Embarazada de mi enemigo

Capítulo 22

Volver a su departamento por segunda vez me traía a colación todas las memorias de la noche en que terminé embarazada. Aquella vez que desperté confundida porque el chico guapo con el que había pasado la noche era nada más ni nada menos que Thiago Laupper, mi amigo de la infancia.

Aunque ahora, que no estaba escapando lo más rápido que podía, era capaz de darme el lujo de mirar detenidamente su departamento, que entraba fácilmente en la categoría de mansión.

Un sitio despejado, amplio y pulcro. Una sala de estar de color negro y paredes color crema. Una especie de chimenea moderna adornaba justo el centro de la sala y más atrás, una especie de cocina lujosa de acero inoxidable me daba la bienvenida. El olor a limpio, combinado con pino, me decía que ese departamento siempre era atendido como se debía y me imaginaba que Thiago remuneraba a su empleada con un buen salario, pues tal nivel de limpieza en el sitio, daba a entender que esa persona es esforzaba con todo su corazón en dejar aquel sitio como estaba.

—¿Y bien? ¿qué te parece ahora que vuelves acá?

Pasé uno de mis dedos por el pequeño comedor de cuatro personas de color blanco con negro que adornaba el área más cercana a nosotros y al no tomar ni una sola mota de polvo en mi mano, espeté: —Realmente esto es surreal.

Me imaginé por un momento que bien se sentiría tener una persona que me ayudara con la casa mientras yo salía a trabajar, pero sabía que solo podía quedarse en mi imaginación como un sueño tonto, pues una persona con una economía con la mía no podía permitirse cosas de ese estilo.

Thiago se quitó su saco y lo colgó en el perchero que estaba junto a la puerta. Estiró uno de sus brazos, apuntando hacia una de las sillas que estaba junto a la mesa que admirada y me hizo tomar asiento.

—Si no te sientes muy bien, no es buena idea de que pases mucho tiempo de pie. Tú ponte cómoda.

Continué escaneando cada milímetro de toda el área principal mientras el parecía buscar algo en la cocina, fantaseando ligeramente con que yo era la dueña de todo.

“¿Habría sido así de buena mi vida si me hubiera quedado en casa de mi padre y mi madrastra?” Lo dudaba bastante.

Thiago era la clase de persona decidida que una vez que tenía un objetivo en mente nunca lo dejaba por la paz hasta que lo cumplía. Así había sucedido en la ocasión que me dijo que saldría adelante para no tener que vivir para siempre en la pobreza como sus padres.

—¿Te ofrezco algo de tomar? ¿un vaso de agua, un zumo de naranja?

Era bastante gracioso mirarlo como el anfitrión de la noche, porque no iba para nada con su apariencia. Thiago daba la impresión de ser el chico frío y duro al que ninguna mujer podía conquistar ni mucho menos ganarse su respeto, tenía esa imagen de hombre malo que buscaba satisfacer sus deseos sin importar cuánto daño le hiciera a los demás.

—Me encuentro bien, no te preocupes.

Thiago me escudriñó por completo, como si no fuera una persona a la que podía creerle nada y suspiré.

—Dame un vaso de zumo de naranja, entonces.

—Eso me gusta más.

Un minuto después descansaba en la mesa frente a la cocina con un jugo en la mano mientras Thiago se colocaba una especie de delantal.

Debía añadir que sin importar lo que se pusiera ni lo ridículo que fuera, siempre se las arreglaba para lucir muy guapo y eso se me hacía algo bastante injusto.

Se arremangó la camisa blanca y se colocó la corbata a un lado. Sus músculos tonificados se dieron a relucir en ese momento y cuando sacó un montón de verduras para lavarlas me hizo sonreír.

—¿Te parece graciosa la vista?

Asentí divertida y el negó.

—Créeme entonces que cuando me conozcas mejor, te llevarás todavía más sorpresas.

Ladeé la cabeza a su tono juguetón de hablar conmigo y pronto una realidad que no veía me golpeó. No entendía porque Thiago era tan amable con una persona que no conocía del todo. Era cierto que estaba esperando a su hijo, pero lejos de aquella noche que pasamos juntos, donde realmente no convivimos nada y no nos conocimos tampoco después de eso, era extraño que fuera tan pero tan amable y accesible. ¿Sería realmente porque no quería repetir los mismos errores que su padre o había algo más detrás de su actitud?

Medité aquello mientras él desmenuzaba el pollo previamente descongelado y no supe qué concluir. La verdad era que había transcurrido muchísimos años desde que fuimos buenos amigos, así que tenía sentido que ya no fuera ese chico que conocía como la palma de mi mano, y producto de aquello, llegó mi poco entendimiento del chico.

—¿Por qué siempre que me miras tienes esa expresión?

Parpadeé confundida y pregunté: —¿Cuál?

—Como si fuera una persona sospechosa.

Vacilé sobre que responderle y solo recordé como la gente siempre se las arreglaba para destrozarme y traicionarme.

—Supongo que son secuelas de haber vivido como lo he hecho.

—¿Nunca has tenido una buena amistad?

Por un momento me quedó su nombre en la punta de la lengua, pero en lugar de eso, pensé en la que era como mi hermana.



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En el texto hay: reencuentro, perdon, embarazada

Editado: 22.01.2022

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