El veneno de tu amor

Capítulo 10

El cumpleaños de Fátima llegó. Para celebrarlo, partió un pastel de chocolate en casa con sus papás y luego se preparó para la fiesta que había organizado con sus amigos. Ya que el ambiente de los clubes nocturnos no era su predilecto, había decidido rentar una terraza pequeña, pero con una vista hermosa de la ciudad, en la que sus amigos y ella podían celebrar. 

La noche estaba fría, pero eso no estaba impidiendo que la gente lo estuviera pasando bien. La música estaba a un tono moderado, de modo que todos podían charlar cómodamente. A un costado de la terraza había una mesa atestada de botanas y bebidas para la gente, además de los cupcakes que Ximena le había horneado como regalo.

Ya era casi la medianoche, las risas cada vez se hacían más estridentes y todo estaba saliendo de maravilla. Solo había un pequeño detalle que empañaba la felicidad de la cumpleañera: Vicente no estaba ahí.

Por más que intentaba disimular, Fátima encontraba imposible dejar de voltear a la entrada de la terraza cada pocos minutos, de modo que ya varias personas le habían preguntado a quién esperaba. Ella evadía la pregunta, no queriendo pasar la vergüenza de explicar que esperaba a su novio y que este venía tarde. Su inquietud crecía con cada minuto transcurrido, ¿Vicente sería capaz de dejarla plantada en su propio cumpleaños? La idea la hacía sentir enferma. No, él era demasiado bueno, demasiado educado, jamás le haría una grosería de ese tamaño. Debía haber otra explicación, aunque a Fátima no se le ocurría ninguna. Tal vez sus inseguridades habían vencido y Vicente no deseaba conocer a su círculo social. O tal vez no la quería tanto como ella suponía…

Decidió dejar de torturarse con sus pensamientos y actuar. Sacó el teléfono de su bolso y le envío un mensaje a Vicente para preguntarle si iba a asistir. Era mejor saber la verdad de una vez que pasar el resto de la noche especulando. La respuesta de Vicente llegó minutos después, iba con retraso, pero prometía llegar en poco tiempo. Fátima sintió que el alma le volvía al cuerpo. Sí iba a venir.

Ya más sosegada, volvió a poner atención a la conversación de los amigos que estaban a su alrededor.

—¿Escucharon lo que le pasó a Marco? ¡Qué miedo! —decía Ximena.

—Ni que lo digas. Yo vivo cerca de él, creí que era una zona relativamente segura, pero ya veo que no —contestó un antiguo compañero de la escuela.

—¡Ya ningún lugar es seguro! —se quejó Gaby en voz chillona—. La única opción es mudarnos a otro país, esto no tiene remedio.

—¡Mira nada más quién está aquí! —exclamó Ximena dándole un codazo juguetón a Fátima con los ojos hacia la entrada.

Fátima se giró con la sonrisa más enorme en los labios, esperando ver a Vicente. Sin embargo, quien venía hacia ella con actitud galante y una sonrisa engreída era Tony Lombardo. La decepción se sintió como un balde de agua fría, pero Fátima se obligó a seguir sonriendo, puesto que mucha gente estaba mirando la entrada de Tony y ella no deseaba dar pie a habladurías.

A unos metros, Santiago le dedicó una mirada de disculpa, era obvio que él había sido el boca floja que le había informado a Tony de la fiesta, pero ya era muy tarde para remediarlo.

—Feliz cumpleaños —dijo Tony al llegar frente a ella y la envolvió en un abrazo.

—Gracias por venir —contestó ella con fingida cordialidad, a pesar de que no lo había invitado.

Fátima rompió el abrazo en cuanto pudo, tratando de ocultar su incomodidad, mientras que más y más gente se giraba a verlos, asumiendo que Tony era una especie de interés romántico de la festejada y queriendo todos los pormenores posibles.

—Hermosa Fátima, espero que la estés pasando muy bien y que hayas recibido muchos regalos.

—Muchos, no, pero en verdad lo estoy pasando bien. Por favor, siéntete cómodo, las bebidas y las botanas están por allá —dijo señalando hacia el otro lado de la terraza, esperando que la dejara tranquila.

—¿No has recibido muchos regalos? Oh, no puedo permitirlo. Espero que esto cambie la balanza —dijo sacando una caja azul de Tiffany de su chaqueta.

Algunas personas empezaron a cuchichear incluso antes de que Fátima tomara la caja.

—No tenías por qué molestarte —dijo Fátima con las mejillas encendidas.

—Claro que sí, ¿crees que iba a dejar pasar tu cumpleaños sin darte algo especial? Es una ocasión digna de celebrarse. Eres una chica fantástica, te mereces todas las joyas que el dinero pueda comprar. Este solo es un comienzo. Si me lo permites, yo te llenaré de presentes a cada oportunidad —dijo con cierta petulancia.

Fátima tomó la caja y se le quedó mirando sin saber qué hacer. Asumía que la joya dentro iba a ser escandalosamente costosa y temía que aceptar el regalo la comprometería de algún modo, sin embargo, no sabía cómo rechazarlo sin ser abiertamente grosera.

—Tony, algo me dice que te excediste en el regalo… —susurró insegura.

La sonrisa de Tony se ensanchó, disfrutando de verla sonrojarse.

—Ya te digo que esto solo es el comienzo. Mi único deseo es llenarte de obsequios todos los días, tal como mereces.

—No te hubieras molestado…

—¡Ábrela! —la exhortó Ximena sin dejar de ver la caja, un coro de voces a su alrededor la apoyaron.




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