—Destiny.
Mirar ahí a mi otra hermanastra de pie, observándome sin la menor duda me hizo sentir un enorme dolor en el vientre. No sabía si era producto del estrés o la sorpresa, pero solo me tambaleé y ella se acercó a mí rápidamente, intentando sostenerme antes de que cayera al suelo.
—¿Q-qué hace? —fingí no conocerla cuando quiso ayudarme.
Candy me miró con sus ojos ámbar de manera cautelosa y luego sacudió la cabeza.
—No hace falta que pretendas conmigo, lo he escuchado todo.
Fruncí el ceño ante sus palabras, porque no tenía ni la más mínima idea a que se refería, pues no había absolutamente nadie que supiera mi verdadera identidad que no fueran Frederick o Clarisse, así que no podría haberse enterado por otra persona.
Pero no fue hasta que un breve recuerdo de mí parada frente a la tumba de Destiny, que entendí lo que estaba sucediendo.
—Ese día en el cementerio —mascullé en voz baja a lo que Candy asintió.
Me terminé dejando caer en el suelo, llevándome conmigo a mi hermanastra y la observé con inquietud, pues no tenía la menor idea de lo que pretendía.
—¿Por qué has venido a buscarme? —cuestioné con duda y algo de asco.
De entre mis dos hermanastras, Candy había sido la que menos me molestaba y menos coraje me tenía. Y si era realmente objetiva, ella nunca empezaba ninguna pelea conmigo ni tampoco me molestaba en el colegio, solo se dedicaba a ser una persona que miraba como Ivy y su madre me hacían la vida imposible.
—Creo que este no es el mejor lugar para ponernos a discutir esto —soltó mirando nerviosamente a todos lados, quiso entonces brindarme una mano para que pudiera incorporarme pero lo rechacé.
—Déjalo.
Me aparté de ella como si su agarre me quemara y suspiró con resignación.
—No es como si mordiera.
—Bueno, para mí ustedes si se sentían como unos perros.
Candy alzó una ceja, impresionada por mis palabras pero no estaba dispuesta a retroceder. Si en verdad sabía quién era, entonces no tenía ningún motivo para ocultar mi descontento y enojo.
—En serio no vine acá a pelear contigo, solo quiero que hablemos.
—¿Hablar? —bufé—, nosotras no tenemos nada que hablar o que ver con la otra, todo eso se terminó hace muchos años.
—Pues considerando el hecho de que prácticamente te mataste —soltó indignada.
—¿Ahora piensas que puedes reclamarme por eso? ¡tú no tienes derecho a nada!
Dolor, dolor y más dolor. Estar ahí con ella me generaba una angustia inquietante, lo que ocasionó que mi vientre no se sintiera bien.
—Destiny… —empezó de nuevo a decir—. Sé que te hemos hecho mucho daño, que no quieres volverme a ver, pero de verdad necesito que conversemos, no te hubiera buscado si no es por un buen motivo.
Candy se mordió el labio y miré la aguja enorme de sus tacones que parecía que se rompería en cualquier momento por estar en aquella posición tan incómoda conmigo en la acera.
Miré en todas direcciones, esperando que no hubiera nadie de la empresa o que me conociera presente, y para mi buena suerte, era la única que estaba allí.
—Vete.
—Destiny.
—No, vete.
Coloqué las palmas de mis manos en la acera y las utilicé como una especie de soporte para ponerme de pie. Todavía no contaba con una panza prominente, porque al parecer no era la típica chica embarazada, pero si me encontraba realmente mal y necesitaba irme de ahí cuanto antes. No podía dejar que gente como Luis o sus amigos me miraran en esa situación, pues seguramente encontrarían en esto una debilidad mía que podrían explotar.
—Solo dame quince minutos de tu tiempo, para que puedas escuchar lo que tengo que decir.
—Es que no quiero hacerlo, Candy. No me importa nada de lo que tengas que argumentar tu o tu familia, para mí todos ustedes quedaron en el olvido, están muertos para mí, no tiene caso reavivar cosas de ese entonces, Destiny murió hace años cuando se tiró del puente, yo ya soy otra persona.
Me di media vuelta sin darle la oportunidad de defenderse, pero no fue hasta que gritó, que me contuve de salir corriendo muy lejos a esconderme: —¿Entonces Thiago piensa lo mismo?
Luego de que me quedé estática y no obtuvo una respuesta de mi parte, se echó a reír.
—Cómo lo supuse, él no sabe quién eres en realidad.
—Candy —dije en tono de advertencia.
—Siempre parecías muy prendada de ese chico, desde que éramos jóvenes. Me pregunto cómo reaccionaría cuando sepas que lo has estado engañando todo este tiempo.
—¡Candy, basta!
—Ahora si quieres hablar, ¿no es así?
Me mordí el labio para no decirle en su cara todas las groserías que me estaba imaginando y guardé la compostura.
—¿Qué demonios quieres de mí?
—Ya te lo dije —suspiró—, todo lo que busco es que me dediques media hora de tu tiempo, hay cosas que tenemos que discutir, temas que pensé que nunca podría tocar contigo porque te creía muerta. Fue porque tuve que arreglar mi mente y muchas otras cosas que me tardé tanto en contactarte.