El viaje del falso héroe

Mi dios, mi sangre

¿Cuántas vidas habré experimentado? ¿Cuántos nombres habré tenido? Estoy atado a un ciclo eterno por una promesa ya rota, una promesa que me atrapó en la carne y la sangre. Miles de amantes y miles de rostros de la misma persona marcados por muerte y reencarnación, siento que algo se rompe en mí cada vez que la recuerdo, sólo pude sobrevivir porque siempre olvido. Mis memorias acuden al papel y no directamente a mi mente, es como si otra persona fuera la voz narradora, estoy escribiendo con miedo a que me encuentre esa bestia, aún hay cosas que no comprendo, ese ser vacío y que viste la piel de otros me acosa en sueños y pesadillas, siempre estuvo jugando conmigo, pero poco puedo hacer si ni siquiera sé si es real.

 

Mientras huía de sombras y alucinaciones me encontré con una mujer moribunda, esta extraña a la que sujeto ahora mismo entre mis brazos no pertenecía a este mundo, su sangre mana negra al igual que la mía, susurros de su boca surgían débilmente -Una vida pudimos haber tenido juntos, pero un sacrificio tuvo que ser hecho para que recordaras, mi Soberbia- los folios que logré recuperar de vidas pasadas eran manchados por esa sangre etérea, no la conocía, pero realmente sentí que sus palabras eran ciertas, no sabía si llorar o seguir huyendo de la nada, del ser vacío. Ella sujetó mis manos, las cuencas de sus ojos eran completamente huecas, un último aliento parecía acudir a su alma, la soga se apretaba, su inexistencia esta vez sería eterna; algo en ella se apagaba. Bruma eran sus cabellos dorados, estos cabellos huían de mi contacto, finalmente la mujer volvió a dirigirme la palabra.

 

-No busques más Altaïr, no busques más Calixto, no busques más Devaner -hizo el amago de tocar mi rostro. 
-Solo un nombre de todos ellos reconozco. ¿Acaso me estoy volviendo loco? 
-No te preocupes, mi sacrificio no será en vano -parecía no escuchar mis palabras-. 
-No te sacrifiques por mí, este mundo no merece la muerte de la Ekaterina. 
-Una promesa -susurró-, una promesa rota por el dolor, el sufrimiento, la sangre y la locura. 
- ¿Qué son estos recuerdos? ¿De dónde sale este remordimiento? ¡Por favor responde! Siempre fuiste lo que me mantenía con vida -memorias pasadas se retorcían, mi mente daba tumbos-. 
-La carne... le trajimos demasiado sufrimiento a la carne, solo me arrepiento de eso. -Sufrimiento es el que me trae tu muerte ¿Por qué no puedo recordarte? -traté de acariciarla, traté de sentirla, pero allí no había nada más que inexistencia-. 
-Esto es doloroso y el camino fue demasiado largo ¿Pero aún puedes hacerme un favor... Calixto? -sus cuencas vacías parecían poder mirar mi alma-. 
-Dime lo que deseas de mi Vega, dime lo que deseas de mi Ekaterina -nombres acudían a mi mente y pese a que no podía escucharme, yo seguía contestando-. 
-Rompe el ciclo, rompe nuestra promesa, aunque debas atravesar las entrañas del mismísimo Vacío, llena el vacío de ese ser con acero, fuego, dolor o lamento, pero mátalo. 
-Matar sombras u oscuridad, matar lo intangible... 
-Ese ser no es omnipotente... ese ser está vacío -deliraba, su conciencia se diluía en aquel caos llamado muerte-. 
- ¿Cómo lo mato? ¿Cómo huyo de esa cosa? -mi corazón palpitaba, quería salir de ese frágil cuerpo, daba la sensación de que ella fallecería en cualquier momento-. 
-Sé que sólo soy una carga y sé que estoy siendo egoísta, pero sólo puedo ayudarte con una cosa -sus manos se agitaban en busca de algo-. 
-No te esfuerces ¿Qué es lo que quieres? -no pude evitar alarmarme-. 
-Calixto, Altaïr... dios, ni siquiera sé cómo llamarte -esbozó una pequeña sonrisa- acércate, este es mi último regalo. 
-No desfallezcas aún, escucharé lo que desees -acerqué mi rostro a sus manos, sentía que era lo que buscaba-. 
-Bien, lo siento, pero será una sensación desagradable -su cara se tornó seria- este es el dolor de recordar una vida pasada, este es el precio que se ha de tomar -sus manos atravesaron mi cabeza, sentí miles de agujas rasgando mi cerebro, mis piernas comenzaron a temblar y mi conciencia no tardó en ceder paso a la oscuridad-.

 

Un aire de tranquilidad ajeno a mi vida se respiraba por primera vez en mucho tiempo, me encontraba en la cama de una casa desconocida. Botes de medicina llenaban decenas de estantes, separado de ellos se encontraban libros sobre hierba y anatomía, palpé mis brazos y pierna para ver si tenía todos mis miembros y pude percatarme de que había vendas cubriendo toda mi pierna izquierda, tablas de madera se encontraban fijando su posición. Traté de levantarme, pero obviamente me encontraba completamente impedido, busqué con la mirada si había alguien más en esa habitación, vi una puerta abierta de la cual procedía el sonido de una pelea acalorada entre un adulto y una joven. El olor de una sopa impregnaba el aire de la habitación, el apetito que me acosaba casi provoca que no escuchara la conversación.

