El veneno de tu amor

Capítulo 8

Fátima despertó tarde, al menos tarde para lo que ella acostumbraba, pues normalmente se levantaba apenas casi salía el sol, pero ahora ya eran cerca de las 11 de la mañana. La noche de fiesta debió haberla agotado más de lo que había sospechado.

Se levantó de su cama y salió al pasillo, moría de hambre. Seguro que su familia ya había desayunado, así que se prepararía algo rápido en la cocina y volvería a la cama. Al pasar por la habitación de su hermano, lo escuchó hablando por teléfono y no pudo evitar detenerse al escuchar lo que decía.

—En verdad lamento lo que pasó, señora Ortega. Me siento tan impotente por no haber estado ahí para defenderlo… quién podía imaginar que iban siguiendo a Marco. Por favor, si puedo ayudar en cualquier cosa, no dude en llamarme. Más tarde pasaré a ver cómo sigue Marco y le prometo que presionaré a la policía para que dé con los culpables de esto —dijo antes de colgar.

Fátima entró a la recámara con el corazón aporreando su pecho.

—¿Qué le sucedió a Marco? —preguntó, provocando que Santiago diera un brinco en su lugar, pues se encontraba de espaldas y no la había visto entrar.

—Una cosa terrible. Llegando a su casa dos maleantes lo atacaron, le pusieron una golpiza tremenda que lo dejó inconsciente para robarle la cartera. Esta ciudad es un asco, uno ya no puede salir a divertirse sin que la escoria social vaya tras uno. Seguro que lo iban siguiendo desde el Vanderbilt —se lamentó Santiago con la voz cargada de coraje por su amigo.

Fátima tomó asiento sobre la cama con ambas manos cubriendo su boca, sus ojos tan grandes como era capaz de abrirlos.

—¿Va a estar bien? —preguntó temerosa, descubriendo su boca para hablar.

—Con el tiempo… por ahora está muy malherido, aunque los doctores no creen que haya daños permanentes. Solo va a tener que estar en cama un buen rato en lo que sanan sus heridas, esas basuras lo golpearon con saña. De verdad más parecía que lo querían lastimar de lo que les interesaba la cartera.

—No lo puedo creer. Marco es siempre tan amable… es injusto que algo así le pase a un hombre tan bueno… —en ese momento Fátima reparó en las palabras de su hermano y un miedo se asentó en su corazón. Recordó la forma en la que Tony los miraba la noche anterior al encontrarlos bailando y se llenó de desconcierto. ¿Podía tratarse de una coincidencia o los dos hechos estaban relacionados?—. ¿Estás seguro de que fue un asalto?

—Sí, te digo que se llevaron su cartera —contestó él asintiendo.

—Pero acabas de decir que más parecía que le querían hacer daño… ¿Y si lo de la cartera fue solo para despistar? Tal vez en verdad lo que buscaban era golpearlo, darle un escarmiento.

Santiago frunció el ceño, sorprendido por la suposición de su hermana.

—¿Quién querría hacerle daño a Marco? Es un tipo bonachón que no se mete con nadie. No me parece la clase de persona que tendría enemigos.

—¿Y si fue Tony? Tal vez me esté volviendo loca, pero estoy segura de que ayer se llenó de celos al verme bailar con Marco. Es más, después se puso pesado conmigo por eso. Estaba muy desagradado de verme bailar con otro hombre. Además, ya estaba tomado, puede que haya hecho una tontería por impulso.

—Sí, yo también noté que Tony se molestó, pero… ¿mandarlo golpear? Ni que fuera un mafioso de película. Además, tampoco es que se estuvieran besando o algo que mereciera una represalia. Siento que sería una reacción desproporcionada a algo tan mínimo —dijo Santiago tratando de restarle importancia—. Yo creo que fue una desafortunada coincidencia.

—¿Estás seguro? Yo no lo sé, algo me dice que Tony tuvo que ver en esto…

—Basta, Fátima, no dejes volar tu imaginación. Tony no es de tu agrado y lo entiendo, pero eso no significa que sea una mala persona. Además, ¿dónde habría conseguido dos matones a esas horas de la madrugada sin previo aviso? Ya te digo yo que no es un capo de la mafia, solo es un junior que hizo un berrinche porque la chica que le gusta no le hizo caso. Dudo mucho que sea capaz de algo tan horrible. Está ciudad siempre ha sido insegura, todo el tiempo se escucha de asaltos y secuestros. ¿En verdad crees más que esto se debió a un arrebato de celos a que sea otro delito más de los cientos que pasan a diario? Me parece que estás dejando que tu rechazo por Tony te haga verlo peor de lo que realmente es.

Fátima desvió la mirada hacia la ventana. Lo que decía Santiago tenía mucha lógica. Los asaltos eran cosa de todos los días y las autoridades no hacían nada al respecto, pero algo en su corazón le insistía en que lo que suponía era la verdad. Si bien las posibilidades de que todo fuera una coincidencia eran muy grandes, Fátima no podía sacudirse la sensación de que algo no estaba bien.

 

Esa tarde, Vicente la llevó a una exposición en el Museo del Virreinato que Fátima tenía días queriendo visitar.

—Me habría encantado que estuvieras conmigo anoche. Ximena tenía muchas ganas de conocerte y se entristeció de que no llegaras —dijo mientras caminaban hacia la entrada del museo.

Vicente hizo una mueca de inconformidad que Fátima no logró ver.

—Fue para mejor. No creo que yo encaje bien con tus amigos. Venimos de mundos distintos y probablemente no vayan a aceptarme —dijo con voz tensa.




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