Elvis y Luna

Do The Evolution

Se podrán imaginar que luego de lo ocurrido en la fiesta de Ruth (y de cómo me encontró mi papá) mi libertad pasó a ser la misma que la de un preso. Mi viejo, convencido que no sólo estaba borracha sino también drogada, me revisó los bolsillos y la mochila con la que había ido a la casa de mi amiga; por supuesto que no encontró ni drogas, cigarrillos, preservativos ni nada, pero sí encontró mi celular, que fue tratado de la misma manera que cien kilos de cocaína: Fue destruido. Ante tamaña ofensa de haber hecho lo que hice, mi viejo tomó un martillo e hizo mil pedazos el celular, pasó lo mismo con la tarjeta SIM, y cuando yo le grité que era un injusto me dio vuelta la cara de un cachetazo tan fuerte que los dedos me quedaron marcados por toda una semana.

Mi vida se había visto drásticamente modificada en todo sentido: Tenía terminantemente prohibido juntarme con Ruth, dicha prohibición también llegó a instancias del colegio, dónde mi papá realizó los trámites necesarios para que Ruth y yo ya no podamos sentarnos juntas, así que el salón de clases se acomodó de manera alfabéticamente y mientras Ruth estaba en uno de los primeros bancos yo me encontraba casi al fondo. También me habían prohibido las salidas de todo tipo, así que si por esos hipotéticos casos de la vida había que hacer un trabajo en grupo tenía que ser en mi casa, sino mi mamá me acompañaría hasta el lugar dónde íbamos a reunirnos con mis compañeros.

Sin lugar a dudas que papá intentó averiguar quién era el chico con el que me había estado besuqueando y al que le había vomitado en los pies, pero por suerte él aún no había desarrollado la capacidad para leerme la mente, de modo que le mentí diciendo que no sabía de quién hablaba y que no recordaba nada de eso; así pasé a ser una “puta borracha” para mi papá, pero prefería eso a que él le eche la bronca a Elvis.

Y hablando de Elvis… Para mi querido amigo aquél beso no había significado nada, lo que sí significó mucho fue mi declaración de amor en estado de ebriedad.

-¡¿Qué?!-dije mientras me contaba todo en uno de los recreos del colegio, pocos días después de la fiesta.

-Tengo que decirte que me conmoviste hasta lo más profundo, sobre todo después de tu vómito.

No pude evitar ponerme colorada, no sólo no podía recordar con detalles mi primer beso, ahora también se sumaba que no tenía idea de mi declaración.

-Yo… El alcohol me hace hablar de más…

Elvis se envaró y me miró con aún más dureza.

-¿Me estás diciendo que no era coña?

-¿Qué cosa?

-Tu declaración.

Si era posible me puse aún más roja.

-No-dije con un hilo de voz.

Mi amigo nuevamente endureció su mirada, incapaz de creer lo que le estaba diciendo.

-Ay, por favor… No, Lluna… Estás demente.

-Demen… ¿Por qué decís eso?

-Porque nunca en la vida saldría contigo.

Con toda seguridad pudo escuchar mi corazón partiéndose en mil pedazos.

-¿P-Por qué?-pregunté aguantando las ganas de llorar.

-Porque eres demasiado inocentona y porque eres mi amiga.

Ya tenía motivos suficientes para arrojarme de un edificio luego de lo que Elvis me dijo, pero estuve al borde del suicidio inminente cuando en el colegio aparecieron dibujos anónimos representado a Ruth y a mi teniendo relaciones sexuales, mensajes en los baños de chicas diciendo cosas muy hirientes y ofensivas como “Ruth tortillera”, “Luna lesbiana”, “Soler puta” entre otras; a todo esto se sumó que los varones del colegio nos acosaban, incitándonos a que nos besemos y a que hagamos un trío con alguno de ellos.

-Seguro que ustedes son enfermitas porque no probaron una pija rica como la mía-decía Maximiliano Burgos mientras su grupo de amigos se reía a las carcajadas.

-¡Che, Cornejo! ¿Ya te cansaste de comer pijas que ahora cambiaste a las conchas? A vos cualquier cosa te viene bien, ¿no?-le gritó Mariano Sánchez un día mientras salíamos de la hora de educación física para ir al Shopping. Ni Ruth ni yo entendíamos por qué nos estaban diciendo esas cosas, así que un día que se nos acabó la paciencia a ambas y fuimos a increpar a un grupo de chicos; lo que averiguamos nos dejó heladas: Facundo Ruiz había hecho circular el rumor que había tenido un trío con las dos y que le habíamos confesado que éramos novias. Está de más decir que tanto a Ruth como a mí nos agarró una crisis de llanto y no queríamos ni pisar el colegio. A Ruth la dejaron faltar una semana completa pero mis padres no fueron igual de comprensivos conmigo y me obligaron a ir, aguantando en completa soledad las burlas y los insultos que mis propios compañeros me dedicaban.




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