Sabía que no era la mejor decisión, que debería poner un alto ese día y simplemente marcharme rumbo a mi casa, pero no lo hice. Acepté la mano de ese hombre, de esa persona que solía conocer mejor que a mí misma y terminamos en una especie de campo en medio de la nada.
Observé el sitio con los ojos muy abiertos y la mandíbula apretada. No puedo creer que Thiago me hubiera traído a ese sitio.
Caminé en silencio analizando todo a mí alrededor, aquella arboleda que decoraba el paisaje en el fondo, un pequeño río que nos separaba de aquel sitio, una banca frente a esto y un pequeño columpio en uno de los árboles cercanos a donde nos estacionamos.
Todo estaba justo como lo recordaba.
—¿No te gusta? —preguntó ladeando la cabeza.
Quise responderle rápidamente, que estaba equivocado, pero simplemente no encontraba una forma en que las palabras salieran de mi garganta. Era como si estas estuvieran muy atoradas en el fondo de mi cuerpo, reacias a ayudarme a expresar lo que sentía.
—Es… precioso —dije tartamudeando después de un rato.
Thiago se pasó una mano por el cabello y pareció algo contrariado.
—Tal vez no fue tan buena idea venir acá después de todo.
Su tono decaído me hizo encogerme de hombros debido a la culpa que experimenté por ponerlo en ese estado de decepción y busqué una manera de arreglarlo.
—No, en serio me encanta, la vista es sorprendente.
Esbocé la sonrisa más radiante que fui capaz de fingir y él pareció un poco más convencido de mi actitud. Suspiré de alivio cuando comenzó a caminar frente a mí y pronto lo seguí para sentarme a su lado en aquella banca.
El sitio donde nos encontrábamos era donde la única tía que me quería nos traía cuando estaba de visita en la ciudad. Ella siempre se aseguraba de que Thiago y yo pasáramos tardes divertidas y despreocupadas, por lo que un día del fin de semana antes de que volviera, íbamos los tres a ese campo, donde reíamos, comíamos y jugábamos hasta que caía la noche.
Eran memorias entrañables que aún conservaba en mi corazón, pero lo que no terminaba de comprender, era porque Thiago me había llevado hasta este sitio.
—Tal vez pienses que es raro que te haya traído a un lugar como este, mucho menos cuando todo fue espontáneo, pero creí que sería un buen sitio para conversar de manera honesta.
Engullí fuertemente y recordé como una de las veces en que vinimos, mi tía nos dijo que siempre podíamos utilizar esta banca para sincerarnos el uno con el otro, sin que nos juzgáramos o nos enojáramos por lo que teníamos que confesar, lo que ocasionó que se me secara la boca.
No puede ser, él no puede conocer la verdad…
Me dije a mi misma con el corazón desbocado, presa de un pánico inmenso.
Vamos, Dee, tranquilízate.
—¿Ah sí? —pretendí que todo estaba bien.
Él asintió.
Un enorme silencio nos bañó a ambos cuando él se volteó, mirando fijamente al otro lado de la arboleda, lo que me hizo rememorar el día donde me perdí justo en aquellos bosques, donde un Thiago bañado en lágrimas y con el rostro pálido, me encontró varias horas después.
“Pensé que te había perdido” argumentó exaltado. “Nunca vuelvas a hacer algo como eso, no sé qué haría sin ti.”
Los segundos pronto se transformaron en minutos, y esos minutos se volvieron una completa agonía la cual debía de soportar. No comprendía porque Thiago estaba actuando de esa manera ni porque parecía tan misterioso, pero algo no se sentía del todo bien.
Por favor, te lo pido, que no sea lo que estoy pensando.
—Si hay algo que odio en el mundo, que de verdad no tolero ni toleraré son las mentiras.
Mi corazón martilleó más fuerte. Exhaló como si no pudiera creer que estuviera diciendo eso y me encaró. Pegué un pequeño brinco en mi lugar de la sorpresa.
Contrólate, contrólate. No te delates.
—Creo que a nadie en el mundo le gusta que le mientan —dije intentando mantener mi sonrisa.
El rostro de Thiago se volvió completamente serio ante mi respuesta y se acercó más a mi cara. La distancia comenzaba a cerrarse demasiado rápido como para que hiciera algo y no fue hasta que quedó a escasos centímetro de mí, que se detuvo y me escudriñó lo más que fue capaz de hacer.
—Si tienes algo que decirme, es mejor que lo hagas ahora o no te lo perdonaré.
Tragué duramente y la sangre abandonó completamente mi sistema.
Estaba acabada.
Thiago se había dado cuenta de toda mi farsa y ahora quería una explicación. ¿Qué debía hacer? ¿qué podía decir? ¿qué estaba cansada de ser Destiny y que por fingí mi muerte? ¿qué me había dolido tanto su abandono que no fui capaz de soportar seguir viviendo sola en ese infierno?
Nada en el universo entero me hubiera podido preparar para ese momento, nada.
Continuó con su cara severa analizando hasta el más mínimo cabello de mi cuerpo y comencé a temblar.