En Busca de un Papá

Capítulo 13

Las mellizas, Mía y Lilí, después que salieron de la oficina del jefe de su madre con una mezcla de orgullo y nerviosismo. Habían puesto su plan en marcha, pero ahora quedaba lo más difícil: convencer a su madre de que el señor Drakos era el hombre perfecto para ella. Y, por supuesto, asegurarse de que él no cambiara de opinión.

—¿Crees que funcionará? —preguntó Lilí, mordisqueando su labio inferior mientras caminaban por el pasillo de la oficina.

—Claro que funcionará —respondió Mía con confianza, aunque en el fondo también tenía sus dudas—. Solo necesitamos que mamá lo vea como nosotras lo vemos: un hombre misterioso, guapo y con mucho dinero. ¿Qué más podría querer?

—Bueno, tal vez que no sea tan serio todo el tiempo —dijo Lilí, haciendo una mueca—. A veces parece que tiene un palo en la espalda.

—Eso es lo que hace que sea perfecto —replicó Mía—. Mamá necesita a alguien que la equilibre. Ella es tan divertida y él es tan... bueno, serio. Serán como el yin y el yang.

Las mellizas llegaron a la sala de descanso, donde su madre estaba tomando un café con su amiga Daniela. Valeria las miró con sospecha.

—¿Dónde han estado? —preguntó, cruzando los brazos—. No me digan que han estado causando problemas otra vez.

—¡Nosotras? ¡Jamás! —dijo Mía, poniendo una mano sobre su corazón como si estuviera ofendida—. Solo estábamos... explorando. ¿Sabías que hay una máquina de dulces en el tercer piso?

—Sí, y tiene unos chocolates que son *divinos* —añadió Lilí, sonriendo con inocencia.

Valeria no parecía convencida, pero antes de que pudiera decir algo más, Daniela intervino.

—Bueno, al menos no están metidas en problemas esta vez —dijo con una risa—. Aunque, con estas dos, nunca se sabe.

Las mellizas se sentaron en una silla cercana, observando a su madre con atención. Tenían que asegurarse de que no sospechara nada de su plan. Pero, como siempre, su curiosidad las traicionó.

—Mamá —comenzó Mía, jugueteando con el borde de su vestido—, ¿qué piensas del señor Drakos?

Valeria casi se atraganta con su café.

—¿El señor Drakos? ¿Por qué preguntas eso?

—Oh, solo curiosidad —dijo Lilí rápidamente—. Es que... bueno, es tu jefe, ¿no? Y parece un hombre interesante.

—Interesante no es la palabra que usaría —murmuró Valeria, mirando hacia otro lado—. Es más bien... complicado.

—¿Complicado cómo? —preguntó Mía, inclinándose hacia adelante con interés.

—Bueno, es muy estricto y serio. A veces parece que no tiene sentido del humor —dijo Valeria con un suspiro—. Pero es un buen jefe, supongo. Sabe lo que hace.

Las mellizas intercambiaron una mirada. Eso no sonaba muy prometedor.

—Pero, mamá —dijo Lilí, tratando de sonar casual—, ¿no crees que sería bueno que tuvieras a alguien en tu vida? Alguien que te hiciera feliz.

Valeria las miró con sorpresa, y luego con ternura.

—Ustedes dos son mi felicidad —dijo, acariciando la cabeza de Lilí—. No necesito a nadie más.

—Pero, mamá —insistió Mía—, ¿no te gustaría tener a alguien con quien compartir tu vida? Alguien que te cuidara y te hiciera reír.

Valeria sonrió, pero su sonrisa era un poco triste.

—Tal vez algún día, cariño. Pero por ahora, estoy bien así.

Las mellizas no estaban convencidas, pero sabían que no podían presionar más. En cambio, decidieron cambiar de táctica.

—Oye, mamá —dijo Mía de repente—, ¿qué tal si vamos al cine este fin de semana? Hace mucho que no vamos.

—Sí, y podríamos invitar a... no sé, a alguien más —añadió Lilí, tratando de sonar casual.

Valeria las miró con sospecha nuevamente.

—¿A alguien más? ¿A quién, por ejemplo?

—Oh, no sé —dijo Mía, encogiéndose de hombros—. Tal vez al señor Drakos. Parece que necesita un poco de diversión.

Valeria se rió, pero era una risa incómoda.

—No creo que el señor Drakos sea del tipo que va al cine con sus empleados y sus hijas —dijo—. Además, dudo que le gusten las películas que ustedes ven.

—¡Podríamos ver una de superhéroes! —sugirió Lilí con entusiasmo—. O una de esas películas de espías. ¡Seguro que le gustaría!

Valeria sacudió la cabeza, pero estaba sonriendo.

—Ustedes dos son incorregibles. Pero está bien, iremos al cine este fin de semana. Solo nosotras tres, ¿de acuerdo?

Las mellizas asintieron, pero intercambiaron una mirada de complicidad. Sabían que su plan no había terminado. Solo necesitaban encontrar la manera de que el señor Drakos se uniera a ellas.

Mientras tanto, en su oficina, el señor Drakos estaba sentado en su silla, mirando por la ventana con una expresión pensativa. Las palabras de las mellizas aún resonaban en su mente. Era una propuesta absurda, por supuesto, pero... ¿y si tenían razón? Su empleada Valeria era una mujer increíble, y las mellizas... bueno, eran un terremoto, pero también eran encantadoras.




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