El padre de mi hijo me dejó su dirección anotada en el móvil junto a su número de teléfono y paré mi coche delante de la verja de su casa. Una residencia enorme, algo así como una mansión victoriana.
No quería que mi familia se viera obligada a ayudarme económicamente, tampoco rogar o exigir dinero al padre de mi hijo, pero está opción me parecía más justa.
— Por favor, espere aquí. — Me pidió una mujer con ropa de sirvienta que me hizo pasar a una sala. — La señora vendrá enseguida.
— ¿Señora? — Pregunté y asintió con una sonrisa.
— Espere aquí. — Insistió y se retiró.
Me senté en un sofá y tuve delante un enorme cuadro de boda de un hombre que parecía Danilo y una bella mujer que se agarraba a su brazo. ¿Y sí… ? ¿Y sí yo no había sido la única en engañar a su pareja esa noche?
El corazón me dio un vuelco cuando escuché pasos con tacones y una mujer de algo más de cincuenta años entró en la sala. Ella era la mujer del cuadro y me levanté tan rápido que sentí un mareo, el cual fingí no tener.
— ¿Roxana Cueva, verdad? — Me preguntó, llegando hasta mí y cogiendo una de mis manos mientras deliberadamente colocó su otra mano en mi tripa. La sentí tan cálida como a la madre de Cristian, pero no dejó de ser una situación extraña y violenta. — Me complace que hayas venido.
— Disculpe, yo quería ver a Danilo Mejía, él me dio esta dirección. — Hablé y la mujer sonrió.
— No está en la ciudad. — Me respondió y me hizo tomar asiento con ella. — Déjame presentarme, soy Leona Mejía, la mamá de Danilo. — Tenía delante a la mujer de mi jefe. — Mi hijo ha tenido que irse a acabar su carrera, pero me dijo que cuidara de la mamá de mi nieto sí ella venía a buscarlo.
Su mano volvió a tocar mi barriga y sonrió cariñosamente.
— ¿Por qué Danilo no responde al teléfono sí le ha pedido que cuide de mí?
Leona sonrió de nuevo.
— No ha podido ponerse en contacto contigo porque su teléfono se perdió y ha tenido que cambiar de número. — Me explicó y llamó a la sirvienta que no tardó en obedecer. — Pili, traenos a mi nuera y a mí algo de tomar, recuerda que está embarazada. Ah, y anota para ella el nuevo número de teléfono de Danilo.
— Enseguida señora. — Accedió la sirvienta y se retiró.
Leona me miró después.
— Subamos mientras, quiero que veas algo.
Lo que Leona quiso enseñarme fue la habitación de su hijo.
— Es el dormitorio de Danilo, puedes usarlo si gustas venir a vivir aquí. — Me propuso sin temblarle la voz y pasó su brazo por mi espalda para acercarme a ella. — Hasta que Danilo regrese yo me ocuparé de que no os falte de nada. — Sonrió y me besó en la mejilla.
Salí de allí con dolor de cabeza y me fui a mi piso donde me encontré con mi casera que sonrió al verme.
— ¿Quiere pasar? — Le pregunté, abriendo con la llave la puerta.
— No es necesario. — La vi ponerse incómoda y me pareció raro.
— ¿Pasa algo?
— Voy a vender el piso y como tu contrato termina este mes, es mejor no renovarlo.
— ¿Dice que tengo que irme?
Era lo que me faltaba.
— La situación es difícil, lo siento. — Se disculpó y se marchó sin más.
— Mi situación también es difícil. — Murmuré y puse una mano en mi tripa.
— ¿Cuándo tienes que irte? — Me preguntó Mónica, mientras mirábamos unas cunas dos semanas más tarde.
— En una semana. — Hablé desanimada. — He estado mirando pisos en alquiler, pero todos son demasiado caros. Puedo entender porque mi casera decide vender, con el alquiler está perdiendo dinero.
Me paré acariciando una cuna preciosa de color blanca. No sabía cuando me iba a quedar sin dinero y ya comenzaba a cansarme en el trabajo. Me sentía en medio de un juego en el que estaba a punto de perder.
— ¿Por qué no te vienes con Gabriel y conmigo? Ahorras dinero y podemos ayudarte con el bebé cuando nazca. — Me propuso Mónica y la miré preguntándome si realmente quería eso. ¿Hasta qué punto ella y Gabriel estaban dispuestos a aguantarme?
— Ya os estoy dando demasiados quebraderos de cabeza. — Me negué a aceptar su propuesta.
— ¿Y qué hay de vivir con tía Carla? A ella también le vendría bien, desde que papá murió está bastante deprimida.
— En realidad… — Quise acabar con sus propuestas contándole mis planes, pero vi entrar en la tienda de muebles a la señora Leona acompañada de dos chicas.
— En realidad, ¿qué? — Me preguntó Mónica.
— Voy a aceptar la propuesta de la abuela de mi hijo. — Le dije a Mónica y la agarré del brazo para acercarnos a la madre de Danilo.
La señora Leona me miró severamente al saludarme.
— Pensé que no ibas a llamarme. — Me regañó.
— Lo siento. Tenía que pensarlo. — La verdad es que mentí.
No tenía opción de pensarlo, el agua me estaba llegando hasta el cuello y mudarme a su casa era mi mejor opción.
— ¿Y? — Leona me sonrió y puso sus dos manos en mi barriga de cuatro meses. — ¿Qué has decidido?
— Antes de hablar de eso… — Agarré sus manos para quitarlas de mi barriga y miré a mi hermana. — Ella es Mónica, mi hermana. Y Mónica, ella es la señora Leona Mejía, la abuela de mi hijo.
— No me llames señora, puedes llamarme por el nombre, o decirme madre. — Me dijo Leona y saludó después a Mónica. — Encantada de conocerte, querida.
Cuando la abuela de mi hijo abrazó a mi hermana, ella me miró sin saber que hacer.
— Señora Leona… — La interrumpí y Leona dejó a Mónica para lanzarme una mirada decepcionada. — Perdón, Leona, he decidido aceptar su propuesta e irme a vivir con usted como me pidió. — Le dije.
Leona sonrió entonces.
— Roxana. — Me llamó Mónica, agarrándome del brazo y preguntándome discretamente. — ¿Estás segura?
Leona la hizo soltarme el brazo.
— ¿Por qué no lo iba a estar? — Debatió Leona a mi hermana y me sonrió a mí. — Me complace mucho que hayas tomado la mejor decisión. Mi querido hijo me pregunta constantemente por ti y no sé qué decirle. — Puso una mueca seria y me preguntó. — ¿Todavía no lo has llamado, cierto?