El último fumador

Capítulo 17

Era la primera vez que Josefina viajaba en avión. Estaba evidentemente sorprendida y Omar lo notaba. Estaba tremendamente excitada, acelerada; parecía una nena. Al entrar al avión no le alcanzaban sus ojos para mirar todo. No se quería perder ningún detalle. Todo la sorprendía y más aún cuando se dio cuenta que viajarían en primera clase. ¡No lo podía creer! Disfrutó de los amplios y cómodos asientos, de la comida, del champagne francés. 
Cuando le sirvieron langosta, ni sabía lo que era. Le daba un poco de impresión pero una vez que la probó le encantó. Luego le sirvieron helado con whisky, postre que fue solicitado especialmente por Omar. Y bebieron mucho champagne. Ella estaba un poco desinhibida. A Omar le fue subiendo la temperatura. Por suerte la cabina de primera clase n o estaba completa, de los diez asientos había cuatro libres.
Ya había partido de Buenos Aires hacía unas seis horas. Estaban a mitad de camino. Volaban por encima del océano Atlántico y Omar se empezó a poner romántico o más bien, caliente. Las burbujas del champagne lo habían puesto verborrágico y "juguetón". Pero no lo seducía la fantasía bastante común en la gente de hacer el amor en el baño del avión. Le parecía incómodo debido a su gran tamaño ya que medía un metro ochenta y cinco centímetros y pesaba unos noventa y pico de kilos. Ya le era incómodo entrar solo. Aparte le parecía snob y estúpido la gente que lo hacía o solo se mandaba la parte el haberlo hecho. Por otro lado él no era de contar a nadie lo que hacía o no con una mujer. Eso moría en él. En eso era un real caballero. Le gustaba la comodidad, pero en un momento pensó en ir al baño. Igualmente esa idea se le fue rápidamente de su cabeza. Podrían hacer algo ahí en los asientos. No sería posible una penetración, pero bueno...algo sí. Quera que Jose saciara sus más bajos instintos. Comenzó a besarla y tocarle los pechos. Jose gemía suavemente mientras los tocaba a él. Omar se bajó el cierre y sacó su pene tapado con su mochila. Estaba desesperado y quería que ella sacara a relucir las maravillas que era capaz de hacer con su bella boca. Jose fue bajando de a poco besándole el pecho y deteniéndose y subiendo nuevamente para besarlo en la boca. Lo hizo una y otra vez, Omar estaba loco y no daba más, hasta que Jose bajó definitivamente. Él la tapó con una cobija. Todo terminó rápidamente. Ella no había tenido ningunas ganas de hacerlo, pero no podía negarse. Ya había arreglado con Omar que le pagaría unos trecientos dólares por día para todo servicio, siempre que él quisiera. Aparte de tener todo pago y pasar sus días en los mejores hoteles de las capitales más importantes de Europa. Omar se quedó dormido rápidamente. Jose se puso a mirar por la ventanilla. Solo veía oscuridad. A veces veía alguna estrella brillando lejana, y abajo alguna luz perdida de algún barco o tal vez de alguna isla perdida. Se puso a pensar en Juan. Se sintió sucia, como si lo hubiera engañado. Su sentimiento hacia él era muy fuerte. No sabía si en realidad lo había idealizado. Solo habían pasado una noche juntos. ¿Bastaba una sola noche para enamorarse de alguien? Pensó que sí. Pensó que no. No tenía nada claro. No podía conciliar el sueño. Se sentía con culpa por estar ahí con Omar. Se sentía con culpa por no haber visto a Juan antes de irse, al menos como para reafirmar o no, lo que le pasaba con él y lo que le pasaba a él con ella. Ahora era como un fantasma que la perseguía, tal vez si se hubieran visto se hubieran dado cuenta que nada había pasado, que solo había sido una muy buena noche en la que congeniaron y nada más. Jose quería engañarse, las palabras de poco servían. Cada vez que ser acordaba de Juan, le faltaba el aire. Lo miró a Omar y le dio bronca que no fuera Juan el que estuviera al lado de ella. Se relajó y solo le quedaba disfrutar de esa experiencia que sería única e irrepetible; su pimer viaje a Europa.
Juan llegó al trabajo tarde una vez más y tuvo que soportar, con razón, otra vez la recriminación de Regules. Poco le importó, estaba con una resaca con la que nada le importaba. Le costó permanecer despierto. Hizo un esfuerzo casi sobrehumano para llegar despierto al mediodía. Cuando se hicieron las trece horas, se fue para su casa. Durmió unos cuarenta minutos y volvió a la oficina. Su cara de dormido lo delataba. Se sentó en su posición y comenzó a hacer lo que pudo. Se puso a pensar en Erna y Rona, y lo bien que la habían pasado, bueno, al menos él. Le mandó un mensaje a Erna. Le contestó a los quince minutos.
- Hola Juan. Recién leí tu mensaje.
- Hola. ¿Cómo anda?
- Bien. Recién nos despertamos de resaca...jajajajaja
- Decímelo a mí. Estoy hecho pelota.
- Nosotras nos vamos mañana. Podemos vernos hoy un rato al menos para tomar algo
- Me parece bárbaro. ¿Para dónde van?
- Vamos a Madrid y después de ahí seguimos viaje. Veremos.
- ¡Qué bueno! Bueno entonces nos encontramos en el pub de anoche ¿Qué te parece?
- Nos parece buenísimooooo...como dicen ustedes.
Cortaron. Juan no soportaba más estar en la oficina. Cuando llegaron las cinco de la tarde se fue por las escaleras. Necesitaba aire fresco. Se fue caminando a su casa, no quería soportar el subte. Llegó a su casa y durmió un poco más. Se levantó bastante descansado, se bañó y se fue al encuentro de las noruegas. Mientras iba por la calle recordó a Jose. No podía sacársela de la cabeza. Le vino a la mente una idea alocada, ya que las noruegas se iban a Madrid, él podría ir con ellas y darle una gran sorpresa a Jose



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En el texto hay: asesinatos

Editado: 11.05.2018

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