Vivian se sobresaltó en su cuna, hizo un mohín y lloró a todo pulmón. Corina se encontraba acomodando los muebles nuevos que Mason mandó a comprar para la habitación de la bebé. En ese momento colocaba una pegatina de unicornios en la pared, pero la soltó rápidamente y corrió a la cuna.
—¿Qué sucede, princesa? —preguntó la niñera al tiempo en que tomaba entre sus brazos a la bebé—. ¿Tuviste una pesadilla?
Vivian paró de gritar, pero continuó lloriqueando con el pequeño mohín en el rostro.
»Nadie te hará daño aquí, princesa. Estás a salvo. Tu abuelita, tu mami, tu papá y yo te estamos cuidando, estarás bien.
Vivian pareció comprender la palabra «mami», pues sus ojos se inundaron de más lágrimas y estuvo a punto de volver a sollozar.
»Todo estará bien, Vivian —susurró Corina mientras la pegaba más a su cuerpo—. Estoy segura de que tu mamá se encuentra bien y pronto estarán juntas.
Corina pensaba que Vivian era la bebé más inteligente que había conocido, ni siquiera Callum Jr. fue así. La hija de Mason miraba a las personas como si comprendiera lo que estaban diciendo sin el más mínimo esfuerzo; Corina creía que aquello era tan maravilloso como triste, pues no quería que entendiera que su mamá estaba lejos y posiblemente en peligro.
—¿Quieres comer? Vamos a preparar…
—¡¿De quién es esta cosa?! —chilló Jessie desde la sala.
Corina hizo un par de respiraciones hondas, depositó un beso en la frente de Vivian y salieron de la habitación. Su relación con Jessie era muy mala, la actriz ya quería contar los días para que volviera vivir sola con Mason. Corina no le había contado al músico sobre la actitud de su prometida, era una de las razones por la que días atrás fue al estudio de grabación, sólo para alejarse un rato de Jessie.
—¿Qué cosa? —preguntó Corina.
Jessie sostenía con sólo dos dedos la chamarra de Jackie que solían colocar en la cuna de Vivian. La niñera se apresuró a arrebatársela y a colocarla cerca de Vivian, quien de inmediato esbozó una sonrisa.
—Es de Jackie, la prima de Mason.
—¿Y la tal Jackie no conoce la lavadora o qué? —espetó Jessie con una mano en la cintura.
—Mantenemos así la chamarra porque conserva el aroma de Jackie, eso calma a Vivian.
Jessie puso los ojos en blanco.
—No creas que no sé lo que haces, eh. —La actriz la señaló con el dedo índice—. Se debe tener cuidado de las mosquitas muertas.
Corina enarcó una ceja.
—No soy una mosquita muerta, Jessie. Que seas demasiado tonta para interpretar a las personas es tu problema, no el mío.
—¿Qué dijis…?
La puerta principal se abrió. Mason estaba ahí portando unas enormes ojeras y con una guitarra, en su estuche, sobre el hombro. Su ropa en color naranja lo hacía parecer más feliz de lo que en realidad se encontraba y, apenas vio a las dos chicas en la sala, supo que en casa sólo encontraría más problemas.
—Tienen que lavar esa cosa —insistió Jessie.
—Esa cosa, como le llamas, es el recuerdo que tiene Vivian de su madre —contratacó Corina.
Mason inhaló hondo y masajeó el puente de su nariz.
—No podemos lavar la chamarra —dijo él con tono cansado—. Hola para ustedes también.
Corina se avergonzó un poco. Jessie sólo levantó más la barbilla y preguntó:
—¿Hasta cuándo estará tu sobrina aquí?
Mason estuvo a punto de preguntar de quién hablaba.
—No lo sé, Jessie, tal vez unos meses.
—¡¿Meses?!
Vivian se sobresaltó de nuevo. Corina notó que los gritos la asustaban, ¿sería por la violencia que presenció entre su madre y su ex pareja?
«Pobre, bebé», pensó ella y la abrazó más cerca de su pecho.
—No lo sé —suspiró Mason—. Pero Vivian puede estar aquí por el tiempo que sea necesario.
—¿Y cuándo me preguntaste?
—Jessie… —Mason cerró la puerta y se dirigió a la sala donde dejó caer la guitarra en el sofá—. Es mi casa y mi familia, no tienes opinión en esto.
—Vivo contigo.
—Porque un día llegaste y ya no quisiste irte, nunca te pedí vivir juntos.
Jessie abrió mucho los ojos y quedó boquiabierta. Mason se sintió miserable en el mismo instante, nunca paraba de lastimarla. Se estaba casando con ella para enmendar el daño que le había ocasionado a lo largo de su relación, pero continuaba haciéndolo. Si eso seguía así, ¿qué más tendría que hacer para compensar el mal?
—Eres un imbécil.
Jessie se alejó cuando Mason trató de tocar su hombro y se precipitó por el pasillo hasta la habitación principal donde cerró con un fuerte portazo que volvió a asustar a Vivian.
—Vivian se asusta mucho con los sonidos fuertes —comentó Corina.
Mason apartó la mirada de la puerta de su habitación y se aproximó a la bebé.