—¿Cómo que tu papá está herido? —la sangre abandonó mi cuerpo, dejándome sin fuerzas.
Los enormes sollozos de Clarisse, hacían imposible que entendiera lo que me decía.
—Clarisse, tranquilízate por favor, no entiendo nada.
—Dee, n-no no sé qué hacer.
—En dónde estás, necesito saberlo todo.
Thiago pareció notar mi desesperación después de recibir la llamada, así que se acercó hasta donde estaba.
—Mi papá está en cirugía, fue muy herido, Dee no tengo la menor idea de qué hacer.
El dolor que se colaba a través de sus berridos quebraba mi corazón en miles de pedazos. Ella y su padre eran la única familia que tenía y que conocía, y que cualquier cosa que les pasara, era sin duda suficiente para afectar mi poca estabilidad emocional.
—No te preocupes, voy en camino. Solo dame la dirección de donde te encuentras.
Thiago me pasó una pluma y una servilleta para que tuviera donde apuntar los datos que Clarisse me dictaba. Mis manos estaban muy temblorosas debido a la preocupación, así que me tomó más de lo que hubiera querido escribir lo que necesitaba y colgué. Tomé aire luego de que colgamos y me quedé estática en mi asiento.
—Dee, ¿qué ha pasado? ¿por qué te ves tan mal?
—Mi, mi —comencé a decir—. El padre de mi amiga se encuentra muy mal, necesito ir cuanto antes para allá.
Me puse entonces de pie, encontrando finalmente fuerza en mis piernas para salir en rumbo al hospital.
—Espera, espera, te ves realmente mal —dijo frunciendo el ceño—. Será mejor que te tranquilices primero.
—No, me tengo que ir.
—Te hará daño, Dee, en serio. Come algo primero.
A la sola mención de la comida mi estómago se encogió del asco, pues no me imaginaba ingiriendo nada en ese momento.
—No puedo.
Él se frotó las cienes y colocó su mano en mi hombro.
—Aunque sea un poco, me preocupa tu salud, no será bueno que te vayas así, solo por ti.
Fue entonces que me llevé las manos al vientre y recordé que ahora no era solamente yo quien se veía afectada por todo, por lo que tragándome las ganas de vomitar, asentí y él sonrió.
—Te daré algo ligero para que no te sientas mal.
Agradecí sus atenciones y después de haber comido un poco, fuimos hasta donde estaba Clarisse esperando a su padre.
Sentada sola en la sala de espera, estaba ella con la cabeza entre sus piernas. Se veía tan sola, pequeña y asustada que todo lo que pude hacer fue acercarme a ella y abrazarla.
—Dee, qué bueno que estas acá.
Me envolvió con sus brazos lo más fuerte que pudo y dejé que se desahogara en mi hombro. Su prometido todavía no estaba acá ya que le faltaba un poco de tiempo antes de regresar.
—Solo decidí regresar a la ciudad un poco antes por un trabajo de improviso cuando recibí la llamada de mi padre, ¿qué hubiéramos hecho si nadie hubiera estado para él cuando pasó esto?
La agonía que vibraba desde su garganta me mataba y le acaricié el cabello.
—Todo va a estar bien, tranquila, él saldrá de esta.
Clarisse estaba hecha un desastre, con su maquillaje corrido y su nariz mojada. Intentó aceptar mi consuelo pero luego se echó a llorar de nuevo, aferrándose a lo que parecía un cuaderno de cuentas. Supe inmediatamente qué era y mi mandíbula se apretó.
Ella y su padre nunca habían sido personas adineradas, ni nadie que tuviera demasiado bienes monetarios. Así que cuando se trataba de enfermarse o necesitar atención médica, su padre siempre rechazaba obtenerla, pensando que era un desperdicio de dinero gastar en eso. Y ahora que estaba hospitalizado, estaba siendo operado y pronto estaría unos días en el hospital las cosas serían todavía más pesadas por la cuestión monetaria.
Tragué duro, pensando en cómo le haríamos pero me mentalicé que lo primero era que él estuviera bien y con nosotros, después podríamos pensar en una manera de salir adelante.
—Saldremos de esto juntas, como siempre lo hemos hecho.
Clarisse asintió y se recostó en mi hombro.
Pasamos un par de horas así, las dos sentadas esperando noticias de su padre. Una enfermera solo había salido una vez a informarnos que las cosas estaban marchando bien y que no nos preocupáramos, pero eso no era suficiente para que consiguiéramos calmarnos.
—¿Desean que les traiga algo? —preguntó Thiago parado frente a nosotras.
—Un café, por favor —dijo Clarisse ahora ya serena.
—¿Y tú, Dee?
—Yo estoy bien, gracias.
—Regreso enseguida.
Thiago se marchó en silencio por el pasillo, cuando Clarisse enfocó sus ojos inquisitivos en mí y suspiré.
—Así que finalmente miro al famoso Thiago de cerca, es bastante más guapo en esta presentación.