A Juan los días que le quedaban de vacaciones le pasaron en cámara lenta. Estaba mucho más tranquilo y reflexivo. Dejó de tomar tanto alcohol y empezó a fumar menos. Estaba como más retraído, más introvertido. Por suerte pudo reencontrarse con su madre y eso lo hizo volver a sus orígenes. Dejó atrás sus odios y sus rencores, que no lo había conducido a nada bueno. Seguramente el producto de eso fue apoyarse en sus diferentes adicciones. Cuando vio a su madre comprendió que había perdido mucho tiempo sin verla, sin hablar con ella y sin compartir su vida, o mejor dicho, sus vidas. Pero no se quedó pensando en lo que perdió sino que comenzó a construir de a poco la relación con ella. El día que fue a la casa de ella, casi no paró de llorar.
- Juancito...que flaco estás...
- Vieja...siempre fui flaco...no rompas.
- Ok. Tenés razón, nene. No te voy a romper más.
- Eso no te lo creo, vieja. jajjaajajajaj
Así comenzó ese encuentro tan esperado por su madre y también por él más allá de que no lo decía ni lo demostraba. Al estar con ella se dio cuenta la falta que le había hecho. Ese día almorzaron solo es la casa de ella. Se quedó todo el día. A la noche volvió a su casa Ricky y Juan le dio un fuerte abrazo. Ricky no entendía nada.
- Gracias, Ricky. Y perdóname.
- De nada, Juan. No hay nada que perdonar. Son cosas que pasan.
- Sí, pero yo nunca comprendí el amor que había entre ambos y hablé boludeces, dije cosas muy fuertes de las cuales me arrepiento.
- Juan, ¿Vos te crees que yo alguna vez no dije alguna cosa fuerte a mis padres? Sí lo hice, pero el amor está sobre todas las cosas. Vos volviste a tu casa, estás acá y podés venir cuando quieras.
Juan siempre supo que Ricky era un buen tipo, pero sus celos lo pasaron por encima y no lo dejaron pensar. El la vio muy bien a su madre y eso era signo de que era feliz con Ricky que era un caballero. Juan se fue esa noche para su casa sintiendo que había cerrado un negro capítulo de su vida y que comenzaba una etapa mucho mejor. En sus vacaciones no tuvo noticias de Josefina. Ni de nadie. Estuvo solo y abstraído en su casa, solo dando alguna que otra vuelta por el barrio. Pero estaba en paz.
El domingo anterior a volver a su trabajo el agarró el típico bajón, pero no fue algo demasiado importante. Al otro día se levantó bien temprano y se fue para la oficina. Cuando estaba llegando a la boca del subte, sintió que alguien lo seguía. Apuró el paso y lo agarraron del brazo con fuerza.
- Juan...tenemos que hablar ¿O ya no te intereso?
Era Josefina.
- Creo que no tenemos nada que hablar.
- AL menos decime por qué...no lo entiendo...
- José...cuando fuiste a Europa...yo fui detrás de vos...sabiendo que igualmente estabas con alguien, con un cliente, fui igual. Cuando te mandé ese mensaje y te pregunté en que hotel estabas, yo estaba a unas pocas cuadras de ahí.
- No seas chiquilín, Juan. No mientas. Dejaste de boludeces y decime que no te bancás que yo sea una prostituta. Sé un poco más adulto.
- Esa noche los seguí. Se sentaron en un bar en las mesas de afuera. Las mesas y las sillas eran verdes.
Josefina ahora le creyó. Y no lo podía creer. Juan le estaba detallando la noche perfectamente. Ahora sí sabía que no le estaba mintiendo.
- Pero, Juan...porque no me dijiste que estabas ahí...podríamos habernos visto un rato al menos. Es verdad, yo fui con un cliente. Me pagó muy bien, pero a la vuelta quería estar con vos y hablar.
- Yo eso lo intuí, sabía que no te ibas a ir a Europa con tu plata. Era como muy obvio que te iba a pagar un cliente. Pero eso sabés que no lo cuestiono aunque vos insistas en que mi problema es ese. No lo es. No me importa que labures de eso. Yo te conocía así y no te quiero cambiar. Me gustaría que no trabajaras de eso, eso no te lo voy a negar. Pero no me corras con eso porque te equivocas de cabo a rabo.
- ¿Y entonces? Se claro. Me borraste del WhatsApp, de tu teléfono, de Facebook. La única manera que tenia de comunicarme con vos era ir a tu casa. Y seguís sin explicarme. Pero bueno...dejá...si no me querés explicar no te voy a rogar. Está bien, es tu decisión. Simplemente quería saber que te pasaba, pero bueno. Tal vez fue solo calentura lo que te pasaba conmigo.
- No fue calentura, Jose. No seas hiriente. Vos es como querés sacar lo peor de mí y no lo vas a lograr. Yo si me enamore de vos, pero vos no y ante eso nada puedo hacer. No juegues conmigo, seguí tu camino y yo sigo el mío.
- Ok, si es lo que querés. Listo.
- Bueno, me tengo que ir al laburo. Suerte.
- Suerte para vos también.
- Y espero que disfrutes tu casamiento.
- ¿Qué? ¿Qué decís, Juan?
- No te hagas la tonta. Esa noche que los seguí vi como el viejo te dio una cajita con una anillo, se arrodilló y te pidió casamiento. Tomaron champagne para festejar. Se besaron como sellando ese pacto de casamiento o como quieras llamarlo. Por eso me fui. No me banqué no solo verte con otro, sino que encima fuera tu futuro marido.
Josefina se lo quedó mirando un buen rato. Su cara no tenía ningún tipo de expresión. Se le acercó, lo miró fijamente a los ojos, lo tomó de la nuca y le dio un beso apasionado en la boca. Parecía como que quería tatuar sus labios en los de Juan por toda la eternidad.