—¿Sabes por qué algunos candidatos no consiguen pasar ni siquiera las primerísimas instancias en marcos electorales?
El asesor que me instruye me ayuda a poder formalizar lo que me sucede. Es un coach propuesto por Judith quien ha preparado ya a otras personas para quien ha trabajado, entre ellas, con un ganador al senado y con un congresista.
Pero es la primera vez que prepara a una mujer, temo que no esté a la altura de lo que empáticamente sucede y pueda llegar a defender los derechos y virtudes de otras mujeres en la sociedad a la que pertenezco.
Luego de sorber un poco de café en su despacho céntrico, niego con la cabeza y miro de costado a Netsaj. Él… O ella, es un hombre transgénero nacido como mujer y ahora ha construido una nueva identidad por la cual ha debido luchar con tal de ser reconocida y creo que sería la persona ideal que pueda acompañarme.
También fue propuesta de Judith, ya que ella trabajó para el abuelo de él como secretaria de campaña en sus tiempos de juventud. Lamentablemente, con una batalla electoral prácticamente ganada, la noche anterior a las elecciones fue asesinado de un tiro en la cabeza y fue ese el motivo que provocó un gobierno militarizado al otro lado del océano hace unos treinta años atrás.
Ella también fue víctima de una inmensa injusticia, su familia lo fue, un crimen que al día de hoy aún no se ha podido resolver, aunque con enemigos políticos que espero se hayan olvidado ya de su familia ya que, a raíz de encuestas, la población en general ni siquiera recuerda lo sucedido, quizá se deba a que su familia creció en la ciudad de Cancún donde huyeron luego del hecho.
—¿Tú sabes algo, Netsaj?—le pregunto, sabiendo que pese a tener apenas un año más que yo, ha sido criado desde la cuna con tintes y estudios en el tema.
—Sí—reconoce—. Algo conozco. Supongo que es porque no son políticos.
—Es una respuesta certera, inmediata, pero no lo suficientemente abarcativa—decreta el coach, quien coloca fotografías sobre la mesa con las elecciones en otro país hace años atrás—. Christopher White, presidente electo hace años, venía de familia de políticos, pero la primera vez que postuló a un cargo electoral ni siquiera se acercó, considerando que su padre luego fue el mismísimo presidente de la Cámara Legislativa.
Trago grueso.
Esto no se reduce a un dos más dos.
—Quizá—me aventuro en una respuesta—. Fue eso mismo lo que lo condenó a perder las elecciones, su historia familiar vinculada a un sector al que popularmente se le atribuyes privilegios de hecho y de derecho...por una gestión de gobierno ególatra y pésimamente llevada a cabo.
—Muy bien—dice el coach.
Pues, solamente tuve que pensar en nuestro gobierno actual.
—Vaya—contesto—, no fue muy complejo.
—Es preciso conocer un poco de Historia para poder responder a una pregunta así. Evidentemente, conoces—decreta Netsaj.
—Gracias—contesto, obserándola directo a sus grandes ojos azules y su traje de punto—. En cambio, tú y tu familia son quienes hicieron parte de la Historia… Eso es admirable, me enorgullece tenerte entre los nuestros, eres muy sabia, he tenido muy buenas referencias de ti… Sabio, perdón. Lo siento, lo siento.
Oh, Dios, creí que tenía estos asuntos completamente procesados y superados ya, no puedo creer que me haya sucedido tal confusión.
—Descuida—me dice Netsaj manteniendo el gesto gélido, pero hay algo en su tono de voz que se suaviza—. No tengo problemas en el asunto del pronombre. De hecho, he mantenido mi nombre de nacimiento en mi nueva identidad—decreta.
—Peeero—interviene el coach, cuando ya comienzo a sentirme ardiendo y poniéndome colorada como salsa de tomate—. Será mejor que de aquí en más uses solo su pronombre elegido en la actualidad. No pueden haber fallas en eso, podría ser considerado una ofensa al sector que representa y que sí se identifica con la señalización de un pronombre masculino, femenino o sin género.
No sabía que, a partir de ahora, todo se pudiese reducir a crudas encuestas y nada más. Después de todo, se trata de representar a una mayoría.
—Estoy de acuerdo—salta inmediatamente Netsaj—. Podrías ir probando llamarme por el pronombre masculino en la privacidad, no es por asuntos personales, es solo un entrenamiento.
—Claro—le reconozco—. Tengo mucho que aprender...de ti…
—Tenemos a la cabeza de la operación y al rostro de las superficies, ¿no es la fórmula perfecta?—bromea el coach.
Pero solo me sale una leve risita incómoda.
Acaba de decirme que soy puro ornamento. Y no es eso lo que quiero, mi ego acaba de verse vilmente herido y me preocupa que me sienta con una herida narcisista en este momento.
Es exactamente el camino adverso al que tenía planeado transitar.
“Tú no eres igual a ellos” me repito hasta el cansancio. “No. Tu no lo eres. Jamás serás como ellos, ¿entendiste? ¡Jamás!”
—¡JESED!—grito—. ¡MAMÁ! ¡ES CHRISTINE!
Y llego hasta el cuarto de mi hija, encontrándome primero un reguero de vidrios sobre el suelo, la ventana rota y un ladrillo sobre la alfombra con una nota atada. Tomo a mi hija en brazos, asegurándome que está bien y me encuentro de pronto con Jesed quien viene desesperado y a toda prisa.
—¡¿Qué rayos?! ¡¿Está bien?!—me pregunta y corre hasta la ventana para observar—. ¡No se saldrán con la suya!
—¡Jesed!—le grito, saliendo de la habitación y encontrándome con mi madre quien me abraza junto a mi hija como si pudiese poner el cuerpo ante la peor de las situaciones—. ¡Aléjate de la ventana!
—¡Iré tras ese malnnacido que haya hecho esto!
—¡No!—le frena mi madre, clavándose a la puerta—. ¡No es hora de hacerse el héroe, solo llama a tus amigotes y que nos blinden de seguridad!
Mamá trabajó para la anterior gobernadora como empleada doméstica, por lo que conoce de primera mano lo que los actos de vandalismo y de odio contra la gente que proyecta postulaciones políticas o quienes ya pertenecen a dicho sector.
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Editado: 09.06.2021