El Viajero de los Sueños

Décima Segunda Parte

─Eso no me halaga, en absoluto.

─Por favor, déjame terminar. Ellos podrían incluso comprobar que realmente puedes trasladarte de un lugar a otro y de alguna manera inducirte al sueño para hacerte viajar, incluso la milicia podría hacerse de ti como una especie de arma o algo así.

─Vaya. Un futuro muy prometedor.

─Por favor, Saúl, prométeme que pase lo que pase nunca hablaras de ello con nadie. Podría aceptar tus eventuales “viajes”, pero nunca que seas un fenómeno curioso digno de estudio, un arma o algo por el estilo.

Me estrechó entre sus brazos vi temor en su rostro

─Sabes que lo intrascendente que suena el asunto me impide comentarlo con alguien.

─Sólo prométemelo, ¿Si?

─Está bien, ¡Prometido!, pero sabes que mis padres…

─Nunca lo dirán. Verás ellos aún no lo han internalizado como una realidad.

─Está bien. ¿Y ahora qué?

─¿En que estábamos antes de ponernos dramáticos, mi querido maestro? ─ Inquirió recomponiéndose.

Así era mi Annika, podía pasar de una emoción a otra con la misma facilidad en que pasas la página de un libro.

─Quizás no sea yo quien se puso dramático.

─Digamos que… me has motivado. ¡Oh! Ya lo tengo, estábamos en lo de la necesidad de enseriarnos con tus “viajes”.

Me quedé un rato observándola. Me imaginaba como debían volar las ideas detrás de ese hermoso rostro que tanto amaba.

─¿Saúl?

Me sorprendió aledado.

─Oh, sí, sí, sí. Te sigo. Pero ya lo sabes, no tengo ningún control sobre eso.

Ella se sentó de pronto en la cama.

─Lo primero que debemos saber es como han ocurrido esos sueños, en que momentos te has quedado dormido, como ha sido el sitio en el que ocurrió. Debe haber algo que podamos sacar en claro. La primera vez te quedaste dormido en el campo.

Podía notar como la mente de Anna iba cada vez más de prisa.

─La segunda fue en una biblioteca de tu universidad. La tercera…

─En la sala de mi casa, en Buenos Aires ─ rematé yo que también comenzaba a sentirme arrastrado por sus reflexiones.

─La última…

─En el cuarto en el que me alojaron unos amigos.

─Podría haber una pista, un patrón allí. Es probable que…

Se quedó en silencio unos segundos.

─Creo que tengo algo ─ agregó ─ no sé por qué no lo hemos visto hasta ahora.

─¿De qué hablas Anna? dije sentándome también en la cama.

─Esos sueños se presentaron de manera extraordinaria. No era tu sueño habitual, el que tomas todos los días en tu cama de siempre. Estos sueños vinieron a ti cuando estabas… en otras circunstancias.

─Ahora lo veo, Anna.

Y realmente lo comprendía, los sueños que me habían hecho viajar no pertenecían a mis horas de sueño comunes.

─Creo que has dado con algo importante, Anna.

─Y si eso es así ─ dijimos casi al unísono ─ es poco probable que me vaya de viaje mientras estoy en nuestra cama.

─Eso es. Pero no podemos contentarnos con eso. La necesidad del sueño no siempre se puede vencer, además, en ocasiones las circunstancias implican dormir en otros lugares por lo que continuará existiendo la posibilidad de que duermas fuera de casa o, al menos, fuera de esta cama.

─Supongo que tendré que esmerarme mucho más en descubrir esas ocasiones y ese sueño ─ dije sin mucha convicción.

─También tendremos que hacer preparativos para tus “viajes”.

─¿Preparativos dices?

Realmente me había intrigado.

─Hablo de asegurarte documentación que te permita cierta identidad en cualquier país al que llegues.

─Tendré que tener siempre el pasaporte actualizado y considerando que he logrado viajar con…

─Tu billetera.

─¡Santo Dios! Es cierto. Creo que tendré que guardar allí mi pasaporte.

─Lo que significa que los viajes te permiten un mínimo de equipaje que sólo incluye tu ropa y tu billetera. Tendrás que sacar algunas cosas de manera que el pasaporte no signifique más… “equipaje”.

─Pero el pasaporte debe ser firmado y sellado al entrar a cualquier país, ¿cómo haría para que lo firmaran y sellaran cuando ya estoy dentro?

─Supongo que no dejará de ser una contrariedad, pero es mejor que nada. En todo caso siempre tendrías la opción de las misiones diplomáticas.

Pensé en hablarle de la posibilidad de que no existiesen misiones diplomáticas en el país al que llegase, pero Anna no era muy sensible a las faltas de optimismo.

─De cualquier forma, todo eso significa que no puedo despojarme de la ropa cuando deba dormir fuera de casa. Recuerdo que cuando estaba con los Álvarez ni siquiera me desprendí de los zapatos, algo por lo que mi madre siempre me había reñido.




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