Embarazada de mi enemigo

Capítulo 4

Cuando reconocí a la persona que tenía frente a mí, no pude evitar fruncir la frente, invadida por la confusión.

¿Qué demonios hacía Thiago en una empresa como esa? Simplemente no tenía sentido alguno. Aunque aquella noche no hablamos de cosas personales, ni sabía exactamente a que se dedicaba, la extravagancia de su ropa y automóvil, así como el departamento en donde desperté después de acostarnos, era demasiado costoso, por lo que no podría tener otro puesto común como gerente de alguna empresa.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó a la chica una vez ella se acomodó el traje.

Esta le sonrió de lado, con los ojos brillantes y asintió.

—Claro que sí, lamento las molestias.

El pensar en sus palabras, me confirmó que no era la primera vez que pasaba por una situación parecida. Empaticé casi de inmediato con ella, porque yo también sufrí muchísimo acoso como aquel en mis tiempos de joven.

—Te he dicho miles de veces que no tienes que disculparte por eso —la reprimenda afectuosa que le brindó, me pareció muy impropia de la imagen que poseía de Thiago Laupper—. Ellos son quienes deben de dejar de comportarse como niños, qué inmadurez.

Observé la escena con incredulidad y me reí por lo bajo. No podía tragarme ese cuento de que Thiago era ahora una persona distinta. No después de cómo permitió que me discriminaran durante nuestra etapa de adolescentes.

Percibí como dejaron de mirarse para prestarme atención y eso me puso en guardia, bastante incómoda porque me escuchara reírme.

—¿Le parece divertido lo sucedido, señorita? —preguntó de manera amenazante.

Pegué un respingo, no acostumbrada a su tono de voz enojado y simplemente negué rápido con la cabeza.

—No —contesté a duras penas, nada feliz de que me estuviesen regañando en mi primer día de empleada.

—¿No qué?

Apreté con más fuerza los puños, intentando reprimir el impulso asesino que me carcomía.

—No, señor.

Thiago asintió, ahora satisfecho y se acomodó el traje una vez antes de marcharse. Volví a respirar cuando finalmente se fue y después de unos pocos minutos, miré como una de las oficinistas se acercaba a mi sitio.

—Es mejor que no molestes a Sarah como el resto de los empleados —me aconsejó en voz baja—. O te convertirás en una de las personas odiadas por el jefe.

Fruncí los labios ante tal comentario, pues no sabía si su protección se debía a algo más profundo.

—¿Será que ella es su pareja? —cuestioné horrorizada, ya que hacía tan solo unas semanas nos habíamos acostado.

—No, para nada —negó efusivamente—. Nunca le hemos conocido ni una sola conquista, y en general es bastante formal y frío, es por eso que las demás molestan tanto a Sarah, ya que envidian que se lleve tan bien con el señor Thiago.

Me quedé pensando en lo raro que era que alguien como él estuviese soltero y no pasara sus días ligando. ¿Era acaso posible teniendo ese rostro, figura y dinero? Para nada. Probablemente mantenía un perfil bajo con sus mujeres, como conmigo, que decidió pasar simplemente una noche con una desconocida y volver a su rutina sin levantar escándalos.

—Disculpa que te haya saludado de esa manera tan descortés —sentenció ahora sin el tema de conversación de Thiago y Sarah—. Soy Elena.

Le saludé con alivio cuando supe que tendría una compañera decente entre toda esa bola de simios que disfrutaban acosar gente adulta.

—Espero nos llevemos bien —dije realmente pensándolo.

Ella sonrió y asintió.

—Puede que la empresa te haya dado una mala impresión a primera vista, pero no es un mal lugar. Desde que llegó el señor Thiago y se convirtió en nuestro jefe, la vida en la oficina se ha vuelto mucho más sencilla de sobrellevar, por no decir que los salarios han aumentado considerablemente.

Al principio quise dudar de su juicio, pero luego de hacer memoria y recordar lo inteligente que Thiago siempre había sido, me hizo creer en sus palabras. Thiago Laupper era el sexto hijo de Rebecca Pire, una antigua azafata. Se había enamorado en uno de sus viajes de trabajo de un oficinista bastante apuesto, y todo había sido miel sobre hojuelas hasta que se casaron, ella dejó su trabajo y su padre comenzó a beber. Ronald Laupper entonces se convirtió en la pesadilla machista que toda mujer desearía evitar, e hizo la infancia de Thiago y sus cinco hermanos muy desgraciada. Constantemente pasábamos la tarde en la casa de su abuela materna, la única persona adulta que nos brindaba confianza en la ciudad. Ahí Thiago sacaba los libros de la escuela y me obligaba a estudiar junto con él, diciéndome una y otra vez que consiguiendo buenas calificaciones y por consiguiente una beca, era la única manera de ganar el dinero suficiente para huir de nuestras horribles realidades.

Detestaba a Thiago muchísimo, pero tenía que confesar que me ponía un poco feliz saber que consiguió salir de ese infierno donde Ronald lo molía a palos sin descanso.

Pensé entonces nuevamente en mi situación y suspiré. ¿Habría tenido un futuro distinto si no me hubiera marchado aquella tarde? Era muy difícil saber si mi vida hubiera sido mejor o peor después de aquello. Pero conociendo lo mucho que Ivy y Candy me odiaban, y sabiendo que luego de mi horrible confesión a Thiago su acoso aumentaría todavía más, probablemente solo hubiera sido más lastimada y acosada. Habrían hecho hasta lo imposible para que me fuera de la casa y así mi padre les dejara su herencia solamente a ellas. Así que mi sufrimiento habría continuado durante más tortuosos años y lo habría soportado en total soledad.



#1442 en Novela romántica
#491 en Chick lit
#544 en Otros
#192 en Humor

En el texto hay: reencuentro, perdon, embarazada

Editado: 22.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.