Embarazada del hombre equivocado

Capítulo 4 El precio de la deuda

Elevo la cara y me topo con un par de ojos oscuros que me escudriña con curiosidad.

―Puedo saber, ¿qué fue lo que hice para merecer tanto odio de una desconocida?

¿De qué demonios está hablando este hombre? No termino de hacerme la pregunta cuando casi de inmediato escucho la voz de la rata de dos patas, más asquerosa de todo el planeta.

―¡Estás completamente loca! ―exclama mi exprometido al huir despavorido―. Solo a un demente se le ocurriría enrollarse con una loca como tú ―niega con la cabeza al poner su mano en la parte baja de la espalda de la zorra que lo acompaña―. ¡Qué bueno que me deshice a tiempo de ti!

¡¡¿Se deshizo de mí?!! ¡Vaya descaro! Fui yo la que se libró de él cuando lo encontré con su pito flácido en el culo de una vieja asquerosa. Siento escalofrío al recordar la dantesca escena, pero también mucha rabia y decepción.

―¡No, patán, soy yo la que agradece haber abierto los ojos y darse cuenta de la clase de puerco pervertido con el que estuve a punto de casarme! ―grito como una arrabalera, sin poner reparos del lugar en el que me encuentro ni de quiénes están siendo testigos de este acto bochornoso―. Tú y tu zorra pueden largarse a la mismísima Cochinchina.

Tengo el corazón y la vena yugular palpitando a la misma velocidad. Nunca antes había actuado de esta manera tan arbolaria y desatinada, pero cada vez que veo a ese infiel y recuerdo lo que me hizo, me explotan las neuronas.

―Espero que el propietario del auto que acabas de arruinar te encierre tras las rejas ―niega con la cabeza―. Pensándolo bien, sería más acertado si te recluye en un manicomio y bota la llave en algún lugar lejano en el que nadie pueda encontrarla.

¡¡¿Cómo se atreve?!!

―Si no fue suficiente con que te partiera la nariz la primera vez, con gusto puedo volver a hacerlo.

Me abalanzo sobre él, pero no llego a dar un paso, porque un par de manos fuertes y grandes me sujetan de la cintura.

―¡Suéltame que se me escapa!

Todos mis movimientos se detienen súbitamente. Un denso escalofrío recorre mi espina dorsal y eriza todos los vellos de mi piel. Quedo atónita al ver que él y la mujer que lo acompaña, suben a otro auto que está estacionado a pocos metros delante del deportivo que acabo de hacer papillas. Alterno la mirada entre uno y otro auto, hasta darme cuenta de que son idénticos. Enciende el deportivo y arranca picando cauchos.

 ¡Madre mía! Tarde me doy cuenta de que acabo de descargar toda mi ira sobre el auto equivocado. Trago grueso y maldigo en voz baja. Las manos que me sostienen me sueltan una vez que el auto se aleja.

―Así que ―me doy la vuelta rápidamente. El propietario en cuestión se cruza de brazos y me repasa de pies a cabeza―, ¿cómo piensas resarcir los daños que causaste?

Ni siquiera se me ocurre una excusa convincente. ¿Cómo pude ser tan tonta y no darme cuenta de que no era el auto del imbécil?

«Asume las consecuencias de tus actos. Te has librado de la cárcel después de todas las locuras que has hecho, pero de esta no te salva ni Mandrake, mucho menos, de la reprimenda que te va a dar tu padre cuando se entere del nuevo escándalo que provocaste»

Inhalo profundo y le suelto lo primero que se me viene a la cabeza para disculparme con el agraviado.

―Puedo comenzar con un, ¿lo siento?

Alza su ceja y me mira con incredulidad.

―¿Piensas que con un simple “lo siento” vas a enmendar el desastre en el que dejaste convertido mi deportivo?

Abro la boca para responder, pero alguien más interviene.

―¿Y dónde demonios dejas mi costosísimo prototipo de inteligencia artificial? ―giro la cara y observo al chico de ojos grises que recoge la pieza del suelo con la que destruí el coche y que me fulmina con su mirada de asesino serial―. ¡Acabas de destruir cientos de dólares invertidos y muchas horas de ardua labor para construirlo!

Vuelvo a abrir la boca, pero ni siquiera logro articular una palabra, porque Adaline, sale en mi auxilio.

―¡Un momento, chulito, que, esta que está aquí ―me señala con su dedo y se interpone entre el chico y yo―, tiene quien la defienda ―pone sus brazos en jarras y lo escupe sobre su cara sin tapujos―.!Atreve a tocarla y te juro que te arranco los brazos del cuerpo!

La situación pasa de rojo a colorado.

―Y también nos tiene a nosotras para dar la cara por ella ―agrega Sabrina con su mentón en alto y mirada desafiante―. Te metes con ella y tendrás que vértelas con todas.

La cara de los cuatro hombres, es para coger palco. Todos son guapos y atractivos, pero eso no basta para detenernos cuando nos cabrean al meterse con una de nosotras, aunque, para ser sincera, fui ya lo que propicio este gran lío.

―¿Así que son una hermandad de gatas peleonas?

Esta vez es el rubio de ojos azules el que comenta con tono chulesco.

―¿Y a ti quién te dio vela en este entierro, idiota?

Casi me parto de la risa cuando mi amiga Stacy lo pone en su lugar. Sin embargo, me la trago, porque el asunto es bastante serio.



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En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 26.08.2023

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