El universo de un buen padre

4. Las apariencias engañan

Unos meses atrás habría chillado histérica al recibir el ofrecimiento de ser niñera de la prima de Mason, pero Corina quería creer que ya estaba madurando. En esos momentos contenía su emoción mientras caminaba hacia el departamento de Mason, ubicado en el Upper East Side en Manhattan. 

El músico había asistido a su fiesta de cumpleaños y consiguió que las mellizas se convirtieran en las chicas más populares de la universidad. Su vida estudiantil había sido más sencilla desde entonces. 

Y Corina estaba muy agradecida, sumamente agradecida. No obstante, esto no era por su repentina popularidad, sino por la oportunidad de pasar más tiempo cerca de su amor platónico: Mason Singh.

Brooke, su melliza, insistía en que no podía enamorarse de alguien a quien no conocía, pero Corina consideraba que ya podían hasta llamarse amigos, ¡obviamente conocía a Mason!

Esa tarde se apresuró cuando salió de la universidad para dirigirse a toda prisa hacia el departamento de Mason. Callum, su hermano, consideraba que no debería recargarse con trabajo si podía enfocarse en sus estudios; Corina no hizo caso. No iba a desaprovechar

semejante oportunidad. Y no era que quisiera que Mason terminara su compromiso con Jessie o algo similar, sólo quería estar cerca de él.

Corina había trabajado como niñera de sus vecinos cuando vivían en Brooklyn, antes de que Callum se casara con Ava Love y se convirtiera en una estrella famosa con el dinero suficiente para comprar una casa para su familia en Manhattan. Para ella era muy sencillo cuidar niños, le gustaban, y nunca pensó que aquello le abriría las puertas del hogar de Mason.

Se identificó en la recepción del edificio y la dejaron subir. Avisó a Ava que iba en camino y la encontró con la puerta del departamento abierta cuando salió del ascensor.

—Es un encanto —saludó Ava a Corina—. Se llama Vivian, tiene casi tres meses de edad y es la niña más linda que te puedas imaginar.

Corina abrazó a su cuñada y entró al departamento. Ava lucía llena de vida, fresca y feliz, muy por el contrario de Mason que parecía que lo atropelló un tren. Sus ojeras eran pronunciadas, el cabello lo llevaba revuelto y su pijama azul oscura tenía manchones blancos que Corina identificó como leche que devolvió la bebé.

—Hola —saludó Corina.

Mason suspiró, asintió y se dejó caer en el sofá. Extendió su cuerpo a todo lo largo y cubrió su rostro con el brazo.

—No hables fuerte o se despierta la bebé —pidió él.

Ava sonrió y dijo:

—Creo que Vivian tardará un poco en adaptarse a su nueva habitación, no durmió bien.

—Debe extrañar a su mamá…

—Sí, así es —suspiró la cantante—. Es sólo por un tiempo, Mason la cuidará bien.

Mason bajó un poco el brazo, sólo lo suficiente para mirar a las chicas, y volvió a cubrirse.

—Y ahora lo hará Corina —añadió él.

Ava puso los ojos en blanco.

—Enséñale, Cori, tiene que aprender.

—Ya aprendí lo suficiente.

Ava meneo la cabeza.

—Tendrás un alumno difícil, pero sé que podrás.

La cantante se despidió de ambos y se marchó. 

Corina permaneció de pie en medio de la sofisticada sala. Mason continuaba en el sofá, ella no sabía si estaba durmiendo o sólo vegetaba, pero aprovechó el momento para repasar con la mirada el departamento. Era elegante, en tonos oscuros y minimalista, no poseía demasiados muebles. Lo que más destacaban eran las fotografías enmarcadas de Mason que decoraban las paredes. 

Ava le había indicado a Corina que dejó una lista con todo lo que hacía falta comprar. Ella revisó los faltantes y fue a despertar —o a hacer reaccionar— a Mason.

—Mason —llamó Corina—. Debemos ir a comprar. 

—Dile a Mark que vaya.

—No, él cuidará a Vivian en lo que vamos —insistió la chica—. Báñate, come algo y yo me encargaré mientras de Vivian.

Mason resopló y se incorporó rápido, su cabello estaba más revuelto que antes. No obstante, Corina seguía encontrándolo guapísimo.

—Apenas voy a desayunar —bostezó él—. ¿Todas las noches son así…?

Corina quiso reírse del tono con el que preguntó aquello.

—No, algunas noches son más tranquilas y otras peores.

Mason sintió que las fuerzas abandonaron su cuerpo.

—¿De dónde sacan tanta energía?

—De dormir la gran parte del día —sonrió Corina—. Anda, ve.

El músico le dirigió una sonrisa amable que calentó el corazón de la chica. Él se fue a su habitación, ella al cuarto improvisado para la bebé. Entró caminando en puntas y se asomó con precaución en la cuna, tuvo que contener una exclamación de sorpresa, ¡pero esa bebé era igualita a Mason! Incluso poseía el cabello rubio del tono natural del músico, y, según le dijo Ava, también tenía los ojos de diferentes tonos. Debían ser los primos más parecidos en la historia de la humanidad, pensó ella.




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