Llegué al otro lado del pasillo después de la terrible escena y tenía el corazón acelerado. Intenté tomar aire y soltarlo lentamente para tranquilizarme, mientras me sostenía de otra pared, pero era imposible, ya estaba hiperventilando.
Fruncí el ceño y me toqué nuevamente el vientre, realmente preocupada de que mi estado emocional estuviera afectando a mi bebé y suspiré. Odiaba tener que verme envuelta en tantas situaciones tan horribles, cuando tenía sobrepeso, la gente me atacaba por mi apariencia física, y ahora que había cambiado y era distinta, también se metían conmigo por la manera en que lucía.
Al parecer, seas bonita, fea, delgada, o algo robusta, siempre pero siempre conseguirían una forma de hacerte sentir mal. Apreté el puño recordando la manera lasciva y machista en la que Luis me veía y supe que él ya se creía mi dueño. Estaba seguro de que porque había sido un poco amable conmigo en la oficina y porque una vez que fuimos todos a cenar acepté ir en su automóvil que yo lo pertenecía o que pronto seríamos una pareja, pero no podía estar más equivocado.
—Dee, ¿estás bien? —Sarah caminó hasta donde me encontraba recargada y me tocó la frente.
Lucía tremendamente preocupada, lo que me puso muy nerviosa, pues no sabía qué tipo de cara tenía.
—No estoy muy segura…
Las manos me temblaban y sudaba demasiado. Ella me acomodó en su hombro y me encaminó hasta el sofá más cercano, el cual quedaba justamente en el área de la cafetería personal de la empresa. Me colocó un cojín en la espalda baja y me trajo un vaso de agua.
—Muchas gracias —dije llevándome como pude el vaso a los labios.
Sarah no parecía sentirse mejor, así que me tendió su mano y apretó la mía con suma cautela, como si tan solo ese gesto pudiera quebrarme.
—No te preocupes tanto por mí, estoy bien.
Ella negó rotundamente.
—Te ves como si hubieras visto a un fantasma o algo peor, ni siquiera parecía que fueras capaz de sostenerte con tus propios pies.
Quise asegurarle que no era nada como eso, pero no parecía que estaría satisfecha hasta que le dijera lo contrario.
—Solo tuve un encuentro indeseado que me hizo enojar más de la cuenta.
Lamentablemente, como en toda situación que una mujer se encontraba vulnerable y sin muchas opciones, elegíamos mentir o esconder el acoso que nos proporcionaban, y sabía lo identificada que Sarah estaba con esto. Parecía entender mi desviación del tema, por lo que volvió a negar y se llevó una mano a la frente.
—Esto debería parar antes de que se vuelva incontrolable —dijo con determinación—, tú no puedes vivir como yo, no en tú estado.
La manera en que enfatizó en sus últimas palabras me brindó un mal presentimiento, en conjunto con un escalofrío.
—¿En mi estado?
Sarah pareció incómoda con mi cuestionamiento, pero no lo evadió, y terminó confesando lo que sabía.
—Lo siento, el día que me quedé en tu habitación lo descubrí por error.
Cerré los ojos y no supe qué decirle. Eché la cabeza hacia atrás y ella entró en pánico.
—¡En serio no quise inmiscuirme en tus asuntos!
—No, no es tu culpa —contesté—. Definitivamente no lo es, así que no te disculpes por eso, tampoco es como que pienso esconderlo para siempre.
“Aunque si me gustaría.” Pero no era posible. Nunca lo sería. Mi panza comenzaría a crecer y a crecer entre más pasara el tiempo, y no podría ocultarlo de nadie.
—Entonces, como te decía —volvió a decir, mientras se agarraba las manos con nerviosismo—, no puedes dejar que te traten de intimidar, luego no podrás salir de eso.
La mirada triste y asustada que poseía, era algo que me desgarraba el corazón. Definitivamente nadie debería vivir una situación como la que ella estaba pasando en la empresa, y era todavía más desconsolador saber que pasaba en la vida adulta, pues muchos adolescentes que eran acosados, pensaban que una vez crecían y vivían una vida distinta pues ya generaban dinero, se darían cuenta que no era así, y que también los lugares de trabajo eran sitios muy tóxicos y nocivos.
—Descuida, no dejaré que hagan lo que les plazca —y era cierto. No dejaría que nadie me volviera a tratar como si no valiera nada.
—Eso es mejor —sonrió.
Quise decirle que todo estaría bien para ambas, pero no sabía cómo expresarlo. Dejé por mucho tiempo que el acoso contra Sarah continuara y eso no me hacía la persona más moral para hablar, solo estaba segura que cambiaría la situación, aunque tuviera que hacer hasta lo impensable.
Traté de ponerme de pie para volver a mi cubículo pero no pude.
—¡Dee! —espetó—. ¡No te pongas de pie todavía, descansa!
Miré el reloj justo al lado del refrigerador, y me di cuenta que faltaba poco tiempo de que mi turno terminara.
—Está bien, estaré acá por los veinte minutos restantes.
—De acuerdo, te traeré tus pertenencias cuando sea la hora.
—Gracias.