una gran familia en la oficina. ¿Quiere quedarse con nosotros bebiendo algo? ¡Qué pena que no están los tres mosqueteros ¡ - Dijo Regules, refiriéndose a González, Nocce y Pellman -
Méndez estaba medio borracho pero aún le quedaban algunos reflejos y supo que debía retirarse a tiempo.
- Muchas gracias, Regules. Pero ya me estaba yendo. Solo me acerqué a Mónica para saludarme, justo me estaba yendo. Pago y me voy a. Tengo que hacer. Le agradezco su invitación.
- Por nada, Méndez. No faltará oportunidad de juntarnos...
- Noooo..seguro que nooooo...- balbuceaba Méndez como podía –
Juan se levantó de la silla, saludó a Mónica y a Regules, y se fue a la barra a pagar. Se fue del pub.