-¡¿Cómo?!-gritó Ruth cuando la llamé por teléfono para contarle lo que había pasado en el cine.
-Sí… Eso-susurré, no quería que mis papás, especialmente mi vieja, escuchen lo que había ocurrido en el cine.
-Nunca se me hubiese imaginado que ibas a animarte a ir al cine con él, pensé que seguías embobada con el gallego-rio mi amiga del otro lado de la línea. Yo fruncí el ceño.
-Supongo que las personas cambian-mentí.
-Ya era hora. Si querés podes llevarlo a la fiesta de este “finde”, no tengo problema, ¡pero Elvis no está invitado!-aclaró Ruth.
-Todo depende de las notas de mi libreta, amiga. Acordáte que sigo cumpliendo condena por tiempo indeterminado-gruñí. Mis viejos todavía no me levantaban el castigo y si quería ir a esa fiesta debía tener buenas notas en los últimos exámenes que había rendido. Me tenía confianza en Historia, Lengua y Literatura, Geografía e Inglés pero era la maldita Matemática la que amenazaba mi permiso para la fiesta en lo de Ruth.
-Bueno, hacé mérito entonces, ponéte a estudiar.
-¡Pero mirá de dónde viene el consejo!
-A mí no me castigan porque me saco malas notas.
-Deberían…
-Che, cambiando de tema, ¿te conté que nos mudamos?
Esa noticia me dejó helada.
-No-respondí, ¿Ruth se había mudado?-¿A dónde?
-Papá puso en alquiler la casa cerca del Monumento y ahora vivimos permanentemente en San Lorenzo.
-¿Por qué ese cambio?-pregunté.
-Según papá porque los vecinos se quejaron de mis fiestas, según mamá porque los impuestos están muy caros ahí, y según mis hermanos porque papá no podía mantener las dos casas así que puso la del Monumento en alquiler a un estudio contable y ahora tenemos un ingreso más.
-Claro, como vos no llegás a fin de mes…-comenté con acidez.
-No seas envidiosa…
-Bueno, ahora todas las fiestas son en “SanLo”, me imagino.
-Sí… Aunque ahora en invierno la vamos a padecer. La tendremos que hacer en el quincho, quería poner una fogata o algo así para calentarnos los pies.
-Está buena la idea. Asemos salchichas, ya que estamos-dije a modo de broma.
-Ay, ojalá estos fuesen como los yankies… Allá sí que hacen fiestas, estos si no le ponés cumbia y no le cortás un cartón de vino[1] no se mueven. Son unos negros villeros….
-Luna…-llamó mi mamá. Esa era la señal para que deje el teléfono.
-Me tengo que ir…
-Bueno. Mañana confirmáme si venís o no, ¿puede ser? Y obvio que Chelo está invitado.
-Dale, gordita. Te mando un beso, que duermas bien.
-Otro. Cuidáte-y colgué. Ahora se venía lo difícil, tenía que enfrentar a la autoridad y preguntarles si podía ir a la fiesta o no acorde a mis notas.
-Mamá, papá…-empecé, mis viejos me miraron esperando a que siguiera-Ruth hace otra fiesta y quería saber si podía ir dependiendo a mis notas.
-Estás castigada y lo sabés perfectamente-dijo mi viejo.
-Me estoy sacando buenas notas…
-Es tu obligación-me recordó papá.
-Sí, ya lo sé pero…
-Entonces no tengo que repetírtelo. La respuesta es no.
-Páaa…
-“Páaa” nada. Te quedaste de curso-enumeró levantando los dedos mientras me recordaba mis delitos-Insultaste a un profesor, nos mentiste que no tenías novio y lastimaste a una compañera tuya.
-¡Iuri era un hijo de puta que siempre me hizo la vida imposible, Ornella me hizo bullying todo el año y el chico con el que estaba no es mi novio!
-¡Te estabas besando con él!
-¡Eso no quiere decir que sea mi novio!
-¡Yo no te eduqué para que seas una de esas chicas que pierde la conciencia y se anda besando con cualquiera!
-Por ahí me gustaría saber para qué me estás criando…
-¡Para que seas una persona de bien!