—No, no tienes por qué lamentarlo, también su muerte fue mi culpa.
¿Cómo habíamos llegado a eso?
Mis pies parecían clavados al suelo luego de aquella confesión, y aunque intenté encararlo, par cuando recobré el sentido, otros de los conocidos de Thiago llegaron hasta nosotros y lo invitaron a una visita guiada para ver el resto del hospital.
—Puedes retirarte, Dee, es todo por hoy.
Las palabras bailaron en la punta de mi lengua, pero incapaz de pedirle que habláramos del tema, me despedí brevemente y miré como se alejaba con esas personas por el pasillo. Suspiré y caminé hacia la salida, totalmente turbada y confundida.
La noche se acabó conmigo volviendo en taxi luego de que terminara mis deberes en la velada y con el corazón tremendamente pesado, ahora que sabía lo que Thiago pensaba acerca de mi supuesto final.
Nunca creí que siquiera me recordara, ni mucho menos que llevara una carga de consciencia tan grande. Quiero decir, claro que deseaba dentro de mí que pensara un poco en Destiny y que se sintiera un poco mal por haberme tratado mal durante nuestra etapa de adolescentes cuando se volvió novio de la chica que me maltrataba, pero solo eso. Nunca quise que en su mente quedara grabado algo como que me quité la vida por él o algo por el estilo.
Ya que en realidad, no fue por su rechazo por lo que decidí aquello. Había pasado demasiado tiempo deprimida, que simplemente no veía otra escapatoria de mi miserable existencia que simplemente ya no respirar más. Fui tonta y débil en ese entonces, estuve sola y triste, sintiendo que ese martirio jamás acabaría, pero fue más por el acoso de mis hermanastras y el odio de mi padre que pensé que era mejor simplemente ya no estorbarles más.
En verdad quería pararme frente a Thiago y preguntarle, pero ya no podía hacerlo. Me vería demasiado sospechosa si iba e intentaba que hablara de un tema demasiado personal, mucho más cuando solo era una chica con la que tuvo una noche de pasión ocasional y que por casualidad, terminó actuando de suplente de su asistente por una tarde.
Así que tragándome la duda y el pesar que me llenaba, dejé que el tiempo transcurriera y volví a mi rutina habitual.
Tecleé el último documento que necesitaba revisar, mientras observaba de reojo como los demás empleados acababan con su última tarea y se disponían a marcharse. Todos parecían emocionados por salir a tomar en una noche de viernes por la tarde.
—¡Dee, ven acompáñanos!
Luis uno de los chicos del piso que más hacía el intento de integrarme al resto dijo con alegría y sonreí.
—En verdad me gustaría pero todavía no termino —dije poniendo el trabajo como excusa.
Él levantó una ceja sin terminar de creer mis palabras.
—Pero si yo veo que no te falta mucho, además, nunca has aceptado venir al bar con todos nosotros. Están pensando todos en la oficina que no te agradamos.
Algunos de los empleados que escucharon la conversación asintieron a sus palabras y suspiré. Realmente no pensaba que eran malas personas, la mayoría era muy atento y me trataba bastante bien, siempre cordiales conmigo, pero no podía simplemente sentirme cómoda con la mayoría cuando pasaban por alto algunas de las bromas que le hacían a aquella compañera que conocí el primer día que empecé a trabajar en esa compañía.
La verdad era que desde ese momento en que Thiago intervino, nada serio ni muy preocupante ocurrió, pero se sentía la mala vibra que tenían hacia Sarah, así que usualmente me sentaba en silencio a su lado en la comida, hasta que Elena, la otra chica con la que me había entendido se nos unía y las tres tomábamos juntas el almuerzo.
Sarah tenía una linda risa y nos compartió que todavía vivía con su abuela. Era ese tipo de chicas tímidas que no solían defenderse porque se quedaban paralizadas, pero podía decir por toda la dedicación que le brindaba a su único familiar con vida que era una chica responsable y de buen corazón. Elena por su parte, también era una persona bastante sensata, pero no tan amable ni servicial; ella siempre decía las cosas sin filtro en la lengua, y aunque a veces sonaba un poco directa y sin tacto, siempre se preocupaba porque no nos metiéramos en problemas.
—Es cierto, tu amiga también vendrá con nosotros.
Fruncí el ceño pensando en cómo Elena pidió permiso para retirarse temprano, argumentando que tenía que llevar a su perro al veterinario.
—Hablo de Sarah.
Me quedé pasmada en la silla sin saber qué decir, hasta que encontré con la mirada a Sarah y le pregunté qué demonios estaba sucediendo.
Ella solamente sonrió a medias y noté entonces como uno de los chicos más guapos y molestos de la oficina estaba sentado a su lado. No sabía que tantas cosas le dijo para convencerla, pero suponía que no era nada bueno, porque él jamás se portaba amable con ella sino escondía algún motivo macabro por detrás.
—De acuerdo —dije—, supongo que me uniré a ustedes en cuanto acabe.
Luis me sonrió de manera coqueta y quise poder frotarme la cien en su cara. Agradecía que fuera amable conmigo, pero lo que menos necesitaba era un pretendiente en esos momentos, mucho menos cuando el tiempo seguía transcurriendo y pronto notarían la vida que crecía en mi vientre.