El último fumador

Capítulo 24

Llegaron a la oficina, Juan se sentó en su posición y Regules se fue a su despacho, pidiéndole antes un café a Mónica. Juan tenía en su cabeza repiqueteando la última frase que le había dicho Regules << A esta chica le veo cara conocida, de algún lado la conozco>> Juan no tenía dudas que la conocía porque había estado con ella. Y que seguramente la había conocido por la página de escorts de internet donde Josefina publicaba. No podía soportar a la idea de que ella haya estado con Regules. Más allá de que se hacía cargo de lo que le pasaba y que no la juzgaba, esto era demasiado. Juan. Estuvo todo el día haciéndose la cabeza con ese tema. Cada vez que Regules pasaba al lado de él, Juan pensaba que Regules por dentro decía << Estuve con tu novia, tu novia es una puta que cobra por sexo. Cornudo >> Encima del odio y rechazo que sentía por Regules, esa situación lo ponía de un humor de perros. Ese día prácticamente no habló con nadie. Cuando Regules lo llamó, Juan esperaba la estocada fatal.

- Méndez...por favor a mi oficina...

Juan guardo el archivo de Excel que estaba trabajando, se paró y fue a la oficina de Regules. Esperaba algún sermón, alguna reprimenda acompañada con alguna ironía sobre su conocimiento de Josefina. Se sentó frente a Regules. Antes cerró la puerta de la oficina.

- Méndez...usted sabe que nunca nos llevamos bien y que no simpatizamos...

- Si, Regules, vaya al grano que tengo mucho laburo. Se lo digo en serio, no lo estoy apurando al pedo.

- Tranquilo. Quería decirle que últimamente está trabajando muy bien. Y quería decírselo. No solo indico a mis subalternos cuando hacen las cosas mal, cuando hacen las cosas bien hay que decirlo.

- Ok. Muchas gracias. Ya que está podría darme una categoría o un par más... ¿Qué le parece?

- Méndez...Méndez... ¿Ve cómo es usted? Yo lo llamo con toda la buena intención del mundo y usted me sale con un tema material...flojo Méndez...muy flojo.

- Yo necesito dinero para vivir, como usted, como todo el mundo.

- Eso es verdad, pero no todo es el dinero en la vida. El amor no se compra con dinero, mire usted la bella novia que tiene. Se nota que ahí hay amor.

Juan contó hasta diez...y siguió de largo. No lo quería mandar a la mierda, pero parecía que Regules era lo que estaba esperando. Lo estaba buscando con sus ironías y su desagradable sonrisa burlona.

- Claro, el amor no se compra, es verdad. Pero uno puede comprar el tiempo, yo acá vendo mi tiempo. Me prostituyo. Usted también.

- Bueno...bueno...no estoy de acuerdo, amigo. Uno vende su trabajo.

- Uno vende su tiempo, Regules. Las putas también venden su tiempo. Igual que nosotros.

- Las putas venden su cuerpo, Méndez.

- Usted está equivocado. Las putas alquilan su cuerpo, no lo venden un carajo.

- Bueno, no voy a negar que es un punto interesante. Pero no coincido con usted.

- Yo igual se lo que usted está pensando...

- No me diga, Méndez, que usted tiene esa gran virtud de leer el pensamiento de los demás. Lo felicito.

- No se haga el gracioso.

Juan empezó a buscar en su celular la página de escorts donde publicaba Josefina.

- ¿Qué hace, Méndez? Ni se ven los dedos, va a terminar rompiendo ese celular tan caro.

- Deme solo un minuto

- Apuresé que tiene que seguir trabajando.

- Sí, ya termino.

Juan entró a la página y empezó a buscar a Josefina, en realidad estaba como Marcia. Las escorts estaban ordenadas por orden alfabético y cada una estaba con su correspondiente foto. No la encontró. La busco con el buscador de la página y nada.

- Deme dos segundos más Regules.

Salió de la página y la buscó en google con el nombre de la página más Marcia, y tampoco la encontró.

- ¿Pero que busca, hombre?

- Nada...no busco nada...

- ¿Tiene que ver con lo que estábamos hablando? Me parece que nos fuimos por las ramas, sobre todo usted, hablando de la prostitución, de que todos somos prostitutos. Se fue al pasto, Méndez.

- Sí, puede ser. Ya está. Nada. Olvídese.

Juan salió del despacho de Regules con una sonrisa que no estiraba en su cara, iba, sin exagerar, de oreja a oreja. Tenía la certeza de que Josefina se había borrado de la página y eso le dio la esperanza de que tal vez ella no quisiera trabajar más como escort. Entonces le mandó un mensaje.

- Hola, Jose...

- Hola, Juancito.

- ¿Qué andas haciendo?

- Acá descansando. Vos en el laburo...más tarde nos vemos...

- Si...si...

- Te hago una pregunta...

- Si, por supuesto. La que quieras.

- ¿Te borraste de la página?

- Jajajajajajajaja... ¿Y a qué viene eso ahora?

- Entré de chusma...te busqué...y no estás...no te encontré.

- Es verdad. Hablé ayer con los administradores de la página y pedí que me borren.

- Ok. ¡Qué bueno!

- Si, voy a buscar otro trabajo, Juan. Quiero estar con vos y sin conflicto de ningún tipo.



#49524 en Novela romántica
#13915 en Thriller
#5726 en Suspenso

En el texto hay: asesinatos

Editado: 11.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.