El último fumador

Capítulo 31

Entre Jose y Juan prepararon la mesa para recibir a Regules. Jose hizo una carne al horno con papas. Juan estaba ansioso, quería irse ya pero sabía que no podía hacerlo sin ayuda. A las 22 hs en punto tocó el timbre Regules. Juan bajó a abrirle la puerta.

- Hola, Regules ¿Cómo le va?

- Bien, Méndez. Bien.

Subieron por el ascensor mientras hablaban cosas intrascendentes como el clima y esas pavadas que uno suele hablar cuando no sabe qué decir porque no se banca le silencio del otro lado. Entraron al departamento y Jose le ofreció una cerveza a Regules.

- No, Jose. Mejor dejá que abro uno de los vinitos que traje, no quiero mezclar. Estos vinos son espectaculares.

Juan estaba extrañamente callado. Regules hablaba de vinos y de comida con Jose. Juan estaba ausente, solo pensaba, soñaba e imaginaba su huida del país. En un momento el llamado a comer de Jose lo despabiló.

- ¡A comer!

- ¡Vamos, Méndez! – le dijo Regules –

Se sentaron a la mesa y Juan no podía con su cabeza. Tenía muchas preguntas pero pocas respuestas.

- Regules, como vamos a hacer para salir del país, seamos claros.

- Si, Méndez. Voy a ser lo más claro posible. Vamos en mi auto de acá al norte, a la frontera de Formosa con Paraguay. Ahora está lleno de gendarmes. Ya me dieron el dato del jefe, es amigo de mi hermano. Ya lo apalabró. Yo voy con ustedes, hablo con el tipo...y hay que darle algo...obvio...

- ¿De cuánto estamos hablando, Regules?

- Estamos hablando de diez mil dólares.

- Yo tengo solo seis mil...

- En eso son inflexibles...diez mil o nada.

- Yo pongo el resto, Juan. No te hagas problema - dijo Jose en un tono conciliador, ya que el ambiente se estaba poniendo caldeado –

- Ok, Jose. Menos más que vos tenés – dijo un aliviado Juan –

- Bueno, con eso ya están muchachos. Les aclaro que yo no quiero nada. Eso es todo para los gendarmes.

Terminaron de cenar y de tomar a eso de las dos de la mañana. Regules se fue. Juan y Jose se quedaron un rato en el living conversando sobre su huida y sobre Regules.

- Me parece tan raro lo de Regules...- dijo Juan preocupado –

- ¿Raro? No...él es así. Es un loco pero no es mal tipo. Tiene esas cosas un día quiere matarte y al otro te ayuda. Tiene su mambo.

- Si, tal vez yo me haga la cabeza al pedo. Estoy bastante paranoico.

- Vos pensá que mañana salimos temprano y la noche la pasaremos solos y lejos de acá. Cuando todo se vuelva un poco más normal volveremos. Vos tranquilo, Juancito.

- Sí, estoy tranquilo, solo es mi ansiedad. Me gustaría ya estar en Paraguay y olvidarme de todo esto.

- Tranqui...mañana todo esto nos parecerá un feo recuerdo y nada más.

Juan y Jose se acostaron. Deberían levantarse a las siete de la mañana así que no dormirían mucho. A eso de las ocho Regules los pasaría a buscar. Ambos de se despertaron antes. No podían dormir. En ese momento Jose se dio cuenta que estaba tan, o más, ansiosa que Juan. Se bañaron y desayunaron rápidamente. Juan le mandó un mensaje a Regules, quien le dijo que llegaría en cinco minutos. Tocó el timbre puntualmente y Juan y Jose bajaron rápidamente. Llevaban poco equipaje, solo una pequeña mochila cada uno. Saludaron a Regules y subieron al auto.

- Bueno muchachos, tenemos unas doce o trece horas de viaje. Vamos a parar a comer así que a eso de las 23 horas estaremos en la frontera. Ustedes tranquilos.

- Está perfecto, Regules. ¿Ya está todo hablado con gendarmería?

- Sí. Ya les dije que tiene la plata, así que ya está. Estos tipos todo lo hacen por guita, Méndez.

-

Jose se quedó dormida el primer tramo del viaje. Juan estaba callado, por dentro estaba por explotar. A pesar de que Regules iba rápido, a Juan lo carcomía por dentro su ansiedad. Le hubiera gustado haberse tomado un avión para llegar lo antes posible, pero sabía los riesgos que llevaba aparejado eso. Regules le iba hablando de cada ruta que tomaban, cada árbol, cada animal. Se notaba que se movía bien en ese ambiente. Pararon a almorzar cuando llegaron al límite de Chaco con Santa fe. Encontraron un típico boliche de campo al costado de la ruta. Comieron rápido. Juan y Jose tomaron vino mientras que Regules no probo una gota ya que quería estar fresco para manejar el último tramo que les quedaba. Juan estaba más animando, quedaban pocas horas para llegar a la frontera. Ya sentía nervios en su panza. Iba agarrado de la mano de Jose, quien estaba también muy contenta. No veían la hora de llegar y cruzar al otro lado. El otro lado para ellos era la libertad y un lugar en donde empezarían de nuevo. Un lugar en que Josefina no conocería a nadie, a ningún cliente y eso a Juan lo seducía mucho. Era el hecho de no notar ninguna mirada masculina sobre Josefina sin dejar de pensar si ese tipo que la miraba había estado con ella, había comprado su cuerpo o, mejor dicho, como le gustaba decir a él, alquilado su cuerpo y comprado su tiempo. Comenzaron a ver a lo lejos un grupo de personas vestidas todas iguales, de verde oliva, eran sin duda los gendarme, extrañamente Regules comenzó a andar más despacio. Juan le reclamó por esa actitud, Regules le dijo que había mucho ripio y no quería dañar el auto y le pidió que se tranquilice. Llegaron a la frontera, Regules paró el auto y abrió la ventanilla de su puerta. El militar que se acercó lo saludo con saludo militar, llevando su mano derecha, firme hacia la sien.



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En el texto hay: asesinatos

Editado: 11.05.2018

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