— Lo que describes no parece muy ideal. — Me comentó mi amiga Karen cuando la llamé a ella para no llamar a Mónica y reconocer que tenía razón.
— La abuela de mi hija menosprecia constantemente a la mujer de su hijo mayor por no darle un nieto y no deja de insinuar que yo le daré otro nieto a parte de Eleonor. — Hablé sentada en la cama de Danilo. — Metí la pata más de lo que creía.
Suspiré y me toqué la barriga. Mi pobre niña tendría una familia paterna con mucho dinero pero que se sentía horrible.
— ¿Por qué no te vas y ya? El padre de tu hija ni siquiera está allí.
— No puedo. Mónica está muy preocupada por cómo me va y tú sabes que me va fatal. No tengo dinero, en una semana tampoco piso y pronto no podré trabajar… — Me froté la barriga y asimilé mi destino. — Tendré que tragar y ya.
— Tú verás…
— ¿Estás ocupada? — Le pregunté.
— Solo corrijo exámenes y me bebo una copa de vino tinto. — Se rió y admitió. — No sabes qué aburrido es corregir esta mierda, cuando era estudiante creía que mis profesores disfrutaban corrigiendo los exámenes y poniéndonos mala nota a todos.
— ¿Estás sola?
— No. Yaco está durmiendo en el sofá.
Yaco era su chihuahua, al cual adoraba como a un hijo.
— ¿Y el papá de Yaco? — Le pregunté por su novio.
— Gorka ha ido a comprar la cena. No tienes nada que hacer, ¿verdad? — Se volvió a reír, en esa ocasión de mí.
— Estoy sola en la habitación y no quiero salir para no encontrarme con nadie. — Afirmé y dejé de acariciar mi barriga. — Creo que no voy a poder dormir esta noche.
No estaba muy equivocada y seguía despierta después de las dos de la mañana.
Supuse que toda la familia tendría que estar dormida y salir de la habitación para bajar a por un poco de agua, leche o algo que me ayudara a dormir. Bajé las escaleras agarrada al pasamanos y me encontré con Olivia que iba a subir en bata.
— Hola. — Hablé bajito con miedo a que mi voz retumbara por la estancia.
— ¿No puedes dormir? — Me preguntó Olivia y me pareció que tenía una linda voz.
— Estoy extraña en esta casa. — Reconocí y terminé de bajar las escaleras. — ¿Me dices donde está la cocina?
— Iré contigo. — Olivia sonrió.
Su sonrisa también era bonita.
Las dos nos servimos un vaso de leche y unas galletas y nos mantuvimos en silencio por un rato.
— ¿Hace mucho que estás casada con Michael? — Le pregunté y una tímida sonrisa apareció en sus labios.
— Cuatro años. Nos casamos precipitadamente porque me quedé embarazada… — Su sonrisa se tornó culpable y miró su vaso de leche. — No dejes que nuestra suegra te haga perder a tu hija. — Me dijo de pronto mirándome a los ojos y tuve la necesidad de tocarme la barriga.
— ¿Estás diciendo que perdiste a tu bebé por ella?
— Es duro afirmar algo así, pero siempre he pensado que de no haberme mudado a está casa ninguno de mis bebés habrían muerto. — Respiré con dificultad, temiendo que Eleonor tuviera un final cómo sus bebés. — Lo siento… No quería asustarte. No me hagas caso.
Se levantó para irse, pero agarré su muñeca.
— Espera. — Le pedí poniéndome en pie. — ¿Puedes explicarme… ?
— No. Si la madre de Michael descubre que he hablado de esto se va a enfadar. — Olivia se soltó de mi mano y volvió a disculparse antes de irse.
Me quedé muy asustada y coloqué mis dos manos en mi barriga.
— No pasará nada, Eleonor… — La calmé.
Aprovechando que no pegué ojo en toda la noche, me preparé para ir temprano a trabajar. Le pedí a Gabriel que me recogiera para llevarme a por mi coche.
— Pareces cansada. — Comentó Gabriel de camino a por mi coche.
— No he pegado ojo, menos después de hablar con Olivia.
— ¿Quién es ella?
— La nuera de la abuela de mi hija. — Respondí y fue como invocar al diablo. Recibí una llamada suya y como no tenía ganas de hablar con ella, opté por colgarle. — Puedes no decirle a Mónica que ella tenía razón y no debí irme a vivir a esa casa.
Gabriel se rió.
— ¿Una suegra controladora? — Él también había visto quién me llamaba.
— Olivia le tiene miedo y no es para menos, la trata fatal.
Gabriel dejó la gracia para dedicarme una mirada seria.
— No dejes que te trate mal a ti. Tienes una familia que te quiere y aunque tu padre ya no esté, estoy yo para dar la cara por ti.
Lo toqué en el brazo y se lo agradecí.
— Nunca dejaría que me tratara mal. No te preocupes y no preocupes a Mónica, ¿vale?
— Mientras no haya motivos. — Me sonrió y me preguntó después. — ¿Cómo lo llevas?
— Mal. Cómo podría estar bien cuando le di tal disgusto que lo… — Me mordí la lengua. — ¿Cómo lo lleva Mónica?
— Para cuidar de ella ya estoy yo. — Me calmó y me agarró del hombro. — Fue un accidente, su corazón falló. No es culpa tuya.
— Su corazón no habría fallado de no ser por mi noticia. — Insistí en hacerme responsable de la muerte de mi padre y Gabriel solo me apretó el hombro.
— No seas dura contigo misma. — Me dijo cuando llegamos y yo iba a bajar de su coche.
Le sonreí y le asentí con la cabeza.
— Está bien. Gracias por recogerme y traerme. — Le agradecí y bajé después del coche.
La mañana en el trabajo pasó con calma, por fortuna nadie sabía todavía de quién era la hija que esperaba. La desgracia vino a la hora de la comida, estaba por salir a almorzar como el resto de mis compañeros cuando me encontré en el vestíbulo con la señora Leona y Olivia, ésta un paso por detrás de su suegra.
— Pueden irse. — Se dirigió Leona a los empleados con una sonrisa amable.
— ¿Vamos? — Me preguntó Rocío en cuanto todos se marchaban.
— Váyase sola, Roxana tiene que hablar conmigo. — Respondió Leona por mí y me agarró del brazo. — Vamos, querida, busquemos un lugar en el que hablar.