El veneno de tu amor

Capítulo 3

Al llegar a casa, Fátima notó que la luz de la habitación de sus padres seguía encendida. La estaban esperando, en especial su madre, pues con seguridad deseaba saber todos los detalles de su cita con Tony. Fátima sintió una punzada de culpabilidad, puesto que sabía bien lo decepcionada que se iba a sentir al saber que no había habido tal cita. En lugar de pasar a saludarlos, como era su costumbre, Fátima se siguió de largo a su recámara, no queriendo estropearle la noche a su mamá que de tan buen humor había estado todo el día. Ya mañana la afrontaría con la realidad.

Aunque le dolía no darle gusto a su mamá, le era difícil no sonreír, puesto que en su mente seguía pensando en su cita errónea con Vicente. No recordaba haberse sentido así de encantada por ningún otro chico y eso que solo habían charlado unos cuantos minutos. Deseó con todo el corazón que Vicente en verdad la buscara y no había dejado de desear cuando su celular recibió un mensaje. Sonrió de oreja a oreja al ver que se trataba de Vicente.

VICENTE: “¿Cómo te va? ¿Siempre sí diste con el tal Tony?”

FÁTIMA: “No, después de la vergüenza con tu familia, mejor me fui a casa. Además, conocer a Tony no estaba en mi destino, como bien dices, no existen las coincidencias.”

VICENTE: “ ¿Eso significa que me vas a dejar invitarte a salir?”

Fátima sintió deseos de dar saltos de alegría por su recámara.

FÁTIMA: “Encantada acepto.”

Fátima se fue a dormir con la sensación de que flotaba. No podía esperar para volver a ver a Vicente.

 

Desde temprano al otro día, el teléfono de Fátima no dejó de sonar. Para decepción suya, se trababa de Tony, quien deseaba volver a quedar para la cita que no había podido ser. Algo irritada por la insistencia, pues odiaba a los hombres rogones, Fátima le explicó que para ella los domingos eran días para disfrutar a su familia y que ya sería en otra ocasión que se pudiera conocer. Si bien la primera parte era cierta, su domingo familiar no estaba resultando nada placentero, ya que, desde el momento en que supo que no había visto a Tony, Carmen comenzó a lamentarse por los rincones de la casa de forma incesante.

—Mamá, pueden salir otro día, por favor, ya basta —le pidió Santiago, irritado por las quejas.

—Es una exagerada, lo mejor es que la ignoremos —concluyó su papá antes de levantarse de su asiento con ayuda de su bastón.

—Yo te ayudo, papá —se ofreció Fátima tomándolo del brazo.

Camilo la apartó con un movimiento suave.

—Basta, hija, no me hagas sentir viejo —se quejó el anciano.

Fátima y Santiago intercambiaron una mirada divertida. Sin duda compartían unos padres interesantes, por una parte Carmen era una manipuladora de lo peor y, por otra, Camilo era un hombre de 81 años que seguía aferrándose a una juventud que hacía mucho lo había abandonado.

—Tengo un anuncio que hacerles —dijo Santiago, esperando acallar los lamentos de su madre—. Es justo acerca de Tony. Ayer me comentó que se abrió una vacante en la constructora de su papá y va a sugerirme para el puesto. Dado que la recomendación viene de él, es casi un hecho que el trabajo es mío.

—Ah, qué bien, ya era hora de que algo bueno saliera de tus amistades —dijo el papá asintiendo con la cabeza.

—Te deseo mucho éxito —dijo Fátima con cariño.

—Ya ves, ingrata. Tu hermano sí saca provecho donde puede —dijo Carmen en tono de reclamo.

Fátima puso los ojos en blanco.

—No es mi culpa que nos hayamos confundido de restaurante. Ya basta, por favor —le pidió antes de ponerse de pie y salir disparada hacia su habitación.

La paz no le duró ni diez minutos cuando alguien llamó a su puerta. Fátima resopló sonoramente, estaba demasiado hastiada para otra discusión con Carmen.

—Mamá, quiero estar sola por favor.

—Soy Santiago —dijo su hermano al otro lado de la puerta. Fátima lo dejó pasar, aliviada de que se tratara de él—. Quiero hablar contigo de mi nuevo trabajo. No quiero que te sientas presionada a salir con Tony solo para que yo conserve el empleo, ni nada por el estilo. Nuestra relación con él es independiente. Si lo conoces y te gusta, pues qué bueno y si no es así siéntete libre de mandarlo a volar, ¿de acuerdo?

Fátima le sonrió a su hermano, agradecida por sus palabras.

—Al menos tú estás de mi lado —dijo con un suspiro.

—Todos estamos de tu lado. Solo que mamá no sabe expresarse. Tenle paciencia, sufre mucho por su enfermedad.

—Lo sé —dijo Fátima sintiendo pena—. Créeme que lo sé, pero a veces actúa como si yo le cayera mal.

—A mamá le gusta controlar y tú eres un espíritu independiente. Es obvio que van a chocar de vez en cuando, solo no dejes que te afecte demasiado.

 

El mal sabor de boca que le dejó el domingo se disipó en cuanto recibió un mensaje de buenos días de Vicente al otro día muy temprano. Quedaron de verse esa misma tarde en cuanto Fátima concluyera con sus clases. Él se ofreció a pasar por ella a la universidad y Fátima no tuvo reparo en aceptar. Vicente le infundía mucha confianza y estaba segura de que su cita no sería un desastre, no veía motivos para tomar precauciones.




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