Solo ella y yo. No conozco otra manera de vivir que no sea esa; siempre lo decía. <<Tu y yo contra el mundo Ellie, nadie más.>> Todo esto no puede ser en vano, no ahora.
¿En qué quedamos sin ella? En nada, absolutamente nada, en un oscuro cajón. En la asfixia a la que tu cuerpo reacciona, las uñas quebradizas llenas de sangre de tanto rasgar sin tener resultados, de las alucinaciones frente a la falta de todo, en un grito ahogado que nadie escuchara, como si nunca hubiese pasado.
¿Alguien podría escucharme?
O solo quedara en algo que nunca paso al no ser oído por alguien más…
La cautela y obstinación de sus caricias a lo largo de mis hombros y espalda me mantenían erguida manteniendo los pies en el mundo. No lloraba, solo me mantenía ahí entre paredes blancas que me acechaban como si estas llegaran al punto de acorralarme, el fuerte olor a lo que sea que huelen los hospitales me mareaba, era como si estuviera ebria. Podría jurar que era la misma sensación; sin estar pero al mismo tiempo permaneciendo.
— Querida mira que ya viene el médico. — Al escuchar la palabra me incorpore de inmediato con el hombre que se llevaba toda mi atención.
— ¿Familiares de la paciente Margaret While?
— Así es — respondió Catalina Green.
— Bueno… su frecuencia cardiaca ha ido mejorando, no es la óptima pero se recuperara. Hemos hecho un lavado de estómago y también suero para la deshidratación, las heridas debido a la caída son leves. De igual forma la mantendremos en observación por cualquier cosa.
— Gracias doctor.
— Se deben firmar algunos papeles…
— Yo lo haré — interrumpo.
— Hija, no es necesario. — habla el señor Green. — Nosotros podemos hacerlo.
— Yo lo haré.
Después de firmar los debidos documentos regreso junto con los Green a la sala de espera donde a pesar de las largas y tortuosas horas, no duermo, me quedo recostada en un pequeño sofá donde apenas note a Oliver cuando vino a ponerme su chaqueta encima. Pasa el tiempo… Catalina duró un rato conmigo y luego fue a dormir al sillón enfrente recostando la cabeza en su esposo.
Otra punzada se viene. Oliver cayó somnoliento al suelo y esa es otra punzada más. Creyendo en falsas ilusiones que no atraen más que tragedias.
El toque superficial de mis labios contra los suyos, el calor y fuerza de su mano rodeando la mía sin titubear, sin quitar la mirada. Su simple aliento me provoca el querer ir a refugiarme entre su pecho como en casa de Keila, acurrucada en él y él en mi.
Ahí estaba de nuevo, no podía sentir nada agradable cuando mi mente me volvía a atacar.
— Ellie, vamos a casa querida. — Catalina quitaba los mechones caídos de mi rostro. — Toma un baño, trata de descansar y luego te prometo que te traigo de vuelta ¿quieres?
La preocupación en su voz era real, tan real que calaba y sin saber cómo acepté, ya me tenía de camino de regreso a casa.
Damos la vuelta en la penúltima calle del suburbio que me vio crecer con mi madre a lado mio. Ella detrás de mí cuidando mi camino, supervisando el que no me saliera del camino, con lo que no contó fue que otros lo intentarán y finalmente lograr mi caída.
Paramos frente a la casa de los Green que a comparación de la mía esta se mantiene viva con cientos de plantas adornándola, con una pintura azul manteniéndola jovial. Entramos y Catalina me lleva al cuarto de baño.
— Bien, aquí hay toallas, shampoo y jabón. Te dejaré algo de ropa en la habitación de al lado. — Me mira desde el marco de la puerta con una cálida sonrisa y sin aguantarse viene hacia mí estrechándome en sus brazos. — Toma tu tiempo, lo que ocupes estaré en la cocina ¿de acuerdo?
Asiento mientras continuo rodeada de ella teniendo el afecto que tanto necesitaba y que hubiera sido aun mejor proviniendo de mi madre que ahora me hace querer torturarme por estar tan dentro de mi que pase de ella, que dejó de importarme, y que no pude ver que al igual… ella estaba sufriendo por mi.
Sigo el consejo de Catalina dejando que el agua caliente me cubra permaneciendo ahí por largos minutos. El agua no podía atraer otra cosa más que los recuerdos de la noche pasada, era algo con lo que hace mucho tiempo no experimentaba. Sus palabras y miradas me llevaban al paraíso. Donde si las circunstancias hubiesen sido otras, donde sí aquel día en que casi nos besamos no me iría corriendo. Me separaría un poco para contemplarlo y luego con firmeza estrechar mi boca contra la suya así nos hubiesen sancionado. Donde le confesaría que desde que lo vi llegar esa tarde a la casa de al lado mi mente no hacía otra cosa que evocar sus ojos.
Salgo titiriteando envuelta en el albornoz y voy a la habitación encontrándome con la que parecer ser la habitación de Oliver perfectamente recogida como de revista, en su cama algo de ropa de Catalina que… me queda grande, más de lo que pense. Lo que refleja el espejo no me agrada, me he vuelto más delgada con el pasar de estos últimos meses, no me siento yo, esta no soy yo.
Atrapo un chillido con mi mano retrocediendo y cayendo por la pared hasta quedar derrumbada.
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Editado: 23.08.2024