Josefina y el hombre iban a una fiesta de la alta sociedad. El hombre era Omar Afasoff, un empresario multimillonario. Tenía empresas de todo tipo de rubros. Metalúrgica, textil y también tenía campos en donde se criaban vacas y donde se producía mayormente soja. Tenía sesenta y tres años y era viudo. Tenía solo un hijo que sería el heredero de toda su fortuna. Era la primera vez que salían y Josefina estaba fascinada. Afasoff le había mandado flores, una caja de bombones y la ropa que debía ponerse para la ocasión. El hombre sabía lo que hacía y sabía cómo lograrlo. La fiesta era en un salón de primer nivel en el hipódromo de Palermo. A él le fascinaba la idea de que lo vean con una chica tan joven y bella, no veía la hora de ver los rostros de sus amigos y conocidos.
- Marcia, vos tenés que estar tranquila. Relajada. ¿OK?
- Ok...pero aparte no voy a poder hablar...nunca estuve en un lugar como ese...Ni siquiera fui a alguno cercano a todo ese lujo que debe haber. Solo basta con ver la entrada, la vi en las revistas. Todos los famosos y ricos hacen sus fiestas ahí.
- Te entiendo, pero vos tranquila. Los tipos ni te van a escuchar porque van a quedar embobados con tu belleza y las mujeres se van a querer morir de la envidia. Ya estarás acostumbrada a eso.
- Si...je...un poco.
Llegaron a la puerta del salón, bajaron y Afasoff le entregó las llaves al valet parking para que estaciones su auto. Apenas entraron al salón, el murmullo que se escuchaba de afuera se silenció, solo por unos segundos, pero fue un silencio estremecedor y demasiado obvio de porque se había producido. Los hombres miraban atontados, incluso algunos se codeaban al ver semejante belleza. Es que Marcia, o Josefina, le sumaba a su belleza natural la elegancia y la clase que le daba el vestido que le había enviado su amante de ocasión. Tenía un largo vestido negro de raso, un escote no muy pronunciado por delante y uno en su espalda que terminaba justo en su cintura dejando al descubierto su espalda perfecta y fibrosa. Su color de piel moreno enmarcaba la perfección hecha mujer. Tenía un sutil maquillaje y aunque el color del rouge era de un marrón terroso, no podía disimular sus labios gruesos y sensuales. Llevaba el pelo recogido en un juvenil rodete. Para culminar tenía unas sobrias pero preciosas sandalias negras que dejaban al descubierto sus bellos y delgados pies. Todo en ella era llamativo, era imposible no mirarla. El primero que se animó a acercarse a la flamante pareja fue un atractivo cuarentón alto, atlético, un tanto calvo y de ojos claros.
- Omar, que placer.
- Hola, Pepe. Tanto tiempo. Te presento a mi compañera, ella es Marcia.
- Hola Marcía – La saludó tomándole la mano y besándosela mientras la miraba a los ojos.
- Hola, buenas noches.
- Omar, vos siempre con tan buen gusto.
- Gracias, Pepe, vos no te quedás atrás. Vení, Marcia, te voy a presentar a la mujer de Pepe.
Pepe miró con odio a Omar, mientras llamaba a su pareja. Marcia no podía creer lo fea que era esa mujer. Era llamativamente más grande que el marido, pero aparte era sumamente horrible. Tenía una nariz aguileña que la hacía parecer un loro viejo. Era baja y llamaba mucho la atención el falso color blanco de sus dientes.
- Marucha, te presentó a mi compañera de esta noche, Marcia.
La mujer la miró de arriba abajo, le sacó una radiografía de su ropa, de su cara, de su piel. No dejó nada sin observar. La miró a los ojos y le preguntó.
- ¿Cuál es su apellido?
Josefina miró a Omar y antes de abrir la boca, él contestó por ella.
- Marucha. Marucha, vos siempre tan atrevida, tan graciosa ¿Qué importa eso esta noche? Vamos a disfrutar...Marucha vos sos una – Mientras le apretaba suavemente uno de sus cachetes –
Josefina se sentía sapo de otro pozo. No soportaba tanta falsedad, tanta gente de plástico. Tanta plata gastada solo para aparentar, solo para que los demás vean lo que cada uno llevaba puesto y competir entre ellos. Nunca en su vida vio tanta plata junta. Tanto auto importado. Tanto reloj de oro, tantas joyas en las mujeres y en los hombres. Tanta teta de plástico, tanta cara "cirujeada", tantas caras iguales. Se sentía realmente incomoda. Después de que Omar le presentó a más gente, fueron a sentarse a la mesa.
- Omar...no me siento bien...
- Nena...no seas boba...la guita que vas a ganar hoy no lo vas a ganar en un año. Acá solo tenés que caretear.
- Claro, ese el problema.
- Relajate, piba. Sos solo una puta ¿Que pretendés?
Josefina se levantó y se fue para el baño. En la diminuta cartera había puesto ropa para cambiarse luego en la cara de Omar. El único problema era que no tenía zapatos, pero nada le importó. Se sacó el vestido y los zapatos y se puso una calza, una remara y unas medias cortitas. Salío del baño y encaró para la mesa donde estaba sentado Omar. Pensó en tirarle la ropa y los zapatos a la cara, pero reflexionó. Sabía que ella tenía más clase que esa gente, tenía más clase que esa Marucha y que todos esos que la rodeaban. Cuando llegó a la mesa, Omar no creía lo que veía. Josefina se sentó a su lado y le dejó la cartera con los zapatos y el vestido.