El Vínculo de la Ceniza y la Luna

La Prueba en la Niebla y el Desafío de la Llama

Al amanecer, la Marca de Piedra estaba envuelta en una densa niebla matutina. Arion, ya transformado en su forma de lobo alfa, esperaba a Seraphina junto a Dante. La decisión de llevar a la maga con él, en lugar de dejarla confinada, había generado un murmullo de descontento que solo su presencia imponía silencio. Iban a buscar un punto de sellado, un lugar de convergencia de energías que Seraphina creía que podría contener permanentemente a la criatura del Vacío.

Cuando Seraphina emergió de las sombras, Arion sintió el habitual arrebato de rabia al oler su magia, pero por debajo, el Nexus Cinder-Luna tironeaba, una fuerza que exigía que estuvieran juntos.

—El lugar más cercano que cumple los requisitos es el Santuario de las Tres Raíces —dijo Seraphina.

Dante gruñó en voz baja. —Ese lugar está cerca de los pantanos. Es peligroso.

—El Santuario es un nexo de poder. La energía telúrica allí es pura. Es lo único que puede sellar esa criatura —replicó Seraphina.

Arion asintió, sin transformarse de nuevo a su forma humana. Su desconfianza era tal que prefería tener su fuerza y velocidad a mano.

—Vamos. Un paso en falso, y te vas por el precipicio. Dante, tú te quedas. Asegúrate de que Kael no intente nada estúpido.

Arion se adentró en la niebla, dejando a Seraphina que lo siguiera. La marcha fue tensa. Cada vez que ella se quedaba atrás, Arion sentía una punzada, una alarma en su conciencia. Y cada vez que él avanzaba demasiado, Seraphina sentía su energía mágica fluctuar.

Después de horas, Arion se detuvo bruscamente. Estaban al borde de una grieta profunda, oculta por la niebla.

—¿Te estás burlando de mí? —gruñó. —¿Cómo se supone que vas a cruzar esto?

—Con tu ayuda —dijo Seraphina. —El pergamino dice que el Nexus Cinder-Luna permite al lobo anclar la magia del mate para realizar proezas físicas. Yo puedo impulsarnos con un hechizo de levitación. Pero mi magia necesita tu fuerza.

Arion estaba lívido. La idea de confiar su vida a un truco de magia era un anatema. Con un gruñido de pura frustración, se acercó a la orilla del precipicio y esperó.

Seraphina colocó una mano sobre su grueso pelaje oscuro, justo donde sentía el pulso del vínculo. Su toque fue una descarga para Arion, una mezcla de frío y una calidez eléctrica. Seraphina canalizó su magia y, al mismo tiempo, tomó la fuerza de Arion. El lobo sintió una oleada de poder salir de él, pero no como si se desangrara, sino como si se enfocara en ella. Por un instante, sintió la magia de ella. No era el sabor a ceniza de la traición, sino el olor a tierra mojada y lluvia de verano.

Seraphina invocó su hechizo.

—¡Ahora! —gritó ella.

Arion se lanzó al abismo. No fue un salto normal; fue un vuelo. Él se sintió ligero, pero estable. Cruzaron el abismo en un instante y aterrizaron suavemente al otro lado.

Arion se transformó de nuevo a su forma humana. Su mano se dirigió a su costado. No sentía el dolor de la herida anterior. Se sentía poderoso, vibrante. La magia de ella lo había curado.

Miró a Seraphina, que estaba igualmente pálida, pero con una expresión de triunfo.

—Funcionó —dijo ella, una pequeña sonrisa cruzando sus labios.

Arion ignoró la sonrisa. Ignoró la sensación de poder que lo recorría. Solo se concentró en la increíble e innegable intimidad de ese acto. Habían compartido su esencia.

—No vuelvas a tocarme así —murmuró él, su voz ronca y cargada de una tensión que ya no era solo odio, sino un deseo que lo aterrorizaba.

Seraphina sintió el cambio en la atmósfera. El vínculo había dejado de ser una molestia para convertirse en una fuerza tangible y ardiente.

Arion reanudó la marcha, ahora con un paso más lento y deliberado, aunque su forma humana permaneció. El miedo a la conexión superaba su necesidad de velocidad.

Finalmente, llegaron a un claro. En el centro, se alzaban tres árboles gigantes, sus raíces entrelazadas formando el Santuario de las Tres Raíces.

—Aquí. Este lugar es perfecto para el hechizo de sellado —dijo Seraphina.

Arion se volvió, su mirada era fría. —Bien. Ahora, haz lo que tengas que hacer y vete.

—No es tan simple, Alfa. El hechizo de sellado requiere una noche de preparación. Necesito crear un círculo de poder y atraer la energía de las raíces. No podemos irnos hasta el amanecer.

Arion apretó la mandíbula. —Eso no fue parte del acuerdo.

—El acuerdo fue sellar la criatura, y este es el único lugar donde puedo hacerlo de forma permanente. Si prefieres arriesgarte a que regrese esta noche, adelante.

Seraphina había forzado la situación, y ambos lo sabían. Arion, resignado, declaró: —Entonces pasaremos la noche aquí. Pero no esperes que te sirva el té.

Seraphina se puso a trabajar de inmediato, dibujando los complejos símbolos del círculo de sellado. Mientras trabajaba, Arion la observaba, notando cómo la magia que ella manipulaba no era destructiva, sino un tejido de luz que comenzaba a brillar alrededor de las raíces.

Cayó la noche, y el aire se llenó del aroma de la magia y la tierra. Seraphina se sentó dentro del círculo, agotada. Arion, sentado en el límite del claro, vigilaba.

—¿No vas a comer? —preguntó Seraphina, sacando una barra de pan duro.

Arion no respondió de inmediato.

—El vínculo requiere que estés fuerte. Tu fuerza es mi ancla. Si te debilitas, mi hechizo fallará —dijo Seraphina, ofreciéndole el pan.



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En el texto hay: lobos, magia, amor odio

Editado: 30.09.2025

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