Me encontré con Cristian fuera del restaurante, su madre estaba dentro y al verme me sonrió.
— ¿Qué ha pasado está mañana? — Me preguntó Cristian.
— Mala conexión. — Mentí y eso lo relajó. — Entremos antes de qué a tu madre le parezca sospechoso que estemos aquí cuchicheando.
Entramos directamente y fuimos hasta la mesa ocupada por la madre de Cristian, la señora Julia se levantó para darme un abrazo y se lo correspondí con la simpatía de una nuera.
— Estás hermosa. — Me alabó.
— Gracias. — Le respondí.
Cristian y yo tomamos asiento y dejé mi bolso en el respaldo de la silla.
— Cristian me ha contado todo. — Me sorprendió la señora Julia y se lo recriminé a Cristian con la mirada. — Estás embarazada de otro hombre… No voy a decir que me agrade, pero si mi Cristian está dispuesto a perdonarte y a aceptarlo, yo también lo haré.
En ese momento, me di cuenta de que aceptar ese almuerzo se convirtió en un error.
— En realidad, ayer le dije a su hijo que quiero romper nuestra relación. — Hablé con firmeza y la señora Julia negó cogiendo mi mano.
— No seas precipitada. Deberías agradecer que mi hijo está pasando por alto algo tan grave. — Me dijo y lo hizo con una amable sonrisa. — Ni siquiera sabes quien es el padre, en el futuro, no bebas tanto.
— Señora Julia. — Hablé y Cristian me interrumpió.
— Mi madre está dispuesta a ocuparse de los preparativos de la boda. Sí nos casamos ahora nadie sabrá nada. — Me contó Cristian su plan. — Ni siquiera será necesario que lo sepa tu familia si aún no lo sabe.
— No quiero casarme. — Me negué y solté mi mano de su madre. — Además, ya sé quién es el padre y él está dispuesto a hacerse cargo del bebé. — Cogí mi bolso y miré a Cristian mientras me levantaba de la silla. — Hemos terminado, Cristian. Lo siento.
Su madre no estaba de casualidad en la ciudad, él la hizo venir para utilizarla en mi contra. No tenía nada más que escuchar.
Cristian agarró mi mano y al detenerme lo vi serio pero no enfadado, estaba dolido y no quería perderme.
— Déjala. Te ha engañado, no tienes que rogarle nada, más bien tendría que estar agradecida. —Lo increpó su madre y Cristian la miró sabiendo que esas palabras eran ciertas, pero que no lo ayudaban a hacerme cambiar de opinión.
— Lo siento. — Me volví a disculpar con Cristian y me solté de él, marchándome.
Era mejor romper, después de todo… Nada cambiaba él hecho de que me acosté con otro hombre y me quedé embarazada.
— Dos años sin tener contacto físico, supongo que era una relación destinada al fracaso… — Suspiró Mónica cuando quedé con ella en la terraza de un bar para beber un café a las seis de la tarde. Me miró lamentándose por dentro. — Déjame a mí el cochecito. Y no te niegues cuando papá y tía Carla quieran comprarte la habitación del bebé. Empieza a ahorrar, lo vas a necesitar.
— Sé quién es padre, Mónica. — Le conté y arqueó las cejas con sorpresa.
— ¿Lo has encontrado buscándolo por la oficina? No pensaba que lograras hacerlo.
— En realidad ha aparecido él delante de mí. — Sonreí y me incliné sobre la mesa para hablar bajo. — No me vas a creer, pero es el hijo de mi jefe.
— ¿Significa eso que tiene dinero? — Preguntó Gabriel, que dejó tres cafés y un batido de chocolate encima de la mesa.
Miri se encontraba jugando con otros niños en un parque junto a la terraza del bar.
— ¿Solo os preocupa eso?
Gabriel sonrió sentándose.
— Tu hermana se ha pasado la tarde haciendo cuentas de los ahorros que tenemos para el coche familiar que queremos comprar, quiere invertirlos en el bebé. — Me confesó Gabriel y observé a Mónica.
Con todo lo que se burló y se quejó todavía estaba pensando en ayudarme.
— No es necesario que hagáis eso. — Les dije. — Hablaré con el padre y si quiere tener contacto con el niño le pediré una manutención.
— ¿Y si no? — Se puso Mónica en lo peor. — Ya has roto con Cristian.
— Entonces me las apañaré. Puedo pedir un préstamo al banco…
— O podría hablar con tu jefe y decirle que su hijo te ha dejado embarazada. Ese hombre tendrá que obligarlo a asumir las consecuencias.
— Ya, Mónica. — Le pedí que se callara.
Encontraría la forma de salir adelante aunque fuese sola. Solo me preocupaba una cosa, lo rápido que había elegido la separación con Cristian. Se suponía que estaba enamorada.
Cogí mi café en vaso desechable y al beber de él solo me supo a leche, por lo que le quité la tapa y vi que, efectivamente, era leche.
— Beber mucho café no es saludable en tu estado. — Me dijo Gabriel.
— Tampoco el estrés. — Añadió Mónica, que sonrió mirándome. — Pero de eso vas a ir sobrada en los próximos meses.
— ¿Algo más? — Les pregunté a los dos y tapé el vaso de leche.
— ¿Cuándo se lo dirás a papá? La tía Carla está agobiada por ocultar la noticia demasiado tiempo.
— Voy a esperar un poco más. Solo estoy de dos meses. — Me toqué la tripa y Gabriel lo hizo también. Sonreí mirándolo.
Tenía miedo, pero no iba a desanimarme tan rápido. Podía hacerlo, podría traer al mundo un hijo y criarlo bien. Después de todo, aunque no tuviera un padre para él o ella, si tenía a mi familia conmigo.
Finalmente, le di la noticia a mi padre cuando tenía tres meses y medio de embarazo y me arrepentiría de haberlo hecho toda la vida. Sufrió un infarto y aunque Gabriel condujo rápido al hospital, mi padre murió.
Tía Carla perdió el sentido al escuchar que mi padre había muerto y estuvo ingresada por dos días, al tercer día regresó a casa después del funeral.
Me sentía tan culpable que no podía ni mirarla a la cara.
Subí en mi coche y Mónica me prohibió cerrar la puerta.
— ¿Seguro que no tres quieres quedar? — Me preguntó Mónica. — Tía Carla, ella nos necesita.