Elena Otra Vez El Amor

Capítulo 1 - A Un Paso De Cumplir Los Cuarenta.

Cuarenta años... Trescientos sesenta y cinco días más y pasaría a formar parte de esa franja numérica. 
No sabía como, pero había alcanzado los treinte y nueve años, divorciada y sola. Observé el espejo retrovisor de mi coche de donde colgaba un llavero con la fotografía de una familia feliz, ahora rota. Suspiré y al comprobar que el semáforo donde paré el coche seguía en verde, me distraje mirando mi teléfono móvil en el asiento del copiloto. Antes de mi divorcio, hacía dos años, mi hija Abril me había sorprendido felicitándome por mi cumpleaños con un pastel. El año siguiente lo hizo a través de una apresurada llamada telefónica. Miré el semáforo que cambió a verde y arranqué el coche pensando que este año tendría suerte si recibiera un simple mensaje de voz, y frené de golpe al casi arrollar a un chico en bicicleta que se apoyó con una mano en el capó del coche. 

- ¡Oh, por Dios!. - Dije quitándome el cinturón de seguridad y bajando rápido del coche. - ¿Estás bien?. - Le pregunté viéndolo quitar la mano del capó, para apartar la bicicleta del coche y comprobar el estado de esta. - Si se a roto, puedo pagar por ella. - Me ofrecí y me metí dentro del coche para alcanzar y sacar de mi bolso una tarjeta de presentación. - Llevalá a un experto y llámame para compensarte por el gasto. No importa cuanto sea. - Le indiqué acercándome con la tarjeta extendida. 

- No es necesario. No a sufrido ningún daño. - Respondió con una suave sonrisa montando de nuevo en la bicicleta. - Tengo que irme, lo siento. - Se disculpó marchándose después y suspiré aliviada de haber frenado a tiempo, pero asustándome cuando sonó el claxon del coche que estaba por detrás del mío.

- Tengo prisa. - Gritó el dueño de este asomándose por la ventana y lanzando después un bufido.

- Disculpe. - Me disculpé e iba a volver rápidamente al interior de mi coche cuando ví una cartera en el suelo. La recogí pensando que debió de caérsele al chico de la bicicleta y al buscarlo sin éxito, caminé hacia mi coche. 


Dejé el coche en mi zona de aparcamiento del trabajo y caminé hacia la entrada principal, cargada con mi bolso y un porta dibujos. Llevaba un año trabajando para la marca Lans, especializada en la fabricación y comercialización de ropa, y fue gracias a que en el Instituto había sido amiga de la presidenta de la empresa. 

- Señora Elena. - Me llamaron y me paré recolocándome el aza del porta dibujos en el hombro. 

- Buenos días, Martina. - Sonreí amable con la jefa de mi departamento y le ofrecí una leve reverencia, lo que me obligó a volverme a colocar el porta dibujos y caminar después a su paso hacia la entrada. 

- ¿Has terminado los diseños?. - Me preguntó echando una ojeada al porta dibujos. 

- Creo que si. - Respondí no del todo convencida, ya que ella misma me había hecho repetirlo hasta tres veces. Se dice que a la tercera va la vencida y realmente esperaba que así fuera. 

- Seguro que si. - Me animó poniendo la mano en mi brazo. - Llévamelo más tarde a mi despacho, le echaremos un vistazo y si está listo para ello se lo mostraremos a la presidenta. - Asentí viéndola adelantarse a mi y pasar su tarjeta de acceso por el lector de la entrada a los ascensores. Suspiré y bajé la mirada hasta mis diseños guardados. 

- Elena. - Capturó mi atención la chica de recepción y caminé hasta allí. - Han dejado esto para tí. - Me señaló un ramo de rosas rojas que había sobre el mostrador. 

- ¿Quien?. - Pregunté dejando mi bolso y el porta dibujos aún lado, para indagar entre la docena de rosas que componía aquel ramo en busca de una tarjeta. 

- Las a traído un repartidor hace un rato y no han dejado nada. - La miré extrañada. - Parece que tienes un admirador. - Sonrió y lo hice con ella. 

- Eso si es raro. - Bromeé añadiendo aquel ramo a las cosas que ya cargaba y dejando a Claire seguir con su trabajo en la recepción, fuí hacia los ascensores. 


Coloqué el ramo sobre mi mesa de trabajo y sonreí sin dejar de mirarlo, mientras dejé lo demás. 

- ¿De quienes serán?. - Me pregunté quitándome luego el abrigo y dejándolo sobre el espaldar de la silla. - ¿El padre de Abril?. - Incliné la cabeza mirando las rosas y definitivamente negué esperando que no fueran de él. Después de romper nuestro matrimonio, mi padre se había posicionado a su favor, otorgándole incluso la posición de vicepresidente que yo ocupaba en la empresa familiar. Afortunadamente Adam no tenía ningún motivo para enviarme rosas. 

- Rosas rojas. Mis favoritas. - Dijo Denisse, la secretaria de la presidenta, que se paro a mi lado. 

- Yo prefiero las blancas. - Le contesté y Denisse sonrió. 

- La presidenta Angela quiere verte. - Me avisó. 


- ¿No crees que este corte me hace más mayor?. - Me preguntó Angela mirándose en el espejo de su polvera, nada más me senté frente a su mesa. 

- Estás hermosa. - Sonreí para agradarla y cuando me miró sabiéndolo, cerró la polvera. 

- Se considerada. Acabas de cumplir treinta y nueve pero algún día, más bien dentro de un año, llegarás a los cuarenta. - Me amenazó y dejó la polvera sobre su mesa de cristal negro. - Aun no tienes planes para tu cumpleaños, ¿verdad?. - Negué y negó. - Llevas dos años divorciada. ¿Hasta cuando vas a estar sola?. Los años no pasan en vano y mientras estos favorecen a un hombre, no sabes el daño que les hacen a nosotras las mujeres. - Observé la fotografía de grandes dimensiones que colgaba detrás de Angela, en ella, ella y su marido brillaban como una pareja perfecta. - Damián y yo celebramos en año nuevo nuestros veinte años de casados... Deberías de venir. Habrán muchos hombres solteros y de buena posición. - La miré y me sonrió con afecto. - Puede que encuentres otra vez el amor. 


Frente a mi mesa, volví a mirar el ramo de rosas. 

- Hoy es su cumpleaños, no me equivoco, ¿verdad?. - Me preguntaron y observé detenerse a mi lado a un compañero de trabajo. 



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En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 30.04.2024

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