Ximena cumplía años, 24 para ser exactos. Para celebrarlo, organizó una salida a su club nocturno preferido: Vanderbilt. Si bien las fiestas y el alcohol no era su ambiente predilecto, Fátima tampoco se oponía a salir a bailar y pasar un buen rato con amigos. Sobre todo últimamente que se encontraba de tan buen humor y optimista. Era el efecto que estar enamorada traía a su vida.
Fátima tenía planeado presentarle a Vicente a sus amigos esa noche, aprovechando que todos estarían en el mismo sitio. Para su tristeza, al contarle del plan, Vicente declinó la invitación. Por más que ella quiso insistir, él se aferró en su negativa. A ojos de Vicente, él nada tenía que hacer en ese antro de gente alzada. Estaba seguro de que los amigos de Fátima no lo iban a ver con buenos ojos y deseaba ahorrarse el mal trago. Además, Vicente prefería mucho más las fiestas en casa donde podía charlar con sus amigos sin el inconveniente de la música a todo volumen y los precios exorbitantes.
Fátima usó todos los argumentos en los que pudo pensar para intentar persuadirlo, pero la decisión de Vicente resultó inamovible. Al final se dio por vencida, bastante decepcionada, pero respetando su decisión. De cualquier modo ella no deseaba ser de esas mujeres que no podían ir a ninguna parte sin el novio, así que decidió que iría sola y lo pasaría increíble al lado de su amiga.
Ximena la esperaba fuera con un nutrido grupo de amigos. Fátima saludó apresuradamente a todos antes de colocarse al lado de la cumpleañera, lugar que le correspondía como la mejor amiga.
—¿Dónde está Vicente? Tenía muchas ganas de conocerlo —comentó Ximena mirando alrededor.
—No se sentía con ánimos de salir, al parecer comió algo que le sentó mal —mintió Fátima.
—Oh, qué lástima. Ya será para otra ocasión entonces.
Fátima fingió una sonrisa, lamentando por dentro que Vicente hubiera decidido no acompañarla.
—¿Están listas para estar aquí hasta que nos amanezca? —preguntó Gaby, una amiga de ambas, que claramente ya llevaba unas copas encima desde su casa.
Fátima asintió con amabilidad, Gaby a veces tomaba demasiado en serio el enfiestar y terminaba poniéndose en ridículo por su forma excesiva de beber. Fátima no comprendía qué había de divertido en humillarse y no tener recuerdos de la noche anterior, pero aún así apreciaba a Gaby y disfrutaba de su compañía cuando estaba sobria.
—Yo me quedaré hasta que la cumpleañera quiera —declaró Fátima mirando a Ximena.
Está la tomó del brazo y se inclinó para compartirle un secreto que no deseaba que otros escucharan.
—¿Recuerdas a José, el que me gusta? Me envió un mensaje hace rato, dice que probablemente llegue más tarde para darme un abrazo de cumpleaños —le contó Ximena con una sonrisa entusiasmada.
Fátima le devolvió la sonrisa, a su parecer Ximena tenía el peor gusto en hombres y podía conseguirse algo mucho mejor que el tal José, pero cada quien sus malos gustos.
Entraron al establecimiento y pidieron una mesa. De inmediato, el grupo inundó a la mesera con órdenes de bebidas. Fátima solo pidió un refresco. Alguien debía mantenerse sobrio por si los demás perdían el control. Al llegar las bebidas hicieron varios brindis y rondas de shots en honor a la festejada. Fátima se encargó de tomar fotos, riendo con las ocurrencias de sus amigos. Después de un rato, todos empezaron a bailar y varios se dispersaron por el lugar en busca de algún prospecto del sexo opuesto que resultara interesante.
—¿Ese es tu hermano? —preguntó Ximena señalando hacia la barra.
Fátima se puso de puntitas para mirar sobre el mar de cabezas humanas. Era verdad, ahí estaba Santiago con algunos amigos, incluyendo Tony Lombardo.
Como si sintiera que lo observaban, Santiago alzó la mirada en dirección a ellas y saludó en el aire. Fátima apretó la mandíbula mientras su hermano se acercaba seguido de cerca por Tony.
—¿Quién es ese bombón que viene con Santi? —preguntó Ximena sin quitarle los ojos a Tony.
—Ese es Tony Lombardo, por favor, compórtate —le pidió casi suplicante.
—¿Ese es Tony? ¡Ay, amiga! No sé qué tal está Vicente, pero debe ser cosa seria para rechazar a un hombre como Tony.
—Lo es, ya lo conocerás —dijo Fátima lamentándose una vez más que Vicente no estuviera con ella esa noche.
Santiago y Tony llegaron en ese momento a saludarlas. Después de las introducciones reglamentarias, Tony se colocó al lado de Fátima, en actitud de que no pretendía apartarse de ahí.
—De haber sabido que vendrías habría pasado por ti a tu casa, así no tenías que manejar —comentó Tony acercándose a su oído para ser escuchado sobre la música.
—Me gusta manejar, además, sospecho que seré quien regrese a Ximena a su casa.
—Yo también me pude haber encargado de eso. Además, si tomas, no es seguro que manejes. Yo por eso traigo a mi chofer.
—Descuida, no suelo tomar en exceso… es más, no suelo tomar, punto. Esta noche no será la excepción.
Tony dio un respingo en su lugar, como si le hubiera compartido un secreto escandaloso.
—¿No tomas? Oh, vamos, debes tomar aunque sea algo.