 

- ¿Eres cura o un mensajero de dios? -el tono de la chica denotaba ira-. 
-Hija, no puedo dejar morir a la gente que acude a mi puerta por ayuda -una voz calma pero decidida era marcada por aquel hombre de tono amable-. 
- ¿Entonces te parece adecuado dejar morir a madre? Deja de recoger perros callejeros, tu gran corazón va a devorar nuestras pocas provisiones, la guerra es muy dura padre -arrastró las últimas palabras-. 
-Tan dura y gélida como tu corazón hija -esta vez parecía haber cabreado al hombre- iré a llevarle la sopa al muchacho, espero que no vengas a molestar. 
- ¡Eso es, ve y mátanos con bondad padre! -se escucharon pasos apresurados alejándose de mi habitación-. 
-Dios ella, es demasiado joven... -con un suspiro finalmente el hombre entró a la habitación, traté de hacerme el dormido-. Perdone, le he traído comida, siento tener que despertarle. 
- ¿Dónde estoy? -mi confusión no fue del todo fingida, el hombre me miró con cierta comprensión, portaba un rostro marcado por la edad, era de pelos canos y complexión delgada-. 
-Está en “...”, parece ser que sobrevivió al ataque del imperio, ahora está a salvo. 
-Imperio... -no sabía nada sobre un imperio- soy Altaïr -esas palabras acudieron a mí-. 
-De acuerdo... -dijo confundido- supongo que ha tenido que ser horrible lo que has tenido que pasar. 
-La pérdida de todas las sensaciones siempre es terrible -contesté sin pensar-. 
-No se preocupe, no se quedará inválido -confundió el significado de unas palabras que ni siquiera yo entendía-, sólo coma la sopa y trate de recuperarse pronto, la situación es dura para todos. 
-Comprendo... y gracias por ayudar a un desconocido. 
-Aún conservo mi humanidad -esbozó una sonrisa-. 
-Padre -la chica irrumpió junto a una mujer de rostro pálido en la habitación- me voy con madre a la ciudad, iremos con nuestros tíos, estamos cansadas de tu actitud. 
-No hagas idioteces hija -el hombre se alteró y se levantó de un sobresalto- ella no se encuentra bien, si te sigue es de seguro porque poco puede hacer por entender su situación. 
-La entiendo mucho mejor que tú, me la voy a llevar -dijo de forma cortante-. 
-Hija, confía en tu padre al menos por una vez -el hombre parecía estar destrozado, yo miraba aquella situación totalmente incrédulo-. 
- ¿Confiar en ti? -contestó con sarcasmo- para confiar en ti hay que ser un moribundo de la calle. 
-Pero hija mía... esta guerra, las muertes... 
- ¡Cállate! Si esto sigue así solo acabará con nuestra muerte, deberías pensar más para los tuyos -comenzó a llevarse a la madre casi a rastras-. 
- ¡No! No os valláis por favor -la voz del hombre era mucho más débil que antes, este se agarró el pecho y cayó de rodillas al suelo-. 
-No importa que ruegues de rodillas padre -su hija ya se estaba girando y no pudo ver su expresión retorcida-. 
-Perdone, creo que le pasa algo -dije de manera titubeante-. 
-Tú eres el problema -se giró hacia mí bruscamente y me señaló- tú... -al ver a su padre tirado en el suelo mudó de expresión, se tiró a su lado rápidamente-. ¿Qué te pasa? Despierta. 
- ¡Aaaah! -el hombre comenzó a gritar mientras retorcía el cuello de su camiseta-. Creo que es un ataque al... -su cara palideció del dolor-. 
- ¡Padre lo siento! -comenzó a llorar y a sujetar sus manos- perdóname padre. 
-Hij... -la muerte no da paso a despedidas, el hombre simplemente se desplomó completamente inerte en el frio suelo-. 
- ¡Nooooooo, padre despierta! ¡Perdóname! -lloró de manera desgarradora, la mujer miró a su hija y se apoyó contra la pared, parecía confusa-. 
-Lo siento -dije en voz baja, debía haberme callado-. 
- ¿De verdad dices lo siento? -la ira que tiñó su rostro era profunda, sin soltar las manos de su padre se giró para mirarme- ¿Por qué tuvo que venir un retrasado a matar a mi familia? 
-Lo siento - ¿Que más podría decir? -. 
-Dios, dios, dios ¡Cállate de una puta vez! -ante este grito la madre cayó al suelo y se tapó las orejas, parecía que algo no funcionaba en esa mujer-. 
- ¿Qué es lo que está pasando hija? 
-Por favor, no hables tú tampoco -la chica cada vez parecía estar más iracunda-. Ya sé cómo puedes disculparte perro apaleado, suicídate junto a ella, ya estoy cansada -se levantó y dejó en el suelo el cadáver de su padre, miró por un instante al vacío-. 
-Sé que desconozco tu situación, pero... 
-No me hables -dijo en voz baja y de forma cortante-. Me voy, adiós padre, adiós madre -con locura reflejada en su rostro se dirigió hacia el exterior de la habitación-. 
- ¿No pensarás dejar a tus padres chica? Eres un monstruo -la impotencia me corroía, ni siquiera podía levantarme de aquella cama, estaba encadenado-. 
-Es cierto -dijo con mirada vacía- eres retrasado -se fue al exterior y regresó al poco tiempo con una soga en la mano- como no te puedes mover de aquí y no pienso recoger mierda, haré el favor de matarte junto a mi madre, sois casos perdidos, la guerra ya os ha devorado – se acercó con paso tranquilo ¿Aquello que había en su cara era regocijo? -. 
-Para, piensa antes de actuar, puede que te arrepientas -no pude evitar temer por mi vida-. 
-No pasa nada -dijo con voz apaciguadora- yo también voy a matarme.



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En el texto hay: dioses, drama, fantasa oscura

Editado: 10.05.2018

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