El buen humor no estaba de lado de Elaine esa mañana. Aun podía recordar todo lo que había pasado la noche anterior junto con la discusión con Castalia. Pero algo en su interior le alegraba que Alexander no fuera él, era una sensación de júbilo al saber que no tendría que matarlo. Era un alivio, porque solo pensar en que tendría que acabar con su vida se le hacía un nudo en la garganta y también… en su corazón.
Corrió la puerta del baño hacia un lado para abrir la regadera y comprobar la temperatura. Una vez que estuvo como ella quería se despojó de la bata de baño y se adentró, dejando que el agua cubriera su cuerpo mientras cerraba los ojos. Paso sus manos por su cabello alzando su cabeza dejando que el agua recorriera su rostro, descendió sus manos por su cuello mientras iban bajando hasta posarse en sus senos, en eso sus delicadas manos fueron remplazadas por unas fuertes y ásperas manos. Soltó un gemido al mismo tiempo que movía su cuello a un lado dejándole espacio para que sus labios se posaran en el hueco de la unió de su cuello y su hombro
—Alexander —gimió su nombre y sintió como reía entre el beso
—Mi bella Elaine —susurro provocando que la piel se le erizara —Te deseo mucho
Ella solo pudo soltar un gemido antes de dar la media vuelta y verlo a los ojos, mientras él descendía hasta sus labios para tomarlo con ansias y necesidad como un hombre que le han negado el agua por mucho tiempo y en el primer riachuelo que viera se desbordara a beber de él, así se sentían los besos que Alexander le daba a Elaine por eso dejo que descendiera hacia sus pechos donde tomo con sus labios uno mientras su mano estimulaba el otro
—¡Oh, Alexander sí! —gimió
—Déjame hacerte mía Elaine —susurro restregando su creciente erección —, me pones muy tenso desde que te conocí
Ella gimió al sentir aquella protuberancia restregarse en su vientre. Alzo la mirada, vio el fuego en aquellos ojos y viceversa. Solo esa mirada basta para que él tuviera la confirmación que tanto deseaba, ataco sus labios sin piedad alguno demostrando así la pasión que contenía en su interior. Sintió las manos de ella sobre sus hombros, acariciándolos al momento que él decencia hasta sus pechos para amamantarse de ellos, ella sintió como sus manos se deslizan por su cuerpo hasta tocar su feminidad y empezar a deslizar un dedo por su grita escurridiza empapado de su elixir
—¡Oh, Alexander! —gimió al sentir la invasión del primer dedo
—No sabes cuánto tiempo he soñado con esto —susurro mientras la masturbaba ahora con dos dedos —, deseo probar a que sabe tu cuerpo. Quiero escuchar como gimes mi nombre mientras llegas al éxtasis. Desde el primer momento en que te bese, sabía que serias mía
Con esas palabras alzo una de sus piernas para hacerlo rodear su cintura e introducir su miembro en su entrada. Sintió la estreches de su entrada haciendo que soltara un gruñido
—Dios, que estrecha estas
Solo en ese momento Elaine se dio cuenta que lo que estaba pasando no era producto de su imaginación. No, para nada era su imaginación era tan real, sentía como aquel miembro danzaba entre sus muslos
—Alexander —gimió su nombre —, eres tú. Eres real
Pero por un momento no dijo nada, solo se dedicó a besar el comienzo de sus senos mientras la embestía cada vez mas
—Alexander —volvió a gemir
—Cshh —susurro —, solo siente
Y eso hizo, solo se dedicó a sentir como sus manos recorría su piel, en como su miembro salía y entraba entre sus piernas arrancándole gemidos de gozo. Para Alexander era como estar en el cielo, ya había perdido la cuenta de cuantas veces había soñado con hundirse con ella y todos quedaban cortos con todo lo que estaba pasando. ¡Dios! Era como pisar el mismísimo paraíso, todo ella era algo extraordinario. Maldita sea, le gustaba. No había duda alguna que Elaine le gustaba más de lo que quisiera admitir, y eso sin duda le causaba temor, pero ahora que había probado la misma ambrosia del paraje más mágico estaba totalmente seguro que ese miedo se podría ir al carajo
—¡Dios! Cuanto me encantas —gimió Alexander justo cuando los dos llegaron al clímax
Elaine cuando estallo sintió que el cuerpo le temblaba que en cualquier momento se desplomaría en el suelo si el no la tuviera agarrada aun por la cintura
—¿Cómo? ¿Cómo es que estas aquí? —le pregunto Elaine cuando pudo recuperarse justo cuando él se separaba de ella
Alexander solo sonrió traviesamente
—Tu me llamaste —le aclaró mientras trataba de acercarse a ella nuevamente
—¿De qué demonios hablas?
—Estaba en mi departamento, cuando de repente escuche tu voz —le aclaro mientras se señalaba su cabeza —, en mi mente escuche que me llamabas. Y solo con susurrar tu nombre aparecí aquí a tu lado
Elaine cerro sus ojos y se maldijo mentalmente, eso era algo nuevo jamás le había pasado algo similar. Muchas veces a lo largo de sus años de existencia había pensado en sus parejas y nunca aparecían así de la nada. Salió de la regadera para tomar una toalla y cubrir su desnudes, el imito su acción enrollando la tolla en su cintura, ella siguió el movimiento de sus manos hasta parar en su abdomen justo donde aquella marca que los dos compartían se deslumbraba
—La marca —susurro para ella —, eso es. La marca es la clave de eso
—¿De qué?
Pregunto extrañado Alexander ate su comentario
—¿Tienes el contacto de tu amigo? —preguto —, de… Seung Kuyung
—¿Para qué lo quieres?
—Olvídalo
Con esa palabra salió apresuradamente en busca de su teléfono, si alguien tenía su número sin duda era Dalmira. Escucho el timbre justo cuando iba a colgar contesto, pero la voz no era de Dalmira
—Hola
—¿Quién habla?
—Esa pregunta debería hacerla yo, ¿Quién eres? ¿Con quién quieres hablar?
—Con la dueña del teléfono