No pasó ni media hora de que le autorizó a Santiago darle su número a su amigo cuando recibió un mensaje del tal Tony. El interesado escribía sin faltas de ortografía, lo cual le agradó bastante, y resultó ser educado en sus textos, por lo que Fátima se sintió ligeramente mejor de aceptar salir a cenar con él. Su foto de perfil era el retrato de un león, así que no pudo verificar con sus propios ojos si era cierto lo que decía su mamá de que era guapísimo, se tendría que esperar hasta la noche, momento en que tendrían su cita.
Tony sugirió ir a un restaurante elegante y romántico, Fátima le pidió que fueran a un lugar algo más informal y relajado, entonces él propuso una pizzería que aseguraba era deliciosa y cumplía con los requisitos de Fátima. Tony se ofreció a pasar por ella para llevarla a la pizzería, pero Fátima optó por ir en su automóvil. Prefería no depender de él para transportarse y tener la opción de volver a casa por su cuenta si la cita resultaba un desastre. Para alegría de Fátima, su mamá estuvo de un excelente humor el día entero, algo extraño desde que supo de su enfermedad y se sintió bien de poder darle este pequeño gusto. Antes de partir, Carmen le dio muchas recomendaciones a su hija e incluso la abrazó, algo que pocas veces hacía.
Al subirse a su automóvil, Fátima verificó en sus mensajes recientes el nombre del restaurante que Tony había elegido y luego escribió el nombre en su aplicación de mapa. Una vez con la ruta trazada, puso el coche en marcha y se dirigió a su cita. Durante el camino, Fátima decidió que tendría la mente abierta. Hasta ahora Tony había sido agradable en sus mensajes, tal vez era verdad que se estaba dejando llevar por sus prejuicios, pero Tony no tenía la culpa de ser un Lombardo ni de que ella sintiera rechazo a ese nombre a causa de su madre. Lo conocería e intentaría pasar un buen rato, si de esta cita nacía un romance, Fátima lo aceptaría de buena gana.
El restaurante era adorable, mesas de madera y un ambiente relajado, Tony había hecho una buena elección. Fátima quiso sacar el teléfono de su bolso para marcarle y dejarle saber que ya estaba aquí, pero en ese momento lo vio sentado en una de las mesas. Un chico alto, guapo, de cabello negro profundo con cara de que estaba esperando a alguien. Fátima sintió que las piernas le flaqueaban, Tony era mucho más apuesto de lo que ella esperaba. Por dentro se alegró de haber accedido a la cita. Sin perder tiempo, se apresuró a la mesa y tomó asiento.
—¿Llevas mucho esperando? Lo siento, con lo que odio llegar tarde, pero no contaba con que una de las calles estaba cerrada y tuve que dar una vuelta, el teléfono no trazó bien la ruta… —dijo mientras él la miraba sorprendido—. ¿Estoy hablando mucho? Perdón, vengo algo apurada.
En ese momento, él salió de su asombro y le dedicó una sonrisa cálida.
—Descuida, por ti habría esperado otra hora —dijo con amabilidad—. ¿Qué te ofrezco de beber?
—Un refresco está bien —dijo ella sonriéndole de regreso.
—Excelente —dijo él antes de llamar al mesero y pedir su bebida.
—Mi hermano mencionó que trabajas en una constructora —dijo Fátima para empezar la charla.
Él pareció desconcertado, como si su profesión fuese un secreto que nadie debiera saber.
—Es… verdad… —dijo con duda en la voz—, bueno, en realidad apenas empezaré la semana que viene. Acabo de volver a México, estuve estudiando en España. Conseguí una beca para estudiar un master en ingeniería estructural y geotécnica en la Universidad Politécnica de Valencia y recién me gradué. Ahora volví y es tiempo de integrarme al mundo laboral.
—Vaya, ingeniería estructural… eso suena sencillo —dijo Fátima en tono de broma, a lo que él soltó una risa seca.
En silencio, Fátima se preguntó por qué alguien tan rico había decidido sacar una beca. Tal vez Tony era la clase de chico que le gustaba abrirse su propio camino y no depender del dinero de sus padres. Volvió a alegrarse por darse la oportunidad de conocerlo, realmente parecía una buena persona.
—En realidad fue duro, pero siento que valió la pena, ahora estoy listo para poner en práctica mis conocimientos aquí en mi país. Dime, ¿tú a qué te dedicas?
—Estudio la carrera de historia en la Universidad Iberoamericana.
—¿Historia? Eso tampoco es fácil. Creo que me voy a sentir bastante inculto a tu lado, he de confesar que la historia no es mi fuerte.
—Yo puedo enseñarte —ofreció Fátima con coquetería en la voz. Normalmente no se le daba bien coquetear, pero con Tony se sentía natural.
—Suena bien, me encantará tenerte de maestra —respondió él con ojos seductores.
Fátima se sintió flotar. Esto iba mejor de lo que jamás imaginó.
En ese momento, un matrimonio mayor acompañados de una joven entraron al restaurante y de inmediato se encaminaron directo a su mesa. Fátima los miró de reojo sin entender porqué se dirigían hacia ellos. Por un momento pensó que estaba alucinando, pero entonces la pareja llegó a su mesa y saludaron con toda naturalidad
—Hijo, perdón por el retraso, el taxi se perdió —dijo la señora.
¿Hijo? ¿Tony trajo a sus padres a su primera cita? Fátima se sintió perpleja, no entendiendo qué ocurría. Él se levantó para besar a su madre y le abrió una de las sillas para que tomara asiento. En verdad planeaba que se quedaran con ellos para la cena, Fátima no daba crédito. Mientras se saludaban, reparó en el aspecto de la pareja. ¿Ellos eran los adinerados Lombardo? Parecían gente sencilla, incluso se atrevería a decir humilde. Los ojos de Fátima no se despegaban del padre, jamás había imaginado a Rodolfo Lombardo con ese aspecto tan simple. Ese hombre era el dueño del corazón de su madre, pero Fátima no lograba encontrar algo que explicara el motivo de su atracción; su madre amaba la opulencia, pero el señor Lombardo, a pesar de todo el dinero que supuestamente tenía, no lo mostraba por ninguna parte. Sus zapatos estaban deslucidos y el reloj de su muñeca era de plástico, detalles que uno no esperaría en un millonario. Definitivamente esta noche no estaba siendo nada como ella había imaginado.