El rugido de Arion, un sonido primigenio que resonó en el claro del bosque, fue el preludio del caos. Su figura oscura, enmarcada por la luz escarlata de la luna, se lanzó hacia Seraphina con una velocidad y una ferocidad que la dejó sin aliento. Ella, en su mente, se había preparado para un enfrentamiento contra una criatura del Vacío, no contra un lobo de las leyendas. La cara de su mentora, Elysia, se hizo presente en su mente: "No te acerques a las Tierras del Olvido, no te acerques a las bestias salvajes". Ahora entendía por qué.
Arion la vio no como una persona, sino como una encarnación de todo lo que odiaba. La magia de Seraphina vibraba a su alrededor, una energía que, para él, olía a muerte y traición. Su abuelo le había contado cómo los magos habían envenenado el suelo y el aire para debilitar a su manada antes de la masacre. El olor dulce que ahora sentía le trajo recuerdos de dolor que no eran suyos, sino la herencia de su clan.
Seraphina no tuvo tiempo para pensar. La criatura del Vacío, aprovechando su distracción, lanzó un tentáculo de sombras hacia ella. En un reflejo, Seraphina levantó un escudo de luz con su mano libre. El ataque del Vacío chocó contra la barrera, creando una explosión de energía que la arrojó hacia atrás. Antes de que pudiera recuperar el aliento, Arion, en un movimiento veloz, la flanqueó y se abalanzó sobre ella, sus garras desnudas y listas para el ataque.
Pero antes de que sus garras la alcanzaran, una energía invisible y violenta los envolvió. No fue un hechizo, ni un grito. Fue una fuerza tan poderosa que los hizo detenerse abruptamente. Ambos sintieron una punzada, como si una cuerda invisible se hubiera tensado entre sus pechos, una conexión que los obligó a mirarse a los ojos. El odio de Arion se encontró con la confusión y el miedo de Seraphina. En esa mirada, por un instante, el mundo se detuvo.
La criatura del Vacío aprovechó el momento de parálisis. Lanzó un aullido de rabia sin sonido y cargó contra ambos, consumiendo la tierra a su paso. Arion se sacudió, su instinto de depredador tomando el control. Su odio por Seraphina no había desaparecido, pero la amenaza de la criatura era más inmediata. Seraphina, por su parte, se puso de pie, su magia fluyendo con urgencia.
—¡Es inútil luchar entre nosotros! —gritó ella, su voz temblando. —¡La criatura nos matará a ambos!
Arion la ignoró, lanzándose contra la bestia. Mordió un tentáculo de sombras, pero su mandíbula pasó a través de él como si fuera humo. La criatura del Vacío se burló de su ataque, sus tentáculos se retorcieron y lo golpearon con una fuerza invisible que lo hizo tambalearse.
Seraphina vio su error. La fuerza bruta no funcionaría contra esa cosa. Canalizó su magia, y una ráfaga de fuego blanco surgió de sus manos, golpeando a la criatura. El fuego no la hirió, pero la energía pura de la magia hizo que se encogiera. La criatura se retiró, emitiendo un chillido.
Arion, sorprendido, se detuvo. La había visto pelear con la criatura, pero no con esa fuerza. La magia de la maga no era solo destrucción, era... poder.
—El fuego no la quema —dijo Seraphina jadeando, su voz resonando en la mente de Arion por el vínculo. —Está hecha de antimateria, solo podemos disiparla con energía concentrada. ¡Tú no la puedes atacar! ¡Tenemos que unirnos!
Arion gruñó, la voz de su abuelo martillando en su cabeza: "No confíes en un mago".
—¡Nunca! —respondió, su voz llena de desprecio.
Pero en ese instante, el suelo bajo sus pies tembló. La criatura del Vacío había recuperado su forma. Un grito desgarrador resonó en el aire, y del bosque, un grupo de lobos, la manada de Arion, apareció. Eran Dante y otros. Vieron a Arion de pie junto a la maga. Dante, su Beta, los miró con los ojos muy abiertos y con un claro signo de sorpresa. Kael, un lobo ambicioso y rival de Arion, gruñó, su rabia palpable.
—¡El alfa está con una maga! ¡Una de las que casi nos mató! —gritó Kael.
El caos estalló. Los lobos, confundidos, no sabían si atacar a la maga o a la criatura. La criatura del Vacío, aprovechando el conflicto, creció, sus tentáculos se estiraron y golpearon a los lobos. Varios cayeron heridos, y Seraphina, horrorizada, los vio.
—¡Tenemos que detenerla! ¡Juntos! —suplicó Seraphina, su voz telepática ahora más fuerte, resonando en la mente de Arion y, sorprendentemente, en las mentes de los lobos que habían entrado en el claro.
Arion vio a su manada herida, vio a Dante luchando para mantener a los demás seguros. Se encontró en una encrucijada. La criatura del Vacío era un problema que no podían resolver sin ayuda. Y la única ayuda disponible era la que más odiaba.
Con el corazón pesado, el lobo alfa tomó una decisión. Se volvió hacia la maga y asintió con la cabeza, un gesto de tregua. Por un momento, su odio se disipó, reemplazado por la necesidad de proteger a su manada. Seraphina, al ver su gesto, canalizó su magia, y por primera vez, unió su poder al de un lobo. No era un simple hechizo, era un pacto, una unión de almas forzada por las circunstancias. Ambos sintieron una oleada de poder que recorrió sus cuerpos. Arion, con la energía de la maga fluyendo a través de él, se sintió más fuerte. Y Seraphina, con la fuerza del lobo, sintió que podía canalizar un poder que nunca había soñado.
La criatura del Vacío lanzó un alarido de frustración. Seraphina alzó las manos, y un rayo de energía purificadora, una magia que nunca había podido dominar por sí sola, se materializó entre sus palmas. Arion se movió a su lado, la miró y, por primera vez, no vio solo a una maga, sino a un guerrero. Siguiendo un instinto que no era suyo, sino del vínculo, corrió hacia la criatura. Esquivó los tentáculos de sombras y, en el momento preciso, saltó por encima de ella. Seraphina, sin pensarlo, disparó el rayo de luz a través del espacio que Arion había dejado, impactando a la criatura del Vacío. El rayo no la destruyó, pero la hizo retroceder.
Editado: 26.09.2025