El Vínculo de la Ceniza y la Luna

El Primer Acuerdo y la Semilla de la Desconfianza

El silencio en el claro, roto solo por el jadeo de Arion y la respiración superficial de Seraphina, era más tenso que la batalla misma. La mancha de ceniza en el suelo, último rastro de la criatura del Vacío, parecía burlarse de la precaria victoria.

Kael se abalanzó hacia Seraphina, transformándose a mitad de camino en un hombre lobo corpulento, su pelaje color arena erizado, sus ojos fijos en la garganta de la maga.

—¡Aléjate de él, bruja! ¡No toques a nuestro Alfa! —rugió, una voz profunda y gutural.

Seraphina alzó las manos en señal de rendición, su rostro pálido. Sabía que un enfrentamiento ahora la aniquilaría; estaba agotada y el vínculo con Arion, que le había dado la fuerza para el hechizo final, se había cortado abruptamente, dejando un frío vacío en su pecho.

—¡Detente, Kael! —La voz de Dante, el Beta, era firme. Se interpuso entre Kael y Seraphina, aunque su propia mirada hacia la maga estaba llena de escepticismo. —El Alfa sigue con vida. Ella lo ha salvado, por ahora.

Kael retrocedió a regañadientes, pero sus ojos permanecieron fijos en Seraphina, una promesa tácita de violencia.

Arion se incorporó con dificultad, un dolor sordo recorriendo su costado. Se transformó de nuevo a su forma humana, su cuerpo fuerte y esculpido brillando bajo la luz de la luna, cubierto de tierra y sangre. Se puso de pie y se apoyó en un árbol, ignorando el dolor y la presencia de la maga.

—Dante tiene razón —dijo Arion, su voz seca y dura, dirigida a su manada y no a Seraphina. —Se acabó. Regresen a El Refugio. Lleven a los heridos y preparen a los centinelas. Yo... yo me encargo de esto.

La manada se movió con obediencia, aunque las miradas que le lanzaban a Seraphina eran claramente hostiles. Kael fue el último en irse, lanzándole una advertencia silenciosa a la maga que ella entendió perfectamente: si Arion moría, la culpa sería suya.

Cuando el último rastro de la manada desapareció entre los árboles, Seraphina se permitió relajarse un poco, aunque no se atrevió a acercarse.

—Estás herido —dijo ella en un susurro, sintiendo la obligación de usar su magia para curarlo, pero temiendo su rechazo.

Arion se volteó hacia ella, sus ojos ámbar encendidos por la rabia. La miró de pies a cabeza.

—No necesito tu... tu enfermedad —escupió la palabra "enfermedad" con desprecio. —Vete. Vuelve a tu Ciudadela.

—No puedo —dijo Seraphina, cruzando los brazos sobre el pecho. —El vínculo...

La palabra resonó en el aire. Arion sintió la misma punzada que ella, el recordatorio de esa inexplicable e indeseada conexión.

—No hay vínculo —la cortó él, acercándose dos pasos, su estatura imponente. —Es una maldición, un error que la naturaleza se encargará de corregir. No significa nada.

—Significa que somos mates —replicó Seraphina con una firmeza que no sentía. Aunque la palabra le sonaba ridícula, sabía por los antiguos tomos que el vínculo de almas gemelas entre razas distintas era raro, pero siempre forzado por una magia muy antigua.

Arion gruñó, dándose la vuelta para ocultarle la frustración que le provocaba la idea. El instinto dentro de él, el lobo, gritaba que ella era suya, que su lugar estaba a su lado, que tenía que protegerla. Pero la voz de su abuelo gritaba más fuerte: "Ella es una maga, una asesina de almas".

—Escúchame bien, maga —dijo, dándose la vuelta de nuevo. —No puedo matarte. No sé por qué. Pero si vuelves a acercarte a mis tierras, o a mi gente, lo haré. Ahora, la criatura del Vacío se ha ido, pero volverá. Y con ella, vendrán más. Tú lo sabes.

Seraphina sintió un escalofrío. Arion tenía razón. Las criaturas del Vacío eran solo heraldos.

—La contención no durará mucho —admitió Seraphina. —La criatura se regenerará. No hay forma de que uno de nosotros pueda enfrentarse solo a lo que viene. Necesitamos una tregua.

Arion dudó, examinándola con una intensidad que la hizo temblar. Vio el miedo en sus ojos, pero también la determinación.

—¿Una tregua? —se burló. —¿Con una maga?

—Sí. La criatura ha sido nuestro enemigo común. Podemos detener su avance y luego irnos por caminos separados. Dos días. Necesito dos días para encontrar un lugar más seguro donde sellarla. Y tú necesitas dos días para recuperarte —ofreció Seraphina.

Arion evaluó la situación. Su manada estaba herida y expuesta. Él estaba magullado y agotado. Aceptarla era una ofensa a la memoria de su familia, pero era la única manera de garantizar la supervivencia de su clan.

El campamento de avanzada de los Lobos de la Luna Roja era rudimentario pero eficiente, escondido en un valle rocoso cerca de la Marca de Piedra. Arion había obligado a Seraphina a permanecer allí, custodiada por dos de sus centinelas. No era una prisión de piedra, sino una jaula hecha de rencor.

Seraphina estaba sentada sobre una manta raída junto a una fogata débil, su mente trabajando sin descanso. Había logrado recuperar uno de los pergaminos de contención que había traído de la Ciudadela. Era un texto antiguo que hablaba no solo de sellar entidades del Vacío, sino también de los Vínculos de Sangre forzados por el destino.

Mientras estudiaba el texto a la luz de la luna, descubrió algo perturbador. El vínculo entre un lobo alfa y una maga, conocido como el Nexus Cinder-Luna, no era solo una conexión emocional o telepática. Era una transferencia de poder. La fuerza física del lobo anclaba la magia de la hechicera, y lo más crucial: si uno moría, el otro caía en una agonía que podía llevar a la locura o a la muerte. El rechazo del vínculo por parte de Arion era un peligro para ambos.



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En el texto hay: lobos, magia, amor odio

Editado: 30.09.2025

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