—¿Anabel, me oyes? —la llamó Andrew.
La chica se movió y empezó a lanzar puñetazos y patadas al aire mientras gritaba.
—¡Para! ¡Anabel! Tranquila, soy Andrew —le dijo el hombre esquivando los puños de la chica e intentando agarrarla.
Ana se retorcía como una lombriz entre sus brazos para zafarse de él.
—¡Cálmate! —le gritó el hombre.
Ramón entró en la habitación asustado por los gritos, seguido de Satán y Diablo que le gruñían a su amo.
—¿Qué le ocurre? —inquirió el recién llegado preocupado.
—No lo sé —respondió Andrew cogiendo las manos de la joven para que no le arañara. La inmovilizó debajo de su cuerpo, agarrándole los brazos y las piernas—. ¡Cálmate!
Los dos animales gruñían y le enseñaban los dientes al humano. El jaguar se acercó un poco y rugió. La chica dejó de retorcerse, clavó su mirada en los ojos celestes del hombre y parpadeó repetidamente para aclararse la vista.
—¿Qué ha pasado? —interrogó aturdida y asustada.
—Has intentado pegarme.
—Lo siento. He tenido una pesadilla.
Satán gruñó una advertencia. El hombre no lo dudó y se apartó de la chica de un salto. La dejó libre de su peso y se sentó en el borde de la cama con los brazos apoyados en los muslos.
—¿Puedes dejarnos a solas? —le preguntó el hombre a Ramón.
—Claro.
Salió de la habitación y los animales detrás de él. Andrew se levantó y cerró la puerta. Miró a la chica que se incorporaba para sentarse en la cama con las rodillas pegadas a la barbilla.
—¿Me vas a contar ahora la verdad? —la interrogó con tranquilidad.
—¿Qué verdad?
—La verdad de por qué estabas en la mansión de Javier Vega. La verdad de por qué conoces a Jonathan Flames. Y la verdad de tu nombre.
—Ya te he dicho mi nombre. El por qué estaba en casa de ese hombre es confidencial. Y el por qué conozco a Jonathan Flames no creo que tenga ninguna relevancia en todo esto.
—Te equivocas. Sí que la tiene —dio un paso hacia ella, pero se paró. Estaba asustada y no confiaba en él. Tenía que hacer algo para que eso cambiara—. Está bien. No confías en mí. Es lógico. Soy un desconocido, más o menos.
—No confío en ti.
—De acuerdo —respiró hondo y se sentó en el borde de la cama mirándola—. Crees que soy Jonathan porque me parezco a él. Y sí, me parezco. Somos como dos gotas de agua. Y, es normal teniendo en cuenta que es mi hermano gemelo.
Los ojos y la boca de la chica se abrieron de par en par. <<¿Jonathan tiene un hermano gemelo?>>, se preguntó sorprendida.
—¿Eres el hermano gemelo del inspector Jonathan Flames?
—Sí.
—¿Jonathan Flames, el alma gemela de Miriam?
—Sí, Miriam Valverde, tu hermana —le dijo mirándola fijamente para ver su reacción.
Ana lo miró con los ojos muy abiertos.
—¿Cómo lo sabes? —inquirió sorprendida y desconfiada.
—En realidad, no lo sabía, pero me lo he supuesto. Tienes algunos rasgos iguales a ella.
—¿Tú la conoces?
—Sí. Hace unos días que regresé de su casa.
—¿Has ido a Isla Pyrena? —cada palabra que salía de la boca de ese hombre la dejaba aún más atónita.
—Sí. Secuestraron a mi hermano y a Samara. Los ayudé a encontrarlos.
—¿Los secuestraron? ¿Por qué? —<<¿Por qué no me han avisado?>>, se preguntó.
—¿No lo sabías?
—No. He estado aquí encerrada, sin ninguna conexión con el exterior. ¿Están bien? —se acercó un poco más a él, tanto que podía sentir el aliento de él en la cara cada vez que hablaba.
—Sí. Y Miriam también.
—¿Miriam? ¿Qué le pasó a ella?
—Creo que no debería haber dicho eso. En fin. Su ex novio la apuñaló… —no pudo acabar la frase. La chica lo interrumpió con otra pregunta.
—¿Su ex novio? ¿Alfonso? —Andrew asintió con la cabeza—. Imposible, está muerto.
—No. Bueno, ahora sí. Mi hermano lo mató y te puedo asegurar que esta vez sí está muerto.
—¿Y cómo que antes no estaba muerto? —<<¿Por qué nadie me cuenta nada?>>, se preguntó perpleja.
—Mintió en su muerte, porque el traficante al que debía detener era su padre… —Ana volvió a interrumpirle.
—¡¿Su padre?! —gritó.
—Sí. Lo raptaron cuando era solo un bebé.
—Madre mía. Que de cosas me he perdido. ¿En qué día estamos?
—A nueve de julio.
La chica se quedó impresionada. Llevaba catorce días aguantando las palizas y las violaciones de Javier. ¿Cómo había podido aguantar tanto? ¿Y cómo no había estado atenta a lo que pasaba con su familia? Había estado a punto de perder a su tía y a su hermana y no se habría ni enterado hasta que hubiera conseguido escapar de una forma u otra de las garras de ese hombre.
—Será mejor que descanses. Han sido muchas noticias en un solo día —le aconsejó Andrew levantándose y acercándose a la puerta. Salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él y se quedó allí plantado. No quería irse ni alejarse de ella, aunque no sabía por qué.
Dio una palmada en la pierna y Diablo se acercó al trote hasta su amo. El animal lo miró esperando la orden.
—Cuida de ella —le dijo dejando sitio al perro para que se tumbara delante de la puerta de la habitación.
El hombre se acercó al sofá donde Ramón estaba sentado.
—Puede utilizar la otra habitación para descansar —le ofreció sentándose en el sofá y apoyando la cabeza en el respaldo.
Ramón asintió agradeciéndoselo y se marchó.
Satán se subió al sofá y se tumbó al lado de su compañero humano. El felino parecía relajado, pero no era así. Estaba en alerta para salir corriendo hacia la habitación en cuanto sintiera algún peligro cerca de la chica o de la cabaña.
Andrew le acarició la cabeza, entre las orejas, y cerró los ojos cansado.
***
Satán se despertó y salió corriendo hacia la entrada de la cabaña. El pelo del rabo se le erizó y empezó a gruñir frenéticamente.