Juan se había acostado con mucha bronca. Como no pudiendo entender lo que había pasado con Josefina. Tenía bronca con él mismo más que con ella. Y pensó cosas espantosas. Pensó ¿Cómo le iba a ir con una puta sino como finalmente le fue? ¿Qué era eso de enamorarse de una mina que andaba con cualquiera por plata? ¿Cómo se iba a enamorar por haber cogido una noche? Se sintió un boludo. Sintió como si toda su experiencia no le sirviera de nada. Esa noche casi no durmió. Le daba vueltas y vueltas en la cabeza lo que había hecho. La bronca era contra él. Poco a poco fue comprendiendo que el viaje que había hecho fue una de las mejores decisiones que había tomado en toda su vida. Por fin se le cayó el velo. Las huidas de Josefina habían tenido una sola razón: no lo amaba como él la amaba a ella, otra explicación no había. Se acostó un rato y se levantó más liviano. La bronca había dejado paso a la tristeza. A esa tristeza que solo nos genera el desamor. Es como un fracaso más, pero a la vez, sabemos que debemos continuar. Estamos vivos y eso es lo que importa. Juan no quería tomar ninguna decisión apresurada, lo pensó bien y esa misma noche volvería a Buenos Aires. No quería quedarse en el mismo sitio donde estaba Josefina con su futuro marido. No se sentía cómo y de paso no gastaría tanto dinero. Europa podía esperar, algún viaje haría cuando estuviera un poco mejor anímicamente. Ese día se quedó encerrado en el hotel sin salir una sola vez a la calle. Hizo el cambio de fecha del vuelo desde el celular. Comió poco al mediodía y se tomó unas cervezas a la tarde en el bar del hotelucho. Se topó con par de turistas lindas y dispuestas al diálogo pero él no tenía ganas de hablar con nadie. En su cabeza seguía Josefina, pero no como objeto de deseo, más bien la tenía como objeto de olvido. Quería olvidarla recordándola. Al saber que no iba a olvidarla, puso en la balanza todas sus cosas malas. Una de ellas era que no la conocía. Solo la había visto esa noche y luego solo se comunicaron por WhatsApp. Otra era su profesión, eso si le pesaba a Juan. Y la más importante era que se iba a casar con un cliente. Y todo eso tenía un gran peso. Debía reemplazar a la Josefina amorosa y dispuesta a estar con él con la Josefina oscura, puta y fría que no solo se acostaba con cualquiera por dinero, ahora iba por más y se casaba con cualquiera por dinero. Todos esos pensamientos lo fueron alivianando. Se sentía mucho mejor y debía valorizarse más. Lo que pudo ser una gran historia de amor quedó en la nada, no fue nada, murió antes de nacer, y a veces esta bueno que eso pase. Estaba mucho mejor. Ahora solo pensaría en él. No perdería el tiempo pensando en otra persona, en un fantasma en definitiva. Ellos nunca fueron nada. Y ya no serían nada. Quería arrancarla de raíz. Borró su teléfono, la bloqueo en whatsapp y sintió el alivio inmediatamente. Sonrió y recordó las veces que él le había sido infiel a su última ex con la que había convivido. Comprendió todo el dolor que le había causado cuando le hacía eso. Si ella lo viera ahora sufrir por lo mismo que ella sufrió durante años. Pobre, Lore, pensó. Que sería de su vida, hacía unos tres años y pico que se habían separado. Ella soportó las infidelidades hasta que un día no pudo más. Juan en esa época hacía cualquier cosa. Vivía de noche, mucho alcohol y a veces merca. Tuvo la suerte de no haber caído en la adicción. Pero era insaciable en cuanto a las mujeres. Mujer que se le cruzaba, mujer con la que quería algo. Él pensaba que eso no era infidelidad mientras la siguiera amando a Lorena...ahora se daba cuenta de lo que dolía ver a una persona que amas con otro. Más allá que lo de Josefina no había sido infidelidad, su dolor era enorme. No era de llorar pero esa vez si tuvo ganas, pero ya lo estaba procesando.
Fue hacía el aeropuerto. Le quedaba un largo viaje hasta llegar a casa. Hasta tuvo tiempo de pensar en Rona. Algo le quiso decir en la despedida e iba más allá de las palabras, lo había dicho todo con su mirada. Tal vez ella se había enamorado de él. Él estaba casi convencido, por lo que habían hablado en el avión y por sus últimas palabras cuando se despidieron. Juan de repente notó que estaba pensando en sus ex, en Jose, en Rona. Era como que tenía su cabeza demasiado confundida. Pensó en llamar a todas. Las quería ver a todas para ver que le pasaba con cada una. Sabía que era una locura, o más bien una pavada. Pero su cabeza no paraba, no la podía controlar. Debía ser frío, no podía ni quería volver hacia atrás, no tenía sentido. Ya estaba en una edad en la que quería plantar bandera y formar una familia, pero para eso debía estar enamorado. Y no quería repetir historia con ninguna de sus ex ni con ninguna ya conocida. Quería conocer gente nueva. Para eso debería desprenderse de todo lo viejo, debía desprenderse el ancla que lo fijaba en el pasado, aunque ese pasado fuera demasiado cercano. Estaba dispuesto a darlo todo por amor, pero quería a su lado a una mujer que lo ame y lo comprenda tal cual él era. Y él no quería herir más ni que lo hieran. Había entrado en otra etapa de su vida.