El olor a hospital me agobia. Lo que me tranquiliza es que ya vamos de salida y espero no volver a pisar este lugar por mucho tiempo.
La enfermera recoge las últimas cosas, me volteo cuando le sacan la intravenosa. Oliver está a mi lado y aprieto su brazo, vuelvo a mirar a mi madre y ya Catalina y la enfermera la ayudan a sentarse. Se me forma un torbellino en el pecho al verla. Las grandes medialunas debajo de sus ojos, los labios partidos y el haber envejecido en tan solo unas horas. En mi vida la había visto de esta manera, ni una sola vez. ¿Tanto le afectó esa fotografía?
Pongo mi mejor sonrisa cuando me logra mirar y se le ilumina la mirada dedicándome una leve sonrisa. Gregori Green lleva a mamá con la silla de ruedas mientras la enfermera nos dice las últimas recomendaciones.
— Me alegra el verla sonriente. — le habla el doctor a Margaret cuando firmamos los papeles de salida.
— Muchas gracias, doctor. El tener a mi hija aquí me alegra.
— Eso es bueno, de cualquier forma quería entregarle algunos folletos que le podrían ayudar. — Los recibo y ojeo por lo alto.
El Alcoholismo, Como sobrellevar las cosas y Comunicación familiar son algunos de los títulos.
Los guardo en la mochila y nos vamos. Pasamos a la farmacia por los medicamentos recetados y después directo a la casa de los Green. Al aparcar mi corazón retumba. La camioneta de Hellen, la mejor amiga de mi madre y por supuesto madre de Harry. Otro estrago más cuando vislumbro el convertible de Lía aparcado unos metros adelante.
Las luces de la casa de los Green están encendidas y por las sombras se ven sombras moviéndose de aquí para allá. Mi corazón se acelera y me muevo por instinto subiendo las escaleras del porche. Las manos me sudan y una vez que llegan todos Catalina abre la puerta dejando ver a las personas de adentro.
Hellen y Harry, Sophie y Heather y por último Lia que es la que está más cercana a mi. Apenas me ve y su labio tiembla ocultando el rostro entre sus manos llendose a la parte trasera de la casa. Los demás la miran y una vez que se va me ven a mi.
Por instinto salgo detrás de ella encontrandola en el jardín. Está hecha un ovillo y se me nubla la vista. Poco a poco me acerco.
— Lía… — Intento llamarla pero me calla sacando una mano para que pare.
Respiro y me detengo dejando que se tranquilize, es su manera de despejarse. Pasan minutos donde solloza para que hable.
— ¿Me perdonas? — susurra.
— ¿Por qué habría de hacerlo?— me acerco y agacho quedando a su altura.
— Por no comportarme como una amiga. — sigue ocultando el rostro.
— Lía, no digas eso. — alzo su rostro. — La que tendría que disculparse sería yo por dejarte de lado.
Niega.
— Siento tanto, tanto, tanto que todo esto pasara, me arde el no haber estado en todo.
— Yo no quería ser ayudada. — se me quiebra la voz y las lágrimas se desbordan.
— El solo ser el hombro en que te apoyaras, no lo fui…— vuelve a esconder el rostro.
— Lía, eres de lo más importante en mi vida ¿lo entiendes? — me limpio las mejillas — Y… ya me canse. Estoy tan jodidamente cansada de ser yo la que se esconda, de no poder seguir con mi vida. Lía ya no quiero esconderme.
Rompo de nuevo abrazándola como nunca.
Después de un rato regresamos y ya tienen la mesa preparada con diferentes platillos y todos a excepción de mamá, Catalina y Hellen yacen sentados. Me acomodo en un lugar vacío y una leve sonrisa se me escapa cuando miro a Oliver sentado frente a mi como la primera vez.
Las mujeres aparecen justo como creo que luzco, con ojos hinchados y nariz enrojecida. Se sientan y Margaret me toma de la mano mirándome a los ojos para después agachar la cabeza asintiendo. Algo de lo más raro.
Cenamos con risas de viejos recuerdos agradeciendo que no se toque mi tema o el de mi madre. Finalizamos y la ansiedad me pica las manos, ahora no sé qué va a suceder. Ya no tendremos compañía y toca aclarar puntos, ahora no solo por parte mía sino por parte de ella también. Volveremos a nuestra soledad y no se si ambas podamos recuperarlo o si solo esto será el inicio de un trazo dividido.
A la hora de despedirse noto a Sophie distante y ¿cómo no? A todas les debo pero a ella más. Está esperando recargada en una de las camionetas y cruzo el porche en su dirección. Se mira los tenis suspirando.
— ¿Has sentido el cómo ya no eres parte de tu cuerpo? — habla primero.
— Mucho — le respondo yendo a su lado y recargando mi cabeza en su hombro. — A Veces por las noches solo siento como sus manos me recorren y ni con todo el jabón del mundo me las puedo quitar.
— Sabes… yo creí que ya lo había dejado atrás, su olor ya había desaparecido. Pero al mirarlo y mirarte esa noche a-algo — se le corta la voz y sus ojos se desbordan.
No la toco, sé lo que se siente. Espero que ella lo haga y lo hace, sus brazos se aferran a mi y yo a su cuerpo. Nos alejamos de ahí y cuando doblamos la esquina finalmente puedo gritar sacándolo de mi pecho con ella acompañándome.
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Editado: 23.08.2